Publicado el 2020-05-24 In Temas - Opiniones

“Vino nuevo en odres nuevos” – ¿Nuevas estructuras para Schoenstatt?

Patricio Young, Chile •

Si bien se valora la importancia del Schoenstatt en salida, esto no es suficiente. Por una parte, no es cualquier salida, se requiere que el apostolado tenga la perspectiva, el sello y la visión propios de nuestra misión, y por otra, se requiere también revisar las formas y las estructuras que hoy tenemos como familia. —

Jesús nos dice “Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!» (Mc. 2:21-22). Cabe recordar que esta respuesta de Cristo es a la pregunta «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?»

Los apóstoles no podían seguir repitiendo y viviendo las formas y leyes que provenían del pueblo judío y que representaban los viejos odres o la ropa vieja que naturalmente no se puede remendar ya que se termina destruyendo con la nueva vida que Él viene a predicar, para lo cual requerirá odres y vestidos nuevos.

Me parece que estas palabras de Jesús deben resonar también al interior de la Iglesia y en particular en nuestra familia. La nueva vida que se está gestando a partir de la renovada visión pastoral que nos ha traído el Papa Francisco, demanda con urgencia de nuevos vestidos y nuevos odres que contengan, canalicen y conduzcan esta nueva vida también en nuestra familia.

En efecto, se torna imperioso hacer una revisión profunda que nos permita generar una estructura organizacional, que, sin traicionar los principios entregados por nuestro Padre al respecto, sean capaces de contener, alimentar y desarrollar la vida de hoy. Las estructuras presentes, basadas en el carácter confederativo de nuestro movimiento, han respondido a la historia transcurrida, sin embargo, están algo superadas por las necesidades y realidades que actualmente se nos plantean.

Partiendo desde la Presidencia General, siguiendo por las Presidencias Nacionales, los Consejos de Familia Diocesana o Local, pasando también por la Dirección del Movimiento, es necesario hacer una revisión, teniendo presente la visión del fundador: “Yo deseaba siempre tener solo la organización jurídicamente asegurada que fuese la mínima necesaria para contener el todo y que resistiese para todos los tiempos, zonas y situaciones (…). La organización era cosa secundaria; el organismo – lo que quiere decir: espíritu y vida – era siempre mi principal preocupación” (LS 1952 I, 24 y ss).[1]

Situación actual

Nuestra realidad de familia debe asegurarse, buscando siempre superar posiciones y actitudes que nos alejen de esa dimensión; como el sostenernos con instancias tan independientes y autárquicas que no veamos necesarios a los otros, la búsqueda de falsos protagonismos, la crítica de pasillo y la falta de solidaridad de destino. Siempre debemos tener presente lo que nos señala el Papa Francisco en Evangelii Gaudium; “El todo es superior a la parte”.

Entremos ahora a la estructura. En una mirada piramidal, surge en el vértice superior la Presidencia General, la máxima instancia moral de nuestra familia, instancia de coordinación sin poder jurídico. Una institución muy poco conocida por toda la obra. Poco o nada se sabe de quienes la conforman, cómo los eligen, cuánta presencia hay de personal consagrado y laico, qué competencias tienen en la marcha de la familia, hasta qué punto pueden intervenir en la vida del movimiento y en los países, sobre que temas hablan y deciden.

En un mundo que privilegia la transparencia no es posible sostener una instancia de esta naturaleza tan hermética. Es imperioso explicar e incluso analizar su rol con el resto de la familia.

Desde hace poco, aparentemente de manera paralela a la Presidencia General, está la Coordinación Internacional. De ella sabemos recién con su iniciativa de la coronación a nivel internacional.

¿Quien elige a la Coordinación Internacional y a los jóvenes que forman su equipo y pretenden representarnos frente al mundo? Nada o poco se sabe porque no se comunica – ¿con quiénes hablaron antes para descubrir, evaluar, y coordinar deseos, inquietudes, corrientes de vida en la familia? O si fuera algo desde arriba, una idea, una inquietud de ellos, entonces: ¿motivan, inspiran, piden, exigen, imponen, decretan? ¿Somos nosotros, schoenstattianos individuales, familias nacionales, comunidades, motivados, inspirados, u obligados a hacerlo?

Existe una coordinación continental con un padre y una hermana. A ellos se dirige el secretariado del CELAM cuando quiere invitar delegados de Schoenstatt a congresos. ¿Cómo los eligen? ¿Qué labor realiza esta coordinación?

Bajando en la pirámide aparecen las Presidencias Nacionales, otra instancia desconocida por la gran mayoría de la familia y que sufre de los mismos problemas de la Presidencia General.  Solo sabemos de ella cuando aparecen algunos comunicados.

Le siguen los Consejos de Familias locales. Instancia más directamente relacionada con la vida. Estas instancias han tenido diversas versiones, sin embargo, por lo general, salvo honrosas acepciones, han estado supeditadas a la visión del sacerdote asesor a cargo de la familia. En definitiva, él decide si se considera en esta instancia solo a los miembros del movimiento y peregrinos locales o si incorporará a las federaciones e institutos, que no sean de padres y hermanas, que están presentes por su rol de asesores. Igual situación tiene el matrimonio o quién tenga el rol de “Coordinador de Familia”, cuya función es poco precisa y también está muy determinado por el espacio que le otorgue el asesor.

Esta situación le ha hecho muy mal a la vida de las familias locales, ya que no logran establecer una forma de conducción o coordinación clara, generando muchas veces una dependencia absoluta del asesor de turno, constituyéndose en une expresión schoenstattiana del clericalismo de nuestra Iglesia. Sorprende la vitalidad, la fuerza, el compromiso de las familias que se conducen a si misma con una presencia ocasional del asesor o asesora. Esta situación también ha afectado el rol que al interior de la familia debieran cumplir todas las federaciones e institutos. Es por ello por lo que se requiere dar un salto en esta dirección.

Existe también la “Dirección del Movimiento”, una instancia que requiere una urgente revisión. En efecto, respondió a una etapa de la familia, donde todos éramos miembros de la comunidad apostólica, no existía un desarrollo importante de la militancia, las federaciones e institutos. Sin embargo, ha seguido siempre igual.

En definitiva, hay que definir cuál es su rol. ¿Coordinar a la liga apostólica y a la militancia o es una instancia de coordinación de toda la familia? En definitiva, su situación actual no está muy clara. Nos parece que debería reestructurarse para que responda mejor al Schoenstatt de hoy, dando cabido a un consejo formado por todas las instancias, cuidando a su vez no entrar a competir con el rol de la Presidencia Nacional.

No es posible que se sigan definiendo políticas, lineamientos o se desarrollen eventos como las Jornadas de Jefes a nivel nacional o el Congreso de Pentecostés a nivel internacional, donde se presenten como decisiones del movimiento, cuando instancias como las federaciones y los institutos, especialmente laicales, no han tenido una participación activa y directa tanto en su gestación, como en su desarrollo y en sus conclusiones. Actualmente solo son invitados.

Existe también la “Central de Asesores”, la cual coordina la labor del personal consagrado (o los que hacen de Schoenstatt su labor, los schoenstattianos profesionales o por profesión, como el Padre Kentenich los llamó) que realiza esta función al interior de la familia. Nos parece que es hora de revisar esta instancia en cuanto a una mayor presencia laical y no solo de un “Schoenstatt-profesional”, sino laicos que estén también en las trincheras.

Hemos señalado en muchas oportunidades, a modo de ejemplo, que no es posible formar jóvenes solo con una presencia de sacerdotes o hermanas, es imperioso que apoyen matrimonios para que tengan una visión formativa más completa e integrada, pensando en su vida futura. Para eso están los institutos y las federaciones laicales que mucho pueden aportar.

Por otra parte, se requiere establecer quizás con mayor urgencia, una Instancia de Coordinación Apostólica en la familia nacional y en las distintas regiones del país para potenciar efectivamente nuestra misión. Es impresentable que no existan coordinaciones, enriquecimiento formativo para el apostolado y estrategias comunes a nivel local, nacional e internacional. Me sorprendió leer en Vínculo que mientras en Chile se realiza la misión a Cuba, también se hacía desde España, sin conocimiento y coordinación alguna entre ellas. Eso pasa a todo nivel y permanentemente.

En este ámbito más que un “ejército en orden de batalla” como señalaba nuestro fundador, parecemos una guerrilla, donde cada cual tiene su frente y alcanza su objetivo como mejor le parezca.

Lo que quisiera aquí explicitar, es que, si no gestamos esta nueva coordinación apostólica, estamos afectando significativamente el cumplimiento de nuestra misión. Porque una cosa es la libertad y la independencia de las distintas instancias de esta confederación, otra muy distinta es el desorden, la desarticulación y la improvisación que se produce cuando no se trabaja coordinadamente y por lo mismo no se revisan, confrontan, evalúan y estudian las experiencias apostólicas que estamos desarrollando; más aún cuando es este es el fin último de nuestro movimiento.

Bases para una nueva estructura

Se comprende que el padre no quiere estructuras que asfixien la vida, sino que la acompañen, la apoyen y de ser necesario la canalicen. Deben ser instancias que estén al servicio de la vida y que no terminen ahogándola o fracturándola. Es en esta dirección como debemos revisar las estructuras existentes.

Nuestro padre siempre pensó en una organización federada que se confedera: esta idea original del fundador está contenida –oficialmente- en el llamado Informe Menningen, de 1976, el que se resume en la siguiente cita del mencionado documento: “La suma de todas las palabras del fundador acerca de la esencia de la Federación Apostólica, creo que debe resumirse según su contenido y expresión en el concepto de ‘confederación’”.

Es cierto, parece una visión que se refiere a las Federaciones Apostólicas, aunque allí nunca se ha aplicado cabalmente, pero se proyecta también a toda la visión federativa de la obra.

¿Qué significa que esta esencia organizacional sea confederativa? Significa una organización formada por unidades autónomas: ligas, federaciones e institutos que al confederarse delegan parte de sus derechos, por el bien común, a esta confederación y establecen una instancia de coordinación y conducción superior. No solo como instancias inspirativas, sino también operativas.

Para esto hay mucho camino por recorrer y se necesita un trabajo muy serio con participación de todas las instancias de la familia. Una comisión de alto nivel que recoja la realidad y la vida de la familia y haga una propuesta puede ser necesario. Para su implementación quizás se deba hacer por etapas, pero lo claro es que debe iniciarse ya porque los tiempos no están para trabajar para el pasado mañana. En medio de este cambio civilizatorio que vivimos, las respuestas se necesitan hoy.

Sabemos que esta realidad confederativa de nuestro movimiento nos marca un carácter muy propio y distinto a las estructuras normales de nuestra Iglesia. Esta misma Iglesia, guiada por el Papa Francisco, que se abre más y más a la sinodalidad, a un “caminar juntos”, a lo que un P. Kentenich describió con la imagen de “sentarse en torno a la mesa” para compartir las experiencias reales de la vida, escuchando uno al otro, aprendiendo uno del otro, inspirándose uno con el otro.

Realidad que en Schoenstatt, como en la Iglesia, es muy compleja, ya que las estructuras deben coordinar y permitir la libertad de las distintas instancias que se cobijan al interior, asegurando que no se traicionen principios y se pierda el horizonte de nuestra misión.

Para lograr en los tiempos actuales una real unidad en la diversidad, se requieren nuevos odres que contengas la vida nueva.

[1] Tomado del Schoenstatt Lexikon, Traducido por Sergio Hidalgo M.

 

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5 Responses

  1. Jorge Waidele dice:

    Buenos días, gracias al autor P Young. Creo que la estructura de la Familia, en todos sus niveles privilegia la autonomía, la colaboración federativa y la libertad. Está centrada en el respeto al SER. Buena cosa. Pero ese respeto es tan extremo, que se transforma en una organización extremadamente torpe e ineficiente en el HACER. Eso es muy malo. El HACER se expresar, finalmente, en iniciativas individuales que ocurren fuera de la familia, preferentemente.
    Es muy difícil dirigir una organización centrada en el SER. Las estructuras dirigentes tienen menor importancia. Lo relevante ocurre en nivel de las bases. A nadie le importa los niveles directivos. No conducen . Lo relevante ocurre en las bases. Los grupos, las comunidades. Son los talleres del SER. Abrazos

  2. John Hitchman dice:

    De acuerdo que hay que hacer algo
    Fernando aclara la metodología: audacia en el diálogo y los principios que lo deben animar
    Ignacio advierte que debemos ser más prolijos en determinar las causas de descordinacion y estudiar mejor el rol del Consejo de Familia
    No dejemos en saco roto la reflexión invitar Oria de Patricio Young
    Bendiciones
    John

  3. Sí …y …comparto la urgencia de «CONVERSAR PARA ACORDAR» a la que invita Patricio. No obstante la estructura que tiene Schoenstatt ha tenido sorprendentes resultados, en su expansión de personas y patrimonio, en los últimos 100 años, ello es mérito de la Mater que nos ha usado como instrumentos dóciles y ha tomado nuestro Capital de Gracias para multiplicarlo sorprendiéndonos. Ello no evita que revisemos si estamos siendo despiertos o necios en el ejercicio de nuestras actividades. Tenemos muchos problemas, pero ello podría ser natural y propio del crecimiento. Un análisis más ácido es observar si en este hogar se conversa, hay dialogo, todos saben lo que los otros haciendo como suele ser en cualquier familia; si hay disposición e interés para escuchar, atender y saber lo que está pasando por el corazón de los demás miembros. Ciertamente, lo más importante es el MAXIMO CULTIVO DEL ESPIRITU y ello ocurre en la medida que las personas se involucren para hacer suyo el movimiento; esta fue la GRAN NOVEDAD de la fundación de Schoenstatt …que se involucren, que se haga a su manera. Desgraciadamente en Schoenstatt practicamos intensamente el MAXIMO DE LIBERTADES desatándolo de la magnanimidad heroica que es lo que tiene el hombre nuevo; en el MINIMO DE OBLIGACIONES también vivimos un problema derivado de nuestra incompetencia para desarrollar autonomía y nos quedamos en los muros, que denunciaron los jóvenes, para proteger, con la mejor intención, cada uno su poder. En los últimos 30 años, cuando ha cambiado la ERA que ahora es colaborativa, ecológica y digital nosotros curiosamente parecemos con nuestra audacia de fe adormecida, como sí creyéramos que esta fundación depende más de nosotros que de la Mater. Espíritu Santo y dando la tranquilidad de arriesgarnos en los líderes, de servirlos alegre y desinteresadamente, en vez de usarlos para asegurar lo nuestro. En cada Santuario, cada fundación, cada grupo queremos apostarlo todo, queremos su autonomía ABSOLUTA, su capacidad de sobrevivencia en estos convulsionados tiempos. A ratos, criticamos la falta de solidaridad al interior de Schoenstatt y nuestra incompetencia para transformarlo en círculo virtuoso; es un desafío que no podemos eludir. Esta nueva ERA que ya está con nosotros será durísima y tenemos que estar con buen nivel de anticuerpos, que son fe/esperanza/caridad, para ayudarle a la Mater que se siente desvalida. Es urgente que todos nos abramos a dialogar, sin miedo. Es urgente que sigamos la manera de hacer familia de nuestro P.Hernán Alessandri: i)escuchar y preguntar hasta entender; ii)conmovernos para empatizar y misericordiar; iii)Hacer lo que esté a nuestro alcance; e, iv)Invitar a otros a hacer lo mismo. En Schoenstatt tenemos poco interés de escuchar, no tenemos tiempo ni paciencia …sólo queremos que nos escuchen a nosotros. Esto es un trabajo de uno en uno, no es un trabajo masivo, es de corazón a corazón, uno a uno, pero va dejando una huella tan profunda y encarnada que se mantiene con una fortaleza inmensa. Schoenstatt es más de abajo hacia arriba que de arriba hacia abajo; eso quiere decir que la Mater va influyendo como buena madre desde abajo, tenemos que aprender a leer esos saludos como saludos y deseos de la Mater y de Dios; tenemos que creer menos que los «JEFES» que tienen el poder tienen especial ayuda del Espíritu Santo, incluso aunque sean extraordinariamente competentes y lúcidos; lo que importa es hablarle a los corazones y mover los corazones; eso tiene menos que ver con las ideas lúcidas y vociferantes, tiene más que ver con actos convincentes y acogedores. Que Dios nos bendiga, la Mater nos cuide y nuestro Padre nos guíe.

  4. Ignacio Serrano dice:

    Estimado Patricio, Se agradece tu incisiva honestidad. Y ciertamente debemos revisar muchas de las estructuras que ya no «dan el ancho», e incluso perjudican el trabajo coordinado y la autonomía de las comunidades. Y en verdad no estamos ajenos al clericalismo y al sobre protagonismo del asesor. Sin embargo, también me parece que culpar a la Presidencia o Consejo de Familia de nuestros males, es como decir que debido a la estructura de la Curia Romana los cristianos no somos más apostólicos.

  5. Johm dice:

    Muy e acuerdo con Patricio “Young odres nuevos”
    Por algo está la corriente de re fundar Schoenstatt
    Su alcance e implementación requiere Estudio
    Audacia y Oración para discernir
    Pero no se debe dejar pasar este “xairos “
    (Tiempo propicio)
    John Hitchman

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