Factfullness

Publicado el 2024-03-05 In Temas - Opiniones

Mis razones para la esperanza

César Fernández-Quintanilla, España • 

Miramos a nuestro alrededor y ¿qué es lo que vemos? Desigualdades y conflictos bélicos. Ausencia de buenos líderes políticos. Polarización de la sociedad y de la Iglesia. Ideología de género y pornografía. Nuestras iglesias se vacían y la sociedad está cada vez más alejada de ideas trascendentes y de la conciencia de Dios. El cambio global parece amenazar la sostenibilidad del planeta. En un tiempo en el que las malas noticias están a la orden del día es fácil dejarse llevar por el espíritu negativo. Ante esta situación crecen los sentimientos de rechazo al mundo actual, cunde el catastrofismo. —

En una encuesta realizada recientemente entre 100.000 jóvenes de todo el mundo sobre sus actitudes frente al cambio climático más del 75% pensaban que el futuro era amenazador y un 40% se planteaban si tener o no hijos. En otra encuesta, realizada en Estados Unidos entre adultos sin hijos de todas las edades, un 11% decía que el cambio climático era la razón principal para no haber tenido descendencia.

Afortunadamente existe una visión más positiva de la realidad. Una visión no basada en las noticias de los medios y en los sentimientos catastrofistas a nuestro alrededor. Una visión basada en la razón (substanciada por hechos reales) y en la fe. En este sentido, me gustaría compartir con vosotros tres referencias bibliográficas.

Factfulness

La primera de ellas es el libro “Factfullness” (Deusto, ISBN 978-8423429967). En él, Hans Rosling (1948 – 2017), un prestigioso epidemiólogo del Karolinska Institutet de Estocolmo, pasa revista a las principales razones por las que estamos equivocados en relación a lo que pasa en el mundo y explica por qué las cosas están mejor de lo que pensamos. Según Rosling tenemos varios instintos que distorsionan nuestra visión. El primero, nuestra tendencia a dividir el mundo en dos campos (nosotros contra ellos). Otra causa de nuestro astigmatismo es la manera en que consumimos la información de los medios (basada en la explotación del miedo). Y, por si fuera poco, tenemos una visión distorsionada del progreso (creyendo que las cosas siempre empeoran). Nuestro problema es que no somos conscientes de lo que no sabemos, e incluso cuando estamos informados nos dejamos llevar por sesgos inconscientes y predecibles. Porque, pese a todas sus imperfecciones, la realidad económica y social del mundo es mucho mejor de lo que pensamos. Lo cual no significa que no haya motivos para preocuparse ni cuestiones que requieran una mejora urgente. Quedan múltiples problemas por resolver. Pero los datos nos indican que el mundo cada vez va mejor.

Not the end of the world

Not the end of the world

Not the end of the world

Siguiendo esa misma línea de pensamiento, pero focalizándose en la sostenibilidad y el cambio climático (dos temas de máxima actualidad), el libro “Not the end of the world” (Little, Brown Spark, 978-0316536752, en inglés) rompe muchos de los mitos existentes sobre estos temas. En el Hannah Ritchie, una investigadora de la Universidad de Oxford, parte de la premisa de que la sostenibilidad tiene dos mitades:

  1. satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y
  2. posibilitar que las generaciones futuras tengan las mismas (o mejores) oportunidades que nosotros, con un medio ambiente igual (o mejor) del que nos encontramos nosotros.

Para muchos ecologistas este anhelo implica una cierta vuelta al pasado, a “lo natural”, cuando la acción del hombre en su entorno era mínima y la tierra y el mar eran puros y vírgenes. Sin embargo, Ritchie nos muestra como en el pasado nunca se llegó a alcanzar la sostenibilidad: nunca se consiguió una satisfacción generalizada de las necesidades de la población humana. Hoy en día estamos más cerca que nunca de conseguir esa primera media mitad. Ahora toca focalizarnos en la segunda.

Ciertamente, hay amenazas muy serias que no podemos desdeñar. El cambio climático es real y lo sufrimos en nuestras propias vidas. Pero los datos nos muestran como en estos últimos años se han dado pasos importantes para la resolución de estos problemas. Hoy en día es posible afirmar que existen muchas posibilidades de que, si tomamos las medidas adecuadas,

llegaremos a conseguir esa segunda mitad. Es en ese sentido que Ritchie es optimista:

Nosotros podemos ser la primera generación en construir un planeta sostenible”.

esperanza

La suerte de haber nacido en nuestro tiempo

La suerte de haber nacido en nuestro tiempo

Mi tercera referencia favorita es “La suerte de haber nacido en nuestro tiempo” (EDICIONES RIALP S.A., 978-843216643) de Fabrice Hadjadj. En este breve libro, el autor, convertido al catolicismo a los 27 años, introduce un nuevo elemento en la ecuación: la fe. Para Hadjadj, la fe en Dios conlleva la fe en la fortuna inesperada de haber nacido en esta época tan convulsa y exige una esperanza por encima de toda nostalgia del pasado y de toda utopía del futuro. Si estamos aquí es que el creador nos quiere aquí. Nuestra misión específica es derramar la presencia de Dios en todas las cosas, liberar lo eterno que se encuentra escondido en lo temporal. Asumir esa misión implica asumir una serie de tareas concretas. Citare solo tres. La primera parece muy simple: recordar al mundo una serie de evidencias primeras (que la mujer es mujer y el hombre es hombre, que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, que los niños nacen de un padre y una madre).

La segunda, muy relacionada con la primera, volver a descubrir la carne, desarrollar una verdadera “teología del sexo” y, sobre todo, una teología de la mujer y de la maternidad. Y la tercera, dar testimonio. Pero un testimonio que no sea solo individual. “Debe ser el testimonio de una comunidad viva, acogedora, radiante, con un atrio abierto a la calle para atraer al transeúnte a la fiesta pascual, pero sabiendo también apartarse de la muchedumbre para ofrecerle el recogimiento de la adoración”. ¿Damos nosotros ese testimonio? Para Hadjadj el tamaño de esta comunidad no es indiferente. Es necesario que en esas fraternidades nos podamos conocer íntimamente, persona a persona, como los discípulos de Jesús.

Espero que esta visión no os haya resultado excesivamente ingenua. Realmente creo que es importante calmar algunos de los miedos irracionales que hay entre nosotros y redirigir nuestras energías hacia actividades constructivas. El miedo paraliza y no podemos quedarnos parados. ¡Aún queda mucho por hacer! Y, al mismo tiempo, es necesario ofrecer una esperanza que no se apoye en estadísticas o en perspectivas científicas y tecnológicas. Que esté afianzada en la fe en el Porvenir eterno. A fin de cuentas, la última razón de nuestra esperanza es Jesús.

 A fin de cuentas, la última razón de nuestra esperanza es Jesús.

Es tiempo de Pascua. A fin de cuentas, la última razón de nuestra esperanza es Jesús

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1 Responses

  1. Conchita dice:

    Querido Cesar me ha encantado tu articulo. Md ha encantado porque, es real tu análisis y porque los que gozamos de cada día que vivimos, arraigados en la fe, tenemos la esperanza de ser una generación que puede cambiar la vida. Bonito y acertado articulo, para que cuando salgamos del *desierto* de esta Cuaresma, transformemos la esperanza en «realidad».

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