CHILE, Susy Jacob (Revista Vínculo) •
Con solo 41 años de edad y 7 años de sacerdote, el P. Gonzalo Illanes acaba de asumir con entusiasmo y alegría la tarea de conducir la vida del Movimiento de Schoenstatt a lo largo de nuestro país. Anteriormente, tuvo encargos como vicario en la parroquia San Cayetano de La Legua, asesor de la Juventud Masculina en Temuco, asesor de la Rama de Familias en Valdivia y asesor nacional de la Juventud Masculina. —
Reconoce que recibió su nombramiento con sorpresa, ya que no era algo que esperara ni haya visto venir. Incluso que cuando le plantearon la posibilidad se extrañó mucho, porque no estaba en su horizonte ni tenía tan claro en qué consistía la tarea. “Pero después de ir enterándome más de lo que implicaba el cargo, de reflexionarlo y, sobre todo, rezarlo, fui llegando a la convicción de que Dios y la Mater debían de estar detrás de esta posibilidad. Y si es así, pensé, entonces feliz me pongo al servicio, con lo que tengo y lo que no”.
¿Cómo recibió el nombramiento oficial?
– Cuando la Presidencia nacional confirmó el nombramiento, recibí la noticia con mucha humildad. Muy consciente de mis límites e inexperiencia, pero con la convicción de que Dios y la Mater me guiarán a lo largo del camino. Además, siempre he tenido claro que mi sí al sacerdocio estuvo marcado por el anhelo de ponerme al servicio. Y al ir dándome cuenta que era aquí donde el Señor me pedía servir, la alegría y entusiasmo por ayudar en esta misión han ido creciendo cada vez más.
¿Qué lo entusiasma de esta tarea?
– Creo que lo que más me motiva es poder compartir y conocer de cerca las distintas realidades del Movimiento de Schoenstatt en Chile. Una de las cosas bonitas del sacerdocio es ser testigo privilegiado del paso de Dios por la vida de las personas, y tengo la impresión de que eso me tocará bastante en este servicio de acompañar comunidades tan diversas a lo largo del país. Me entusiasma mucho poder escuchar sobre lo que les va dando vida a las familias, de conocer sus iniciativas y proyectos, también de cómo van sacando adelante los desafíos que se les presentan. Creo que será un regalo empaparme de toda la riqueza que tenemos en el Movimiento y que uno normalmente no llega a conocer.
En sus anteriores tareas como asesor de alguna Familia, ¿qué realidades lo marcaron?
– Estos últimos años estuve concentrado prioritariamente en el trabajo con los jóvenes, especialmente con la JM de Temuco y Valdivia, pero juventud en general. Y puede sonar medio obvio, pero yo diría que lo que más me ha marcado es la amistad que te confían. Me han marcado mucho esos vínculos bonitos y profundos que la Mater me regaló con tantos de estos jóvenes. Todavía tengo muy fresquitos los lindos momentos de despedidas que me tocaron en Temuco hace un par de semanas. Allí uno se da cuenta, con un poco más de distancia, lo profundo de la amistad que Dios va regalando con las personas. Y con tanta gente… Schoenstatt es familia, se escucha mucho, y vaya que es verdad. Uno se lleva a muchas personas en el corazón, y es bonito ver como la Mater va haciendo también un lugar para uno en el corazón de ellos.
También hay otras cosas que me quedan dando vuelta, que me han hecho reflexionar y agradecer. Por ejemplo, cada día me convenzo más de las palabras del padre Kentenich cuando dice que lo más propiamente humano es justamente lo más divino, y viceversa. Dios y la naturaleza humana no compiten, sino que el Señor la eleva y cuenta con ella. Y esto lo he visto mucho en la gente con que he compartido en torno al santuario. Me he encontrado con muchos jóvenes que son geniales en su normalidad: profundos, alegres, entretenidos, buenos amigos, soñadores, religiosos, cercanos. Con sus caídas, cruces e inconsistencias, pero traspasados por el amor de Dios y de la Mater. Creo que ese lindo equilibrio entre lo humano y lo divino brota de la Alianza, del corazón divinamente humano que nos regala la Mater.
Me ha marcado también la sed de Dios que he visto en los jóvenes, ese anhelo por lo trascendente que tantas veces el mundo trata de ahogar con sus ruidos, distracciones y pantallas. Hay una necesidad muy grande de silencio, de sentido, del misterio. Por eso creo que la música en Schoenstatt, y especialmente en los jóvenes schoenstattianos, tiene tanto protagonismo, porque normalmente nuestros cantos llevan a la interioridad, a percibir la delicadeza con que Dios habita en nuestros corazones, porque regalan una vivencia de Dios –un encuentro con alguien– más que un discurso autorreferente lleno de palabras.
En fin. Hay muchas cosas que me han marcado, pero éstas son algunas de las que se me vienen ahora al corazón.
¿Qué resalta hoy de la realidad que estamos viviendo como Familia de Schoenstatt de Chile?
– Creo que estamos en un tiempo de mucha esperanza, lleno de ganas que estaban contenidas y de anhelos por levantar con fuerza nuevamente nuestras banderas. Hemos pasado por muchas crisis que, de una u otra manera, nos han afectado: crisis eclesial en torno a los abusos, estallido social, todo lo que significó la pandemia, y en nuestro propio Movimiento, los cuestionamientos que se levantaron en torno a la figura del padre fundador. Y aunque todavía hay mucho camino por recorrer en estas crisis y procesos, creo que la Familia, en general, percibe que pareciéramos estar entrando en un tiempo más tranquilo que nos permite levantar la cabeza. Creo que la Familia está con ganas de levantarse, de salir y construir. De ser un aporte en esta realidad social tan desafiante que nos toca vivir.
¿Cuál debiera ser la tarea más urgente en nuestra Familia hoy?
– Un desafío que viene sonando con fuerza, muy de la mano con los signos de los tiempos, es el desafío de vivir una Alianza de amor muy conscientes de su dimensión horizontal. Es cierto, somos aliados de la Mater, ella conmigo y yo con ella. Pero a su vez el tiempo y la sociedad nos piden a gritos que vivamos en Alianza también con la creación y con los hermanos. No como si fuera una Alianza distinta, sino como parte esencial de la misma Alianza de amor con María. Porque somos hijos de Dios, somo también hermanos en ese mismo amor, ¿no es cierto?
Para el año 2014, cuando Schoenstatt cumplía 100 años, las distintas comunidades y peregrinos a lo largo del mundo nos preguntamos, ¿qué es lo que vamos a celebrar? Y sorpresivamente hubo bastante unanimidad: ¡la Alianza de Amor! Claro, ahora casi 10 años después no nos sorprende, pero recuerdo que en ese entonces muchos comentaban que no era evidente encontrar esa claridad tan rápido. Bueno, creo que el desafío de vivir la Alianza sigue muy presente hoy, especialmente haciéndonos conscientes de su dimensión horizontal. Es uno de los aspectos que el Congreso de Pentecostés que se vivió en Schoenstatt el año pasado remarcó con bastante fuerza.
Otra tarea que se me hace urgente para nuestra Familia es lo del Sínodo sobre la Sinodalidad, este proceso que el Papa Francisco ha llamado a vivir en un recorrido de 3 años, con sus etapas diocesana, continental y mundial. ¡No podemos quedarnos fuera! Tengo la impresión que no solo como Movimiento de Schoenstatt, sino que también a toda la Iglesia chilena nos ha costado entrar. Es una verdadera corriente de vida de la Iglesia universal y parece que ni nos diéramos por enterados. Aún estamos a tiempo… Es cierto que el proceso diocesano, donde todos pudimos –o al menos tuvimos la posibilidad– de participar con nuestras opiniones y respuestas ya quedó atrás. Pero tengo la impresión que aún estamos a tiempo. ¿Cómo podemos aterrizar y sumarnos vitalmente a este proceso? Bueno, allí nos toca ponerle creatividad y buscar caminos que nos hagan sentido desde nuestra propia espiritualidad.
¿Qué anhelos tiene en esta misión?
– Me gustaría ver un Movimiento más simple, menos complicado con sus propias estructuras y más abierto para acompañar y acoger la vida tal como llega. Me encantaría que nuestras Ermitas y Santuarios se conviertan en lugares cada vez más acogedores para los peregrinos, que se sigan convirtiendo en clave misionera, tal como el Papa nos ha pedido.
También tengo muchas ganas de colaborar con el sentirnos una sola Familia a lo largo del país, de sabernos unidos en la Alianza y en la misión. Los medios de comunicación digital nos dan una tremenda oportunidad para acercarnos unos a otros y creo que esta realidad aún la podemos aprovechar mucho más.
Y quizás uno de mis anhelos más grandes es ver que el Movimiento pueda seguir creciendo en todas partes, especialmente en los sectores más necesitados, que es donde tal vez hemos estado menos presentes. Hay tantas iniciativas y esfuerzos bonitos que ya están acercando el mundo de la Alianza a la gente más sencilla. Me consta que muchas hermanas, sacerdotes y laicos de nuestra Familia, en silencio y con sencillez, han llevado Schoenstatt a esas periferias existenciales tan queridas por el Papa. Bueno, creo que en esto tenemos todavía mucho por crecer y me encantaría poder ayudar en este lindo desafío.
¿Hay algo que lo asuste de este nuevo encargo?
– El hecho de no tener contacto con alguna comunidad en específico de modo más estable me ha hecho pensar por momentos que todo lo bonito de los vínculos que regala el apostolado pueda no estar tan presente en esta etapa. También me asusta un poco que haya muchas reuniones así como en un nivel más administrativo u organizativo y con menos contacto vital. Pero bueno, son temores tal vez un poco infundados y seguramente, como suele ocurrir, Dios me sorprenda con su cercanía y novedad de maneras que ni me imagino.
¿Qué dones propios espera regalarnos?
– Lo primero es mi empeño y ganas. Schoenstatt ha hecho tan bonita mi vida –¡y la de todos nosotros!– que donde sea que el Señor me ha llamado a servir he puesto todo mi esfuerzo para que otros puedan encontrarse con este gran misterio. Así que a eso me comprometo desde ya, a ‘transpirar la camiseta’ como se dice en jerga futbolística. También valoro mucho el rol en la evangelización que tienen los medios de comunicación digital y espero poder aportar mi granito de arena en esta área que se han venido haciendo muchas cosas.
Fuente: Revista Vínculo, marzo de 2023. Con permiso.