Las gracias de la peregrinación

«Quisiera convertir este lugar en un lugar de peregrinación, en un lugar de gracia…», decía el Padre Kentenich el 18 de octubre de 1914. La pregunta no es superflua: Y ¿qué es la gracia? Gracia es el don que Dios, nuestro Padre, nos hace a nosotros, sus hijos adoptivos, al manifestarnos su amor misericordioso en Cristo, su Hijo. Gracia es estar en comunión con el Dios vivo, es participar de la vida divina, siendo realmente templos del Espíritu Santo. Gracia es también la ayuda que recibimos de Dios y que nos capacita para realizar bien los deberes de estado, nuestra misión personal de cada día. El Santuario de Schoenstatt es un lugar de gracias, porque allí ha querido vincularse, de modo especial, la Sma. Virgen María.

Y donde Ella, la «llena de gracia», se hace presente, es para guiarnos hacia Cristo, su Hijo. Para interceder para nosotros el Espíritu Santo. Para arraigarnos en el Padre. Para acercarnos a los hombres, a todos, nuestros hermanos. Para ayudarnos a un reencuentro profundo con nosotros mismos, conmigo mismo, en el reconocimiento de mi realidad personal, con sus luces y sombras. En la apertura al amor que Dios me tiene, a su amor misericordioso y fiel. Para hacernos vivir el misterio de la Iglesia.

Esta realidad no se puede transmitir plenamente con palabras. Hay que experimentarla, hay que captarla vitalmente. Mientras esto no suceda, puede que me gusten muchas cosas de Schoenstatt, pero no habré traspasado el umbral, adentrándome en su misterio.

«Todos los que acudan acá para orar deben experimentar la gloria de María«, leemos en el Documento de Fundación. Y de esa experiencia nace la vinculación creyente al lugar, al Santuario. Más de una vez se oye decir: «Ustedes los de Schoenstatt, siempre insisten con su capillita, con su Santuario ¿por qué?».

No puedo tomar a mal que alguien no capte esta realidad. Pero si he experimentado al Dios vivo en un lugar, si he percibido la presencia de María en un lugar concreto, no puedo callarme, yo debo dar testimonio. Cada uno, por otra parte, es libre de recibirlo o no.

Una afirmación del P. Kentenich, al cumplir 73 años: «Mi misión fue -y es- anunciar a la Sma. Virgen, darla a conocer en nuestra época, con la misión específica que Ella tiene desde su Santuario de Schoenstatt para el tiempo actual«.

A medida que pasan los años, se comprende mejor la misión secular del P. Kentenich, promotor, testigo y heraldo de la presencia de la Sma. Virgen María en un lugar concreto: el Santuario de Schoenstatt.

Recordemos un testimonio suyo. 1939. Había estallado la Segunda Guerra Mundial. El Padre Kentenich se encontraba, circunstancialmente, en Suiza. Con motivo de cumplirse las bodas de plata de la fundación del Movimiento, escribe una carta a Schoenstatt. Al echar una mirada retrospectiva a los 25 años que habían transcurrido, afirma: «Todo lo grande y valioso que hemos recibido durante este tiempo, en este santo lugar, está íntimamente ligado con la Madre, Señora y Reina de Schoenstatt. Simplemente Ella es el don que la sabiduría, bondad y omnipotencia divina ha querido regalar, de un modo especial, el 18 de octubre de 1914 a nuestra Familia y, por su intermedio, nuevamente al mundo entero» (18.10.1939).

El «alma» de Schoenstatt radica en el misterio de la presencia y actuación de la Virgen María en el Santuario.

María es la llena de gracia («Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo», fue el saludo del ángel Gabriel – Lc 1,28).

¿Quién podría captar, plenamente, las gracias que Ella, Madre de Dios, Madre de la Iglesia y Madre de todos los hombres, ha derramado en el Santuario, en los Santuarios de Schoenstatt, esparcidos a lo ancho y a lo largo del mundo?

Estamos ante algo misterioso y a la vez fascinante: el misterio del amor de María por nosotros, el misterio de su maternidad universal. Si normalmente un hijo nunca llega a captar, del todo, lo que su madre ha hecho por él, ¡cuánto más es así la relación con nuestra Madre Celestial!

En Schoenstatt se habla de tres gracias que recibe el peregrino que llega al Santuario, o de tres «gracias de la peregrinación»: el cobijamiento -o arraigo- espiritual; la transformación interior y el envío apostólico.

¿Cómo fueron descubiertas? ¿Cuándo y quién lo definió así? La respuesta la da el hecho siguiente: Schoenstatt no es en primer lugar un sistema ascético o pedagógico, o un movimiento ideológico, sino un hecho histórico, un proceso vital, del cual ha surgido una corriente, un movimiento de vida.

Una comparación: ¿cómo sabemos que tal tipo de aguas termales es apta para curar tal o cual dolencia? Lo enseña la experiencia: con el correr del tiempo puede comprobarse en relación a qué tipo de dolencias o enfermedades dichas aguas actúan en forma benéfica. De modo semejante, con el correr de los años, la experiencia fue mostrando qué gracias especiales concedía la Virgen María desde su Santuario de Schoenstatt.