inserción social

Publicado el 2021-06-30 In Fratelli Tutti, Schoenstatt en salida

En medio de nuestro pueblo, testimonios de inserción social

CHILE, Nicolás Zalaquett •

Ante tantas banderas que llevan el sello de la «dignidad», notorias, sobre todo en la vida pública y política, también vale la pena compartir instancias que, desde dentro de la Iglesia y desde Schoenstatt, aportan a una vida social más integrada y dignificadora. —

Un estilo de proyectos pastorales que viene desarrollándose desde hace muchos años, que no ha disminuido sus fuerzas –al contrario, parecieran ir creciendo– es el de casas de inserción en comunidades vulneradas o marginadas por la sociedad. En ellas, grupos de jóvenes viven por algún tiempo –desde un semestre académico, hasta un año, o incluso más– para involucrarse vitalmente con la comunidad que los rodea, participando activamente en sus parroquias, capillas, juntas de vecinos y realizando diversas actividades pastorales y comunitarias.

En la siguiente nota entrevistamos a cuatro jóvenes del Movimiento de Schoenstatt que viven hoy en –solo– algunas de estas casas de inserción: Arde Puente Alto, Misericordia y Banderas. Buscamos conocerlos, entender qué hacen y por qué. Queremos compartir su vida y su trabajo, primero para pedirle a Dios por su misión y, también, para encender corazones en la Juventud y Familia de Schoenstatt y motivar a vivir una vida en salida, cada uno desde su realidad, buscando renovar el alma de Chile y recuperando la dignidad olvidada de tantas hermanas y hermanos nuestros.

José Ignacio Torrealba, Misionero en Banderas (Pastoral UC) / población La Bandera

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José, M. Jesús E., Consuelo G., Gonzalo G, p. Javier Concha

Mi nombre es José Ignacio Torrealba, tengo 23 años. Curso mi 5º año de Universidad. Entré a College en la Católica, estoy haciendo el Major en Economía con un Minor en Políticas Públicas y otro en Psicología. Actualmente me encuentro viviendo en la población La Bandera, comuna de San Ramón, por Banderas, proyecto de la Pastoral UC.

¿Desde cuándo participas en el Movimiento?
– Desde toda la vida, ya que mis papás participaron en su juventud y posteriormente como matrimonio y familia. Fui parte de los Cruzados y Pioneros en Curicó. Al salir del colegio me fui un año como misionero de Schoenstatt a Austin, Texas (USA). Y, por último, volví a participar en la Rama de Universitarios en Santiago, ahora más de cerca como militante.

¿Qué es Banderas?
– Banderas es un proyecto que busca generar espacios de encuentro en donde se puedan levantar soluciones potenciales a distintas problemáticas sociales a través del diálogo entre la intuición popular, la academia (universidad) y la doctrina social de la Iglesia. De esa forma queremos ser testigos de la luz para renovar, así como también compartir fe, esperanza y caridad en los “últimos lugares”. Paralelo a esto, funcionamos con una casa de inserción, puente directo entre el proyecto y la población, de forma que se puedan trabajar los vínculos, conocer a distintas personas, que a futuro serán protagonistas del cambio y trabajo que queremos realizar en conjunto. Hoy somos cuatro estudiantes de la universidad quienes estamos viviendo en La Bandera.

¿Qué te motivó personalmente?
– Me motivó el encuentro y un profundo sentido social. Teniendo tantas oportunidades que la vida me había entregado, con todas las comodidades habidas por haber, sin mayores necesidades, cuando por una propuesta de la Pastoral terminé conociendo la población. ¿Y qué sentido le podía dar a mi vida de estudiante y universitario pastoral? Lo mínimo era devolver la mano. Poner el foco en quienes no son visibilizados, en personas que se esfuerzan día a día porque no tienen las mismas oportunidades que uno y otros. Ya no era por caridad, sino por justicia. Y bueno, sentía que era necesario involucrarse con todo, como dice el padre Hurtado: “No debemos tapar la desigualdad e injusticia social con obras de caridad esporádicas, sino que tenemos el deber cristiano de dar la vida por acabar con dichas situaciones”.

¿Cómo se compatibiliza el apostolado con tu vida universitaria?
– Claramente la realidad de la pandemia es algo distinto a lo que vendría siendo en “normalidad”. Pero básicamente, es cumplir con mis deberes académicos durante el día y en las tardes compartir la vida con la comunidad. En la plaza, jugando con los niños y conversando con los vecinos, yendo a la casa de los niños que no han podido aprender a leer por la eterna cuarentena, aportando en la parroquia, la junta vecinal, y en mi caso, involucrándome en otros espacios (como los Bomberos), entre otras actividades más esporádicas. La idea es participar e involucrarse siendo uno más, pero a la vez siendo testigos de la luz, así como lo fue Juan el Bautista. A veces toca quedarse despierto hasta tarde y levantarse más temprano, pero es la única forma para poder dedicarle el tiempo que merece la población y su gente, así como también lograr rendir con las responsabilidades académicas.

¿Cómo compartir un sentido de urgencia por el trabajo por la dignidad personal?
– El Papa, en su última encíclica social, deja claro que «cuando se respeta la dignidad del hombre, y sus derechos son reconocidos (…) florece también la creatividad y el ingenio (…) en favor del bien común” (Fratelli Tutti, 22). Así también, creo que es necesaria la sabiduría para actuar, «la verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad» (FT, 47). Es decir, el que sufre, se encuentra con la realidad del sufrimiento y es así como adquiere verdadera sabiduría en el tema. El que vive con el más vulnerable, se encuentra con esa realidad, y es así como adquiere la sabiduría… lo que se replica para todo aspecto en la vida. Esto es urgente, la vida es corta, ¿y qué estamos haciendo hoy por el otro? O bien, ¿qué vamos a responder a esa esperada pregunta que nos harán cuando partamos de este mundo: cuánto amaste?

Sofía Jouanne, Misionera en Arde Puente Alto

inserciónSoy Sofía, tengo 21 años y estudio Pedagogía básica. Entré en 2º medio a la Juventud Femenina de Colina, empecé a ir a misiones y descubrí la amistad personal con Dios y la necesidad de compartirlo. Cuando entré a la universidad empecé a participar en Arde Puente Alto, fundación que trabaja en las poblaciones El Refugio, Carol Urzúa y Las Caletas, y que por medio de comunidades de inserción (voluntarios que viven en el sector) y talleres (académicos, recreativos o formativos) en el Colegio Padre José Kentenich, busca que cada vecino y niño se experimente amado por Dios y pueda construir vínculos sanos con los demás, consigo mismo y con Dios. En mi experiencia en la fundación he podido ver de cerca muchas carencias y cómo Dios es respuesta a esas carencias. Este semestre estoy viviendo con la Berni Strappa y la Tutú Garnham, buscando traer por medio de los vínculos la vivencia de hogar que se desprende de Dios (a los vecