Por Eduardo Jurado Béjar •
En América Latina, una de las regiones más urbanizadas del mundo, las ciudades concentran la principal actividad económica. Este fenómeno atrae a individuos en busca de oportunidades. La presencia de una mayor cantidad de emigrantes que llegan a nuestras ciudades, en muchos casos con habilidades diversas, produce frustración ante la precaria oferta laboral en nuestras economías. El caso de los padres de Andrea, la protagonista del video, es uno de esos dramas que muchas veces se nos oculta en medio de tanta piedad religiosa. —
La pandemia generó impactos sin precedentes en los mercados laborales de América Latina, una región que desde antes de la crisis sanitaria ya tenía bajos niveles de productividad y profundas desigualdades. Con una caída promedio de más del 7% del PIB (*), en el peor momento de la crisis, se perdieron 30 millones de puestos de trabajo. Los empleos de los jóvenes, los trabajadores de baja calificación y las mujeres, fueron especialmente afectados. Un informe reciente del BID (**) que he tomado como fuente para preparar esta nota, advierte también que el ritmo de la recuperación es lento y desigual, con tasas de recuperación mucho menores para los trabajadores con menor educación y, en algunos países, también para las mujeres.
Desde la perspectiva de nuestra visión kentenejiana sobre el nuevo orden social: ¿qué nos dice a los empresarios schoenstattianos esta realidad? ¿Qué podemos aportar desde nuestras capacidades creativas, conocimientos y experiencia a los líderes de nuestros países? ¿Qué respuesta podemos dar a Andrea?
