San José

Publicado el 2021-05-09 In Año de San José

San José, padre en la ternura

ARGENTINA, Juan Eduardo Villarraza •

En este año de San José, en el que el papa Francisco nos invita a considerarlo desde distintas perspectivas, decidí compartir un testimonio de cómo en mi vida he experimentado esa cercanía y presencia paternal de la ternura varonil, a través de cuatro referentes que han marcado mi vida: mi abuelo, mi papá, el P. Kentenich y San Juan Pablo II. —

Estamos acostumbrados como schoenstattianos a entender que las voces del tiempo son voces de Dios y si sumamos a eso lo que nos dijera el fundador, que Schoenstatt es para el «pasado mañana», podemos concluir que el mensaje del patrocentrismo, del Hombre Nuevo en la Nueva Comunidad y la paternidad sacerdotal, son una respuesta de Dios para este tiempo, en que el varón es visto o como un dictador que esclaviza y usa a la mujer y su familia con su fuerza o bien como un constructo social que necesita deconstruirse, convirtiéndose en una especie de híbrido informe, inocuo, incapaz de hacer daño, sí, pero a costa de desencializarlo, si se permite recurrir a este término filosófico.

El ideal del varón en Schoenstatt

La respuesta de la que somos portadores nos muestra al varón como puer et pater, niño y padre o hijo y padre. En esto San José fue un ejemplo grandísimo. Tuvo un corazón filial, capaz de escuchar lo que el Padre Dios le pedía en sus sueños; pero a la vez, también la fuerza y valentía de llevar la familia a Egipto, desafiando todas las dificultades que ello implicaba. En este sentido, José no era ninguna de las caricaturas del varón. Ni el dictador agresivo y violento, ni el juguete de las corrientes sociales incapaz de saber qué es ni qué hacer. Como afirma el pontífice, es un padre en la ternura y sobre sus transparentes en mi vida es que a continuación voy a escribir y compartir.

Mis padres en la ternura

Mi abuelo

Posgustando el paso de Dios en mi vida, puedo decir, sin lugar a dudas, que mi abuelo paterno Julián fue un gran reflejo de San José. Cómo él, era un hombre de pocas palabras, sencillo, trabajador y muy justo. Con tal de poder dar estudios superiores a sus cuatro hijos, dejó su Almacén de Ramos Generales en el campo que él amaba, se vino a la ciudad y estudió la carrera de inspector hospitalario para trabajar de eso y mantener a los suyos. Hombre de mucha oración, lo recuerdo rezando el rosario junto con mi abuela Mercedes y, ya viudo, también lo siguió haciendo. Junto a estas virtudes, también vivió la ternura volcada en sus poemas para sus nietos y bisnietos, en el cultivo de su jardín (inolvidable su amor por las rosas) y en su fidelidad al vínculo matrimonial.

Mi padre

Mi papá fue la figura decisiva para mi vínculo con Dios Padre y también en mi comprensión y cariño a San José. De su paternidad rescato gestos como, por ejemplo, jugar conmigo y mis hermanos varones en el patio de mi casa, el hacer sombras chinescas cuando se cortaba la luz o las bromas como sacarnos una papa frita haciendo que viéramos un «pajarito» que, obviamente, no estaba. Ni hablar de llevarnos a la escuela o siempre dar un consejo cuando se lo pedíamos. De su ternura puedo dar fe a través de miles de recuerdos. Por citar algunos, recuerdo cuando era niño, me llevó a pescar al río Paraná junto con otros amigos. La verdad es que yo no estaba prestando mucha atención, pero ante mis amigos era algo de «honor» pescar aunque no más fuere una mojarra. En un momento, papá me avisa que estaba picando la caña y me sentí todo un héroe. Inmediatamente, uno de mis amigos se «quejó» porque había sido Willy, mi padre, quien la había pescado y no yo. No me importó, para mí era un logro y estaba orgulloso. Sólo la ternura de un padre es capaz de tamaña inventiva para ayudar a un hijo.

