San José carpintero

Publicado el 2021-01-21 In Año de San José

San José: de modesto carpintero a inspiración universal del trabajo

HOMBRES SAN JOSÉ | Claudio Ardissone, Paraguay •

The Joseph Challenge 2021 by Schoenstatt.org, only for men (El Desafío José 2021 de Schoenstatt.org, solo para hombres): Hombres de diferentes opciones vocacionales en la alianza de amor, de diferentes países y generaciones, se dejan desafiar por la carta del Papa Francisco Patris Corde sobre José, “esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana” y comparten lo que más les impacta y motiva en la figura de san José y la carta del Santo Padre sobre él. Claudio Ardissone, de Asunción, Paraguay, activo en la CIEES (Comunidad Internacional de Ejecutivos y Empresarios de Schoenstatt), eligió el punto 6: padre trabajador.

 

«El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión”.

Claudio Ardissone con famillia

Claudio Ardissone con famillia

Hace unas semanas leí la carta apostólica “Patris Corde”, del Papa Francisco sobre san José, dando inicio al año en honor al que es la cabeza de la Sagrada Familia y motivándonos a inspirarnos en él en 7 aspectos. A mí me movió escribir estas líneas sobre el patrono del trabajo.

Me imagino a san José en nuestros días como un carpintero moderno, lo que podría proyectar de su imagen y su ejemplo, lo que nos podría enseñar desde su corazón puro y su mente iluminada por el Espíritu Santo, y se me ocurren varias ideas.

Un hombre valiente que se entrega totalmente a la voluntad de Dios, sin entender casi nada de lo que le pide que haga de su vida. Con un profundo respeto a la mujer y especialmente a María, pero con mucho miedo por lo que supone dar su sí al proyecto que el Creador le propone. Acepta todos los desafíos y particularmente el “educar”, nada más y nada menos, que al Hijo de Dios.

San José trabajador

¿Cómo empresarios, ejecutivos y líderes, estamos tratando bien a nuestras maderas?

¿Qué le puede enseñar un artesano al Salvador del Mundo? Pues bien, le puede mostrar que hay que valorar a las personas, independientemente de su religión, posición socioeconómica, color, sexo y otras condiciones actuales. Le puede mostrar que esas personas tienen mucho que dar a sus familias, en sus trabajos, a sus comunidades y a Dios. Pero para descubrir eso, es necesario trabajar las relaciones con esas personas como se trabaja la madera. No importa si el tronco del que haremos madera sea muy recto o esté torcido, cualquier árbol nos regala buena madera, para usos diferentes. Hay que aserrarla bien para optimizar al máximo toda la materia prima. Posteriormente, hay que transformar la madera en muebles, herramientas, viviendas, etc., beneficios que todos necesitamos y deseamos. Y después hay que cepillar, pulir, lustrar y tratar la madera, cuidarla para evitar que se descomponga, que no se corrompa y que esté puesta en el lugar correcto, cumpliendo plenamente con su misión.

Y me pregunto: ¿Cómo empresarios, ejecutivos y líderes, estamos tratando bien a nuestras maderas, nuestros colaboradores, a quienes tenemos a nuestro alrededor todos los días, con los que llevamos adelante nuestros proyectos? ¿O nos comportamos como números que eligen talar bosques sin medida y procesar la madera de manera industrial para conseguir un solo objetivo?

¿Nos ocupamos de transferir conocimientos a nuestros colaboradores?

Por otro lado, san José también le enseñaría a Jesús a utilizar sus habilidades y a desarrollar otras nuevas, a manejar las herramientas de la “carpintería” con precisión, a trabajar en forma segura sin lastimarse o dañar a los demás, sería su coach y seguramente no estaría certificado como tal. Lo motivaría cuando los trabajos no le salen como se espera, corregiría cuando fuera necesario y, lo más importante, le transmitiría sus conocimientos y experiencia. Y nosotros, ¿nos ocupamos de transferir conocimientos a nuestros colaboradores? ¿O somos tacaños porque tenemos temor de que nuestros formandos sean mejores que nosotros, que se conviertan en “maestros”? Como líderes, ¿nos jugamos a convertirnos en coaches de los que nos rodean?

Debemos cuidar de dar oportunidades a todos los que se merezcan

Si la carpintería creciera, como es de esperar en un emprendimiento moderno, tal vez san José podría ser proveedor del Estado, producir para grandes empresas, exportar, abrir nuevos talleres en otros países, abrirse al mundo y a la diversidad que eso conlleva y se daría la gran oportunidad de enseñarle a Jesús sobre el mundo y los negocios. Le transmitiría los valores esenciales de los buenos empresarios: la honestidad, el respeto, la lealtad, la confianza, el valor de las promesas hechas, la responsabilidad de los compromisos asumidos y la línea que marca hasta dónde se pueden hacer negocios sin renunciar a estos valores. Como empresarios cristianos sabemos que en la “carpintería” podemos ensuciarnos por el trabajo realizado, pero el desafío es que no se ensucie nuestra conciencia. Y una buena forma de evaluar si nuestra conciencia no está sucia es preguntándonos si podemos compartir lo que hicimos con nuestros cónyuges e hijos. Si lo podemos hacer sin avergonzarnos, es que vamos por buen camino. En nuestros roles de líderes, debemos cuidar de ser justos, de no aprovecharnos de los más débiles y no sacar ventajas de los que están necesitados. Y en este camino de crecimiento y expansión, debemos cuidar de dar oportunidades a todos los que se merezcan, para que crezcan junto con nosotros.

¿Aspiramos a convertirnos en sucesores de san José?

Finalmente, creo que san José también pensaría en su jubilación y que el negocio siga adelante sin que él esté personalmente en la operación. Y para conseguir eso, seguro que prepararía a su sucesor, aunque no fuera Jesús. Y de esto se trata. ¿Aspiramos a convertirnos en sucesores de san José? ¿Lo tomamos como ejemplo? ¿Nos jugamos por procurar llegar a los estándares que nos propone? Cualquier día es bueno para empezar y todos los días son mejores para seguir el camino que nos dejó marcado el buen José.

Te propongo, estimado lector, que, durante este año de san José, tomes 3 ejemplos que él nos regala y que todavía no hayas conquistado, para trabajarlos en tu empresa, con tus colaboradores, con tus jefes, etc., y que al final de este año podamos decir con alegría: quiero ser sucesor del mejor carpintero. El desafío está hecho, ¿te atreves?

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2 Responses

  1. Gracias y felicitaciones a Claudio por expresar de manera sencilla pero contundente a un padre bueno y ejemplo para todos nosotros como lo fué San José.

    La “ madera y la profundidad de Claudio también se expresan “ a travez de sus palabras y ejemplos y simplemente darle las gracias por su hermoso e invalorable escrito.

    Gracias Babbio Sallustro. Asuncion Paraguay

  2. Hola Claudio, me alegro y te felicito por tus buenas y grandes ideas para que seamos más como José, el carpintero, San José el maestro de Jesús. Me gustan tus propuestas y desafíos, las tomo.

    Y, quisiera agregar que, para mi, San José es grande porque en medio del PODER romano y judío, dura monarquía y patriarcado (imagínense mucho más poder que hoy) él propone, enseña y practica el mejor poder, el que conmueve (mueve de adentro), ese poder del servicio alegre y desinteresado que cala hondo y uno se pregunta ¿para qué? …¿porqué lo hace? …la respuesta es evidente: por AMOR a Dios y a Jesús, su prójimo, el más próximo. Con razón, porque Dios eligió a San José, desde el vientre de su madre, no podía darle a un cualquiera la tarea de educar a Jesús, siendo imagen del Padre que acompaña y colabora, que no es paternalista ni nunca, asustado, practica el abandono. Gran tarea lograda la de San José: por sus frutos espirituales y paternales lo conocemos.

    Me sumo a tu invitación de tenerlo como modelo y aspirar a ser como él, sencillo y bondadoso, sin aspavientos y dejando emerger su paternidad poniendo al centro la dignidad de Jesús y acogiendo en cada persona, también en María el saludo de Dios, de una persona admirable e irrepetible como somos cada uno.

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