El 18, día de la Alianza

Era el mes de julio de 1947. En Schoenstatt, Alemania, se reunían por vez primera, para hacer ejercicios espirituales, refugiados que provenían de los territorios del este.

Era una pequeña porción de los millones de hombres y mujeres que, a consecuencia de los tratados de Postdam y de Yalta, firmados por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, fueron injustamente expulsados de su terruño, perdiendo todo lo que tenían, y volcados en Alemania Occidental, que sufría las consecuencias de la guerra perdida, y luchaba por sobrevivir y levantarse. El tema de dichos Ejercicios fue: «A través de un amor fuerte en el sacrificio, ser héroes, santos y apóstoles en la vida cotidiana».

Al concluir los mismos, durante una conversación alguien planteó estas sugerencias: ¿No sería algo bueno si, para recordar la alianza de amor que hemos sellado, nos encontrásemos el 18 de cada mes espiritualmente en el Santuario de Schoenstatt, a fin de renovarla allí? ¿No sería algo significativo inscribir nuestros nombres en un libro, como una expresión simbólica de la alianza de amor eterna? ¿No sería algo valioso si el 18 de cada mes se celebrara en el Santuario una Santa Misa por todos aquellos que han sellado una alianza de amor con la Madre y Reina tres veces Admirable? Estas insinuaciones prendieron fuego rápidamente. A partir de entonces se celebra en la Familia de Schoenstatt el 18 de cada mes como un «Día de la Alianza».

Un día de recuerdo y de renovación de la Alianza de Amor

Se trata de un día de recuerdo y de renovación de la alianza de amor sellada el 18 de octubre de 1914 por el Padre Kentenich con la Sma. Virgen María en la antigua capillita de San Miguel, en el valle de Schoenstatt. (Algo semejante a lo que es el día 7 de cada mes para los devotos de San Cayetano, o el día 13 para los que están vinculados a Fátima).

Un día de recuerdo. Qué necesario es «parar», periódicamente, en nuestro diario trajinar, para elevarnos por encima de los problemas cotidianos y recordar los grandes hechos obrados por el Señor a favor nuestro. Un día grande, en la historia del siglo XX, fue aquel 18 de octubre de 1914, cuando la Santísima Virgen, respondiendo al anhelo y al pedido del Padre José Kentenich, quiso vincularse a esa capillita -entonces semi-abandonada- en el valle de Schoenstatt. Si contemplamos lo que surgió a partir de ese día y de ese lugar en Alemania, comprenderemos cuán ciertas eran las palabras que el Padre Kentenich escribía para el 18 de octubre de 1939: «Simplemente Ella es el don que la sabiduría, bondad y omnipotencia divina ha querido regalar, de un modo especial, el 18 de octubre de 1914 a nuestra Familia y, por su intermedio, nuevamente al mundo entero».

Día de recuerdo, pero, a la vez, un día de renovación. ¿Quién no comprende que, en este mundo, todo aquello que no se renueva constantemente, con el tiempo tiende a decaer, bajo el influjo de una inexorable ley de «gravedad espiritual»? Cada día 18 queremos renovar la alianza de amor que un día sellamos con la Sma. Virgen María, la Madre, Reina y Victoriosa tres veces Admirable de Schoenstatt. Le ofrecemos todo lo que pudimos hacer para su «capital de gracias» durante el mes transcurrido, y ponemos en sus manos y en su corazón el mes siguiente. Al hacerlo así, María renueva también la alianza que ha sellado con nosotros, ya que ésta tiene, como hemos visto, un carácter mutuo, recíproco.

Un día de peregrinacón al Santuario

Ese día, el 18, tratamos de peregrinar hasta el Santuario al cual estamos vinculados. Pero si no podemos hacerlo en forma física, al menos queremos realizarlo espiritualmente. Así queremos ir avanzando, por los caminos de nuestra peregrinación terrena, mes tras mes, año tras año. La alianza de amor que hemos sellado con la Sma. Virgen María debe tornarse siempre más en el eje fundamental de nuestra vida.

Para nosotros nada ocurre por pura casualidad. Nada existe que no tenga algún sentido. Lo entregamos todo -de modo particular aquello más difícil, aquello que más nos cuesta- para el «Capital de gracias» del Santuario. Sabemos también que María Santísima es fiel a la alianza que ha sellado con nosotros. Esto nos hace experimentar un profundo cobijamiento en su Corazón Inmaculado, en el corazón de Dios. «Yo creo firmemente que nunca perece quien permanece fiel a su Alianza de Amor«.