Juan Pablo II

Karol Józef Wojtyla, actualmente San Juan Pablo II, acompañó mi niñez, adolescencia y juventud. Su magisterio formó mi docencia filosófico-teológica, pero fue su persona y carisma lo que más me impactaron. Esa paternidad que lo hizo peregrino del mundo, visitando países ya hostiles a la fe como el México «oficial», masón y anticlerical o su Polonia subyugada por el comunismo soviético, con tal de poder llegar a las ovejas más lejanas. Más adelante, con la cruz de su enfermedad a cuestas, ofreciendo su dolor por la Iglesia a quien sirvió tan abnegadamente. Cómo olvidar, a la vez, esas salidas de protocolo cuando reía como niño con un payaso, o tomaba de la mano a un niño que burló la guardia y llegó hasta él. Una anécdota que presencié fue en una Audiencia en el Aula Pablo VI, en el Vaticano en 1995. Terminada la catequesis, el papa menciona que había una delegación de México presente. Inmediatamente, éstos empiezan a cantar «se ve, se siente, el papa está presente» y una sola señora del grupo quedó desfasada cantando cuando los demás habían terminado. Juan Pablo II no tardó un minuto en contestar: «Sí, realmente se nota».

P. José Kentenich

Finalmente, el P. José Kentenich es para mí un reflejo de la paternidad divina y también de esa cercanía de su santo patrono, el padre adoptivo del Salvador. En este sentido, se puede decir que mi ingreso a Schoenstatt se debe a él.

Con 16 años, en 1992, me invitan a ir a Florencio Varela, acompañando a quienes después se convertirían en mis hermanos de grupo. No conocía más que al ahora P. Federico Piedrabuena y de vista a Pablo, que era vecino mío y de Federico. Resultó ser que el viaje era un anzuelo de la MTA. En el Jubileo de los 40 años de la bendición del primer santuario filial de Argentina y los 50 años del 20 de enero, segundo hito de Schoenstatt, me encontré trabajando como servidor, repartiendo comida, bebida, llevando sillas y conociendo muchachos de toda Argentina, y pude ver familias, sacerdotes, hermanas, todos muy felices, cantando, atendiendo charlas, hablando de la Alianza, de la Mater, la Juventud Masculina, la Juventud Femenina…

Pero, recuerdo dos momentos muy significativos para mí en aquel Jubileo ’92.

Uno fue en la iglesia de Dios Padre, colocando autoadhesivos del logo del Jubileo a unas velas. Allí escuché una comparación del P. Kentenich con Jesús y las 14 estaciones del vía Crucis. No me chocó, pero me llamó la atención.

Pero, el momento más importante y que yo considero mi ingreso y decisión por Schoenstatt, fue la noche del 19 al 20 de enero, cuando la Familia de Schoenstatt de Argentina hizo un compromiso con el fundador. No entendí qué ocurría, pero me sentí parte de ello. Hoy día sí que sé qué pasó y realmente me doy cuenta de que, gracias a esa vivencia, soy y seré un hijo más de esta bendita familia. Este vínculo con el padre fundador se aquilató con el tiempo y derivó en un Alianza con él en el año 2000, en el jubileo de los 25 años de la bendición del Santuario de La Loma, cuando cursaba mi último año de estudios del Profesorado en Ciencias Religiosas y Filosofía. Entre otras cosas, pedí su intercesión en mi labor pedagógica y debo decir que no ha fallado un solo día en esto. Realmente, puedo decir que he conocido a un padre, a un maestro y a alguien muy cercano que me ha marcado con su ternura y cercanía.

Dones son tareas

Conocemos ya esta máxima. La repetimos mucho en la Familia. Yo he recibido muchos dones, como bien pueden ver en estas líneas que he compartido con ustedes. Por eso ahora, intento ponerme a la tarea de dar a otros algo de esta ternura que he experimentado, y no estoy solo en ello.

Cuento con mis hermanos del 3er Curso de la Federación de Hombres de Schoenstatt, (por quienes pido oraciones para que podamos consolidarnos, ya que estamos recién en los inicios de este caminar juntos) y con todos los aliados que intentamos mostrar al mundo la ternura infinita de Dios Padre que tan claramente nos mostrara San José.


Juan Eduardo Villarraza.

Desde el Santuario y Familia de La Providencia, en Paraná, Entre Ríos, Argentina
8 de mayo de 2021, día de Nuestra Señora del Luján, patrona de Argentina

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