Publicado el 2020-08-19 In José Kentenich, Temas - Opiniones

Carisma de los fundadores y carisma de la fundación

Entrevista a P. Juan Bautista Duhau •

En un diálogo personal del P. José Kentenich con una Hermana de María, ésta lo interrogó sobre qué sucedería cuando él no estuviese para conducir la Obra. Con mirada profética, él respondió: “Después de cincuenta años de la muerte de un fundador existe el peligro grande de que una comunidad caiga en una crisis seria”. Visiblemente afectada, la interlocutora le replicó si esto se aplicaba también a Schoenstatt. “Ciertamente, puede pasar -continuó señalando el padre fundador- pero sólo si la familia no permanece fiel a sus fuerzas fundamentales. Se requerirá una renovación y consolidación interiores fundamentales. Después, la Madre de Dios quizás le regale al padre hijos que lo entiendan mucho mejor que los actuales”. —

Para reflexionar precisamente sobre tiempos de madurez, crisis y renovación de un carisma, el equipo de schoenstatt.org ha contactado al teólogo argentino Juan Bautista Duhau. El P. Juan Bautista es sacerdote, perteneciente al Movimiento de la Palabra de Dios, y es uno de los principales expertos latinoamericanos en la teología del carisma y nuevos movimientos eclesiales. Invitamos a los schoenstattianos a leer con atención y pausa cada una de las respuestas, pues ellas encierran reflexiones profundas, ilustrativas y desafiantes.

 

  1. En un reciente artículo de su autoría sobre “Carisma e institución en los movimientos eclesiales y nuevas comunidades”, usted describe tres etapas de un carisma: una primera fase fundacional espontánea, una segunda de intenso y bullicioso crecimiento, y una tercera de crisis y madurez. ¿Existen lapsos de tiempo comunes para estos momentos? ¿Cuánto dura la madurez y sus respectivos «dolores de crecimiento»?

Los movimientos y nuevas comunidades conforman una «galaxia» de organizaciones, asociaciones y grupos de lo más diversas, que conforman el conglomerado de las «nuevas realidades eclesiales» y que yo opto por denominar «nuevas organizaciones carismáticas». Su pluralidad es un obstáculo para determinar plazos de tiempo para el recorrido de su evolución. Sólo la investigación sobre estos procesos, que recién se iniciaron a principios de este siglo XXI, nos permitirá describirlos y plantear una caracterización. Para ello, es imprescindible que los movimientos den a conocer sus trayectorias de revisión y transformación, generando una verdadera reflexión y haciendo un aporte al conjunto de los movimientos y nuevas comunidades.

El teólogo italiano Piero Coda, vinculado estrechamente al Movimiento de los Focolares, es quien ha planteado la existencia de este tercer momento -de crisis y madurez- en la vida de los movimientos. Evidentemente cercano a la experiencia del fallecimiento de Chiara Lubich, indica que esta etapa se sucede a la conclusión del período fundacional y es la oportunidad de desarrollar una institucionalidad que muchos movimientos no logran en vida del fundador o fundadora.

Personalmente, considero que los momentos de crisis y madurez se abren en las nuevas organizaciones carismáticas por estos motivos, pero también por diversas necesidades emergentes debido a las transformaciones sociales y eclesiales, y por los procesos evolutivos de cualquier organización. Observo que, en distintos movimientos y comunidades, se inician procesos de actualización al hacerse necesario movilizar el recambio generacional en el liderazgo, reformar las prácticas evangelizadoras, reflexionar novedosamente sobre la educación moral que ofrece a sus miembros, asumir prácticas más transparentes en la gestión de los bienes, revisar los presupuestos sobre el acompañamiento personal y asumir nuevos paradigmas de cuidado y desarrollo de la conciencia personal, entre otros.

 

  1. Centrándonos en la tercera fase, usted refiere que una de las causas de las crisis en las comunidades radica en que, en momentos de madurez, aparece una «enfermedad autoinmune» para protegerse de la innovación. Incluso habla de síntomas de esa enfermedad: incapacidad para traer nuevas personas creativas y de calidad. ¿Qué significa hoy “un carisma ideologizado carente de biodiversidad”?

Luigino Bruni, investigador laico vinculado también a los Focolares, es quien plantea la existencia de esta enfermedad auto inmune, es decir, una lucha interna donde el mismo organismo es quien genera las sustancias que lo enferman. Esta enfermedad está enraizada en el mal manejo del miedo a perder la originalidad y la identidad específicas del carisma del fundador.

Luigino Bruni, investigador laico vinculado también a los Focolares, es quien plantea la existencia de esta enfermedad auto inmune, es decir, una lucha interna donde el mismo organismo es quien genera las sustancias que lo enferman. Esta enfermedad está enraizada en el mal manejo del miedo a perder la originalidad y la identidad específicas del carisma del fundador.
Cuando las organizaciones carismáticas se encuentran en su momento de auge y crecimiento, invierten todas sus energías en las actividades que potencian y desarrollan los aportes positivos y exitosos, y se abandonan los aspectos inmaduros o más complejos del movimiento o nueva comunidad para un después que nunca llega.

