testimonio

Publicado el 2024-01-24 In Columna - Manuel de la Barreda, Reflexiones sobre Schoenstatt

Solo el testimonio arrastra

Manuel de la Barreda, España • 

En varios artículos y comentarios leídos desde hace tiempo en este medio, me parece entrever una necesidad de cambio, incluso un deseo de cambio de nuestra Familia, de nuestro Movimiento, aunque también es verdad que esa visión, esa necesidad que vemos algunos, no es compartida por todos. —

Parece también que necesitáramos que otro nos viniera con el cambio dado, que otro le pusiera el cascabel al gato. Por mucho que en la pedagogía schoenstattiana se hable de generar vida, de las puertas abiertas, aunque haya que evaluar posteriormente, la sociedad y el mundo actual nos arrastra a lo contrario. A sentarnos a esperar que otro lo haga, que otro tire del carro.

Nos hemos contagiados interiormente de ese mecanicismo contra el que luchaba el padre Kentenich.

¿No queríamos ser hombres nuevos?

“El humo de Satanás ha entrado en la Iglesia” dijo Pablo VI. Y creo que podemos decir lo mismo nosotros en Schoenstatt, porque que somos parte de la Iglesia. El humo de Satanás ha entrado en Schoenstatt, y lo ha hecho a través de la mentira y el autoengaño. Satanás es tremendamente legalista. Se agarra a esas leyes que tenemos, vengan de Dios o nos las autoimpongamos nosotros, para utilizarlas en nuestra contra con la mentira y el engaño, haciendo que nos sintamos culpables por el no cumplimiento, como que nos sintamos tan autocomplacidos con su cumplimiento que nos perdamos en la letra de estas y nos olvidemos del Espíritu.

¿No queríamos “autoeducarnos”? ¿No queríamos luchar contra el mecanicismo? ¿No queríamos ser hombres nuevos?

Nos hemos autoeducado en la mentira de que somos “especiales”, autoengañándonos, y hemos acabado siento especialmente inmóviles.

El mecanicismo se ha introducido en la Familia para que nadie se mueva fuera de lo políticamente correcto. ¡¡No se te ocurra criticar a esta o a esa Comunidad no vaya a haber un cisma!! Da igual que cometan errores, no vaya a ser que se enfaden.

Hombres nuevos en 1920; cien años después ya somos viejecitos y no nos damos cuenta. Nos han segado. Nos han puesto unas gafas con las que nos vemos “jóvenes” y nos quedamos tan contentos.

“Quién se mueva no saldrá en la foto”

En definitiva, nos hemos segado nosotros mismos la posibilidad de ser un movimiento vivo, un movimiento dinámico, que sea capaz de adaptarse a las necesidades de la Iglesia, a la cual servimos, y de la sociedad. Ese “quién se mueva no saldrá en la foto” que tanto criticamos a nuestros partidos políticos ha acabado por contagiarnos, y como pasa en la sociedad, lo único que nos queda es un espacio para la queja y la lamentación, sabiendo que de ahí no se sale fácilmente pues te autocomplaces diciendo, “por lo menos he hecho algo”.

Pero no. Aquí no se acaba el partido.

Lo que inventó un tal Jesús hace 2000 años

A todos aquellos que les parezca que esto se puede reconducir, les invitaría a utilizar una herramienta super nueva, pero tremendamente potente. No tiene gigas ni teras. No funciona ni con batería ni conectada a la red. No le hace falta ni wifi ni nada, pero su transmisión de datos es tremendamente eficaz. Se trata del Testimonio. La inventó un tal Jesús hace como 2000 años, y le sirvió para convencer a 12 hombres para que cambiaran su vida y con ello a millones de personas desde entonces.

Hace unos 10 o 12 años, una amiga que pertenecía al Regnum Christi me dijo que quería meterse en Schoenstatt porque todas las personas que conocía de Schoenstatt tenían una sonrisa especial. Pues tenemos que lograr, cada uno de nosotros particularmente, que eso se haga de nuevo realidad. No solo en la sonrisa, que sí, sino en construir y ser schoenstattiano de la forma que pensamos se debe ser.

Ser schoenstattiano de la forma que pensamos se debe ser

¿Qué no crees que Schoenstatt deba cerrarse en sí mismo, sino salir fuera? Hazlo. Vete a la parroquia, vete a otras parroquias menos favorecidas que la tuya o a otros sitios, ONG’s o lo que sea, a ayudar. Pero que no sea una ayuda autocomplaciente, sino comprometida.

¿Qué no te gusta algo internamente? Pues dilo. Con respeto, pero con absoluta libertad, a pesar de que pueda haber “represalias”.

¿Qué te carga ese lenguaje interno tan pomposo que hace difícil contárselo a otros? Pues no lo utilices, pero cuéntale la verdad de lo que has conocido y cómo te ha movido el corazón.

¿Qué prefieres rezar por una intención grave a cualquier otro santo “de los potentes” dentro de la Iglesia en lugar de al P. Kentenich? Pues hazlo. Parece que el P. Kentenich todavía está en prácticas y no tiene buenos resultados.

Testimonio y oración

Pero no olvides una cosa. Los 12 apóstoles no iban de vaqueros por la vida. Se sabían elegidos para una misión que les superaba con creces y por eso debían de alimentarse, de recuperar fuerzas con la única cosa, enseñada por Jesús, que les podría mantener: la oración. Somos muy de acción en Schoenstatt, y eso nos ha llevado en infinidad de ocasiones a olvidarnos de la oración, de ese encuentro personal y privilegiado con Jesús, a través de su Madre o directamente, fuerza de nuestras fuerzas. Recuperemos o aprendamos a rezar. Con humildad. Con confianza, con perseverancia, sabiendo que es nuestra gasolina. Llenemos nuestros santuarios, nuestros santuarios hogares, con oración, con presencia.

Testimonio, testimonio, testimonio. Oración, oración, oración. Con paciencia, con educación, con verdad, con libertad.

Podemos escribir aquí o quejarnos allá, pero lo único que arrastrará a otros será nuestro testimonio, fortalecido con nuestra oración.

El testimonio

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