CHILE, Jorge Fantuzzi •
La última vez que vi al padre Tiago fue unos días antes de que volviera a Portugal para continuar con su tratamiento contra el cáncer. Celebró una misa improvisada y después nos quedamos comiendo y compartiendo con varios de sus amigos chilenos. —
Aprovechamos de compartir recuerdos y disfrutamos de su humor especial. Sacamos la cuenta que nos conocíamos desde hacía más de 20 años, cuando él era todavía seminarista y la mayoría de los que estábamos en la comida éramos secundarios de la Juventud Masculina de Campanario.
Recordamos, por ejemplo, cómo nos motivó para que fuéramos a Lisboa a trabajar para la Juventud Masculina. Nos dejó la idea “dando bote” y el resultado fue la misión «Porta da Europa» que tuvo a chilenos de la juventud permanentemente en Lisboa por casi cinco años y dejó vínculos que perduran.
También hubo recuerdos de su ordenación, anécdotas en Chile y Lisboa, escapadas a comer pasteles de Belén y momentos clave de nuestra espiritualidad. No pudimos eludir hablar de temas difíciles, incómodos y tristes, que también son parte de la historia que compartimos.
Celebramos lo vivido
Cuando nos despedimos esa noche, lo hicimos con la esperanza de volver a vernos físicamente, pero con la claridad de la posibilidad cierta de que el cáncer no lo permitiera. Sabíamos que tal vez volvería a Lisboa a pasar sus últimos días. Sin embargo, nos reímos y celebramos lo vivido.
Tiago nos transmitió su alegría por la vida que Dios le regaló. Nos contó de su tranquilidad -pasara lo que pasara- y de la esperanza de ser recibido después de su partida por Jesús y la Mater. Pese a la tristeza que nos daba a todos su partida del mundo terrenal, volví a mi casa ese día con una sensación de tranquilidad y confianza.
Estoy seguro de que, para todos los que lo conocimos, su recuerdo será así: alegre y esperanzador. Doy gracias por su vida y amistad.