Mirando sólo a los aspectos exitosos de la organización, los responsables piden a sus miembros que dediquen todas sus energías hacia estos fines “buenos” uniformando, en general, el modo de hacerlo. Esto genera una identidad carismática muy reducida, unos miembros muy homogéneos, o la falta de biodiversidad hacia dentro de la comunidad. Además, a esta tendencia se suma una visión negativa sobre los miembros descontentos, que expresan modos diversos o heterogéneos de llevar adelante la misión del carisma, o que se ocupan de atender o cuestionar las sombras o límites de la comunidad.

 

  1. Si lo planteamos ahora en términos positivos, ¿qué significa una renovada “inteligencia del carisma”? Pues la reformulación de un carisma puede hacerse mirando hacia atrás, es decir, buscando una mayor fidelidad al espíritu fundacional; y puede hacerse mirando hacia adelante, priorizando una mayor creatividad para actualizar el carisma frente a los “nuevos tiempos”.
Los carismas progresan y evolucionan o mueren, más lento o más rápido, pero si se estancan comienzan a desfallecer.
Como señala el Concilio Vaticano II, y nos ha recordado oportunamente el Papa Francisco, “toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación” (cf. UR 6; EG 26). Los dones que Dios ha ofrecido a la Iglesia no envejecen, pero tampoco permanecen perpetuamente iguales; si perviven lo hacen siempre en un doble movimiento que supone renovación y fecundidad. También los movimientos y nuevas comunidades deben asumir dinámicas de cambio y evolución, verdaderos procesos de reforma, como un camino para aumentar la fidelidad a su vocación carismática.

Es muy valioso que los movimientos busquen hacer actual el carisma recibido; reconociendo lo que está ocurriendo hoy en esa realidad carismática integrada en el contexto general de la Iglesia y de la sociedad. Esto significa retornar a las fuentes de la experiencia carismática para actualizarlas con el aporte de una reflexión cultural y teológica en diálogo con el Espíritu Santo.

Los carismas progresan y evolucionan o mueren, más lento o más rápido, pero si se estancan comienzan a desfallecer. La fuente de la existencia para una organización carismática es dar pasos para extender el carisma dando más vida a la identidad recibida en la experiencia fundacional.

 

  1. Llama la atención que, si bien los carismas surgen como un movimiento disruptivo de la institucionalidad eclesial, también las mismas comunidades carismáticas puedan petrificarse. Lo que hace más interesante el asunto es que el reimpulso en su dinamismo apostólico puede provenir de la misma Iglesia petrina, del Papa y del servicio ministerial de los obispos. El papa Francisco nos dijo para la celebración de los 100 años de Schoenstatt que “un carisma no es una pieza de museo que permanece intacta en una vitrina”. ¿Cómo es la relación entre carisma e institucionalidad, en el doble movimiento descrito?

El concepto «institución» cuando indica un proceso de esclerotización, de fijación en estructuras conquistadas y de resistencia al cambio, también puede darse en una realidad carismática, independientemente del grado de institucionalidad alcanzado. Algunas comunidades nuevas no han logrado desarrollarse como una organización estable y, sin embargo, enfrentan un momento de crisis por no poder evolucionar.

El concepto «institución» cuando indica un proceso de esclerotización, de fijación en estructuras conquistadas y de resistencia al cambio, también puede darse en una realidad carismática, independientemente del grado de institucionalidad alcanzado.
Tanto los obispos, como otras instancias de la Iglesia, pueden ofrecer su servicio en la integración y renovación de las nuevas realidades carismáticas al conocer, compartir, acoger y acompañar, desde una actitud humilde y caritativa para escuchar al Espíritu Santo, y así saber orientar, coordinando un camino de integración de los nuevos carismas, sin intentar uniformarlos ni encasillarlos. La guía del Espíritu Santo y de los responsables en la Iglesia, que ejercen el carisma del discernimiento –obra del mismo Espíritu–, permitirá a los carismas custodiar en creatividad la novedad de su aporte.

En algún momento de mis investigaciones, señalo la responsabilidad del servicio de los obispos en la orientación de las nuevas comunidades; sin dejarlo de lado, en este momento de mi reflexión considero más importante e indispensable la construcción de un nosotros reflexivo en el interior de los movimientos. Lograr espacios de diálogo sereno entre los miembros de un movimiento donde se discutan las problemáticas y desafíos que se perciben es un insumo determinante para que la propia comunidad encuentre, con la ayuda del discernimiento de la Iglesia y sus dones jerárquicos, el camino de una auténtica renovación y vitalidad carismática.

