Publicado el 2019-04-11 In Casa Madre de Tuparenda, José Kentenich, Pastoral carcelaria

Pedagogía kentenijiana en la periferia (3)

Pedagogía kentenijiana en la periferia, P. Pedro Kühlcke •

¿Libertad en la cárcel, es posible? Sí, dijo un Padre Kentenich. Y lo mostraba. Sí, dice el P. Pedro Kühlcke y lo muestra: en la cárcel de menores de Itauguá, a pocos kilómetros del Santuario de Tupãrenda. La pregunta tal vez mas audaz le pusimos hace unos meses desde Schoenstatt.org: Pedagogía kentenijiana en la periferia, es posible? Sí, contesta, y lo muestra en la cárcel de menores, en esta tercera parte de su reflexión en relación a la pedagogía de ideales. Si es posible en esta periferia, debe ser posible en otras, también. E incluso dentro de Schoenstatt. —

 

Pedagogía de ideales

Creo que esa parte es un poco más conocida para ustedes. Pedagogía de ideales: ¿qué significa eso? Para el Padre lo más importante es el ideal personal. ¿Quieren una de las varias definiciones del ideal personal que nos da el Padre? Agárrense, anoten bien, porque es super complicada:

“Ahora tengo que agregar, en sentido aristotélico y también en nuestro propio sentido: se trata de la idea originaria que Dios ha tenido de mi persona y de mi tarea  y cuyas bases él ha depositado en mis disposiciones, en mis dotes naturales y sobrenaturales. En este contexto, quiero recordar sólo brevemente que, junto con lo dicho, también es importante el medio, el entorno, por ejemplo, el modo y el lugar en el que he crecido, mis superiores, y otros factores semejantes.”[1]

¿Todo claro? ¿Qué es el ideal personal? Es la idea originaria que Dios ha tenido de mi persona y de mi tarea. Traducción: Cuando Dios me creó, tuvo un sueño hermoso ─ ¡para cada uno de nosotros Dios tiene un sueño hermoso, y para cada uno un sueño diferente! No somos figuritas repetidas, no somos soldaditos marchando todos en fila. Cada uno es original, único; nadie de nosotros existe por accidente, nadie está “chutado” en el mundo. Dios tiene un sueño maravilloso para cada uno ─ lamentablemente muchas personas no tienen idea cuál es ese sueño. Y se pasan la vida emborrachándose, para no decir otras cosas peores.

Nuestra tarea es descubrir ese sueño: ¿Para qué me puso Dios a mí en este mundo? Cuando comienzo a descubrir ese sueño, de pronto voy a tener fuerza y voy a poder decir: “¡Yo quiero realizar ese sueño!” Entonces ya no importa el qué dirán, no importan las tentaciones, porque yo tengo un sueño, yo quiero realizar ese sueño.

Eso es pedagogía de ideales. ¿Vieron que no es tan complicado? Por supuesto el Padre le agrega mucho más: habla de la idea originaria que Dios ha tenido de mi persona, de mi tarea… ¿Cuál es mi misión? ¿Y cómo la descubro? Las bases de ese sueño, dice el P. Kentenich, Dios las depositó en mis disposiciones, en mis dotes, en mis talentos. ¿Vieron que en la Juventud Masculina hacemos el test de los temperamentos y un montón de cosas para encontrar el ideal personal? Si Dios tiene un sueño para mí, entonces me da las herramientas para descubrirlo y para realizarlo.

El Padre continúa diciendo que el entorno también es importante. Dios también me habla a través de mi entorno: ¿Por qué justo a mí me tocó esta familia? ¿Por qué justo a mí me tocó nacer en Alemania en el año 1963? ¿Y por qué a mí me tocó tal cosa o tal otra? Con todo esto Dios me habla y me da la posibilidad de descubrir su sueño para mí, y me da las herramientas para empezar a realizarlo: ¡pedagogía de ideales!

¿Podemos hablar de ideales en la cárcel? Yo personalmente diría que es lo más importante, es lo más central de lo que hay que hablar. En la cárcel encuentro muchos jóvenes que me dicen: “Pa’i, mi vida no tiene sentido, en realidad no sé para qué existo.” Uno me contaba por ejemplo: “Mi mamá me abandonó cuando tenía tres años y se fue a vivir con otra pareja, a mi papá ni siquiera lo conozco. Me quedé con mi abuela, pero se murió cuando yo tenía ocho años, y ahí ya me quedé solo en el mundo. Nadie sabe que yo existo, a nadie le intereso, mi vida no tiene sentido.” Frente a esos abismos de soledad y sinsentido es impactante poder decir: “¡No, vos no estás por accidente en el mundo, tu vida sí tiene sentido, Dios quiso que existas! A lo mejor tu mamá no quería que existas, a lo mejor tu papá nunca se ocupó de vos, pero Dios hizo lo casi imposible para que vos existas, porque te ama muchísimo.”

A veces les cuento de la infancia del Padre Kentenich. ¿Ustedes sabían que el papá del Padre Fundador nunca lo reconoció, siempre lo rechazó? La mamá era empleada doméstica, y no lo podía tener con ella. Él creció con sus abuelos, fue un abuela memby[2]. Pero con el tiempo los abuelos se pusieron viejitos, ya no se podían hacer cargo de él. La mamá tenía un empleo sin retiro, donde no podía llevar a su hijo.  Cuando José Kentenich tenía ocho años, la mamá, con todo el dolor de su corazón, lo tuvo que entregar en un orfanato. ¡Espantoso! Varias veces se escapó de ese orfanato, por su anhelo de libertad, y por lo mal que vivía allí ─ y la policía lo llevaba de vuelta al orfanato. ¡El Padre no tuvo una vida fácil! Pero él descubrió que Dios lo amaba y que le dio una mamá en el cielo.

Cuando le hablo a los jóvenes en la cárcel, les digo siempre: “María es la mamá que no te abandona nunca, igual que a su hijo Jesús. Y Dios te puso a vos en este mundo porque te ama, y tiene un hermoso sueño para vos.” Al escuchar eso, me miran como diciendo: “¿De qué me está hablando este pa’i?” Entonces me pongo un poco como a soñar con ellos, y les digo por ejemplo: “¿Te imaginás algún día tener un buen oficio, un buen trabajo, y con el sudor de tu frente comprar un terrenito, y hacer tu propia casita? ¿Y algún día tener una buena mujer a tu lado, y tener hijos maravillosos?” Ahí se les va iluminando la cara a los chicos. “Y tus hijos, ¿te imaginás que algún día digan: ‘¡Gracias, Dios mío, por el buen papá que me regalaste!’?” “¡Sí, pa’i, eso me gustaría mucho!”  “¿Y que tus hijos nunca sufran lo que vos sufriste?” “¡Sí, por eso quiero luchar, pa’i!” Ese joven ya tiene un sueño, ya tiene casi como un ideal personal, como diríamos en Schoenstatt: ¡Mi vida sí tiene sentido, hay algo por lo que vale la pena luchar! “No quiero que mis hijos sufran lo que yo sufrí, quiero ser para ellos el papá que yo nunca tuve.”

A lo mejor casi podríamos decir que ése también es el ideal personal del Padre Kentenich: Fue papá para muchísimos, él que no tuvo papá. A los jóvenes en la cárcel eso realmente los motiva. El Padre Guillermo Carmona, que hace mucho tiempo fue mi maestro de novicios, y también fue mucho tiempo Director del Movimiento en la Argentina, una vez nos visitó en la Casa Madre de Tupãrenda. Mucho después contó que una de las cosas que le impactó fue cuando la directora de la Casa le dijo: “Cuando un joven descubre el sentido de su vida, deja la droga y la mala vida.” ¡Es una realidad! ¡La pedagogía de ideales te cambia la vida!

Cuando ese joven descubre su sueño: “¡Yo quiero ser un buen papá, quiero ser el papá que nunca tuve!”, entonces le hablo en forma muy directa. Le digo: “Bueno, y en ese hermoso sueño para tu vida, ¿hay droga, robo, violencia?” “¡No, pa’i!” “Como mamá de tus hijos, ¿querés tener una buena mujer, o una chica de la calle, bandida, drogadicta?” “¡Un buena mujer, obviamente!” “Y una buena mujer, ¿va a querer estar con un ladrón, drogadicto, prisionero? ¿O con un buen hombre?” “¡Con un buen hombre, pa’i!” “Bueno, entonces, ¿cuál es tu tarea?” “¡Tengo que llegar a ser ese buen hombre; tengo que dejar la droga y la macanada, porque algún día quiero ser un buen papá!”

¡Eso cambia la vida! Y, como dijo la directora de Casa Madre: esos jóvenes dejan la droga. Por lo menos algunos… Por supuesto hay muchos que decaen, abandonan, y vuelven a la misma vida desastrosa de antes. ¡Pero algunos lo logran! No sé si ustedes conocen a amigos, compañeros, parientes, que están en eso… Una vez que uno cae en la droga, es muy difícil dejarla ─ ¡pero la pedagogía de Schoenstatt es una gran ayuda! “Tengo un ideal, vale la pena luchar por ese ideal, aunque la ‘fisura’[3] casi me mate y quiera volver a consumir. ¡No voy a caer, porque quiero ser un buen papá!”

¡Eso es pedagogía de ideales, y aquí en Tupãrenda tenemos la experiencia! En Casa Madre hay jóvenes que eran muy adictos, habían caído muy bajo, pero lograron salir de todo eso, y hoy día son profesionales exitosos. ¿Se dan cuenta cómo todo ésto realmente tiene que ver con lo que estamos leyendo? Esto[4] no es un libro lleno de teorías, sino que es lo que estamos tratando de hacer en Schoenstatt.

 

Equipo de la Pastoral carcelaria

Charla para la Juventud Masculina de Tupãrenda, 3ª parte
16 de septiembre de 2018
P. Pedro Kühlcke, parte 3

Transcipción: José Argüello, Tita Antras. Corrección y redacción final: P. Pedro Kühlcke

[1]    Herbert King (ed.), José Kentenich: Una presentación de su pensamiento en textos. Tomo 5: Textos pedagógicos. Ed. Nueva Patris, Santiago de Chile, 2008. Citado como “King”. Pág.  344.
[2]    ”Hijo de abuela” ─ criado por la abuela, muchas veces con poco o nada de contacto con sus padres.
[3]    Síndrome de abstinencia.
[4]    El libro de los “Textos pedagógicos”.

 

Pedagogía kentenijiana en la periferia (2)

¿Libertad en la cárcel?

 

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