 

  1. Usted ha escrito que una comunidad madura debe ser capaz de distinguir aquello que es “personalísimo del fundador” de “la realidad carismática que Dios ha querido suscitar a través de ese fundador”. ¿Qué significa esto? ¿Existe acaso un “carisma de la fundación” en los miembros de una comunidad más auténtico que las palabras o hechos del mismo fundador?
Uno de los problemas que vemos actualmente es que la palabra «carisma» se utiliza en exceso, indicando desde una cuestión esencial en la identidad de una familia religiosa, hasta asuntos absolutamente irrelevantes o secundarios.
Luego del Concilio, se comenzó a utilizar la palabra «carisma» en la teología de la vida religiosa y se crearon nuevos términos para referirse a los fundadores y a sus familias religiosas. Sintéticamente, podemos ver que se habla de «carisma de los fundadores» para indicar un don del Espíritu que capacita para alumbrar nuevas comunidades de vida consagrada en la Iglesia y se comienza a utilizar el enunciado «carisma de fundación» para indicar el don concedido a los seguidores del fundador para el desarrollo de la comunidad o familia espiritual, de acuerdo con el modo original proveniente del fundador. También se acuñan las nociones de «carisma del instituto» o «carisma de la fundación» para indicar las cualidades particulares de la nueva familia espiritual en el seno de la Iglesia.

Uno de los problemas que vemos actualmente es que la palabra «carisma» se utiliza en exceso, indicando desde una cuestión esencial en la identidad de una familia religiosa, hasta asuntos absolutamente irrelevantes o secundarios. Además, en algunas fundaciones se ha dado una preeminencia absoluta a las decisiones del fundador, apoyadas en una teología de los fundadores promovida durante el pontificado de Juan Pablo II, que se vuelven un obstáculo para una deseable revisión y actualización de la experiencia vital de la comunidad.

La reflexión sobre los movimientos realizada en las décadas de 1980-1990 respondió a la necesidad de legitimar la autoridad de los nuevos fundadores, tanto en la definición de la identidad carismática de la nueva comunidad como en la organización institucional y funcional. Las contemporáneas reflexiones sobre la autoridad en las organizaciones de la dimensión carismática han asumido la necesidad de señalar el lugar erróneo conferido al fundador como único interprete de un carisma, o considerar equivocadamente que la autoridad pneumática o gracia carismática habilita a sustraerse de las normas del derecho universal de la Iglesia.

 

  1. Desde los años ‘30 del siglo XX, Schoenstatt tuvo problemas con la Iglesia alemana por dos hechos puntuales referidos al lenguaje usado al interior del movimiento: el primero dice relación con la consideración de “Schoenstatt como obra predilecta de Dios”, y el segundo con la denominación de Kentenich como “Padre”, produciendo una ambivalencia con el Padre Dios. Sin embargo, me imagino que estos dos fenómenos, que de alguna manera hoy vuelven a ser discutibles, son habituales en las familias espirituales: S. Vicente de Paúl afirmaba “No conozco compañía religiosa más útil a la Iglesia que las Hijas de la Caridad” y la expresión «nuestro Padre» acompañaba a los jesuitas. ¿Este lenguaje representa un peligro para la madurez eclesial?

Considero que los dos hechos puntuales señalados pueden ser considerados etapas en el desarrollo y la madurez de una familia espiritual.

Sin embargo, con el crecimiento y la madurez de los movimientos sería deseable desprenderse de una autorreferencialidad que asuma la propia experiencia como mejor, más perfecta o predilecta de Dios.
Es inevitable que, en el surgimiento de una nueva comunidad, la fuerte experiencia inicial de los miembros los lleve a concentrarse sobre sí mismos, en una especie de enamoramiento ingenuo con el riego de caer en una absolutización del propio carisma. Sin embargo, con el crecimiento y la madurez de los movimientos sería deseable desprenderse de una autorreferencialidad que asuma la propia experiencia como mejor, más perfecta o predilecta de Dios. El carisma es una modalidad o forma de vivir la experiencia del evangelio en la Iglesia para una persona y para una comunidad, pero no para todas las personas ni para todos los cristianos. Es deseable que los movimientos puedan movilizar entre sus miembros una visión más integrada del propio carisma en la diversidad y pluralidad de caminos de participación y comunión en la Iglesia.

En relación con el modo de llamar o denominar los miembros del movimiento o comunidad a las figuras carismáticas relevantes es un terreno que exige un discernimiento más preciso. En algunos casos, podrá tratarse de un modo de distinguir y nombrar a quien se considera padre espiritual o portador del carisma para fundar esa nueva comunidad, acompañada de un modo de vinculación sano, maduro y con una mirada realista sobre la persona del fundador o fundadora, aún de sus sombras o aspectos personales menos brillantes. Sin embargo, en otras ocasiones puede indicar un modo de vinculación con la personalidad carismática inmaduro, insano y altamente idealizado o fantasioso que puede derivar en una concepción fundamentalista y muy simplista de la obediencia.

En este caso, en referencia a la pregunta realizada, es razonable y prudente asumir las críticas que se realizan y buscar explicarlas teniendo en cuenta el contexto histórico en que se realizaron. Algunas observaciones quizá no sean tan relevantes, pero otras seguramente sí, y deben ser recibidas y asumidas atendiendo al crecimiento y la madurez del movimiento. Algunas conductas pasadas podemos evaluarlas en el presente y reconocer que impiden establecer ambientes y relaciones sanas de paridad entre los distintos miembros adultos de una comunidad.

 

  1. Por último, en 2016 la Congregación para la doctrina de la Fe publicó Iuvenescit Ecclesia, un documento que aborda precisamente la cuestión de los carismas para la vida y misión de la Iglesia. ¿Cuál fue el motivo de su publicación? ¿Qué otras intervenciones magisteriales nos recomienda estudiar sobre este tema?
El objetivo de esta nueva carta es «recordar» “aquellos elementos teológicos y eclesiológicos cuya comprensión puede favorecer una participación fecunda y ordenada de las nuevas agregaciones a la comunión y a la misión de la Iglesia” (IE 3)
Luego del Jubileo del año 2000, durante el pontificado de Juan Pablo II, la Congregación para la Doctrina de la Fe se abocó a considerar el tema de la relación, en la vida y en la misión de la Iglesia, de los dones «jerárquicos» y «carismáticos». El resultado de esa reflexión se volcó en la Carta Iuvenescit Ecclesia (IE), que llegó a ser publicada luego de más de 15 años de reflexión por el impulso decisivo del Papa Francisco.

El objetivo de esta nueva carta es «recordar» “aquellos elementos teológicos y eclesiológicos cuya comprensión puede favorecer una participación fecunda y ordenada de las nuevas agregaciones a la comunión y a la misión de la Iglesia” (IE 3), propósito que busca alcanzar a partir del análisis de la relación entre los dones jerárquicos y carismáticos en la Iglesia.  La utilización de la acción «recordar» ya nos indica la necesidad de volver sobre aquello conocido pero que hoy es necesario hacer presente nuevamente, para responder a los requerimientos de la comunidad eclesial. ¿Por qué recordar entonces? En primer lugar, por la urgencia particular en este tiempo histórico de comunicar con eficacia el Evangelio, donde la nueva evangelización es una tarea indispensable de la Iglesia toda. En segundo lugar, porque “es más necesario que nunca reconocer y apreciar los muchos carismas” que realizan su aporte para despertar y sostener la fe del Pueblo de Dios (cf. IE 1). Y finalmente por la necesidad de que las nuevas realidades se relacionen positivamente con los demás dones presentes en la vida de la Iglesia (cf. IE 2). Con sinceridad debemos reconocer que no ha tenido gran repercusión en la comunidad eclesial, si bien ofrece un claro marco para reconocer el aporte de los carismas asociativos en la Iglesia.

Considero que es oportuno que los miembros de los movimientos y nuevas comunidades recibamos los aportes que realizan actualmente las Congregaciones e Institutos de Vida Consagrada en sus reflexiones. Tanto las Orientaciones «A vino nuevo, odres nuevos» del año 2017, como «Economía al servicio del carisma y de la misión» del año 2018, de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) presentan aportes que se pueden trasponer desde la experiencia de las comunidades más antiguas hacia las más nuevas.

 

Audiencia para el Movimiento Apostólico de Schoenstatt, 2014


Artículos del autor para seguir profundizando:

Juan Bautista Duhau (2018), “Carisma e institución en las nuevas realidades carismáticas : crecimiento y crisis en los movimientos eclesiales y nuevas comunidades”, Revista de Teología, 55 (127), pp. 189-212, https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/9324/1/carisma-institucion-nuevas-realidades.pdf

Juan Bautista B Duhau (2015), “La relación entre la institución y los carismas en cuatro autores europeos”, Revista Teología 52 (118), pp. 67-84 https://erevistas.uca.edu.ar/index.php/TEO/article/viewFile/1193/1102

La entrevista fue realizada por Ignacio Serrano.

 

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2 Responses

  1. Alexandra Kempff dice:

    ¡Increíblemente interesante entrevista! Para leerla y estudiarla profundamente. Ojalá todos nos diéramos el tiempo para meditar en la responsabilidad que tenemos para poder llevar adelante a la Familia de Schoenstatt.

  2. Eduardo Arnouil dice:

    Excelente entrevista. Muchas gracias, Ignacio por tus preguntas tan atingentes al momento que esta viviendo Schönstatt hoy día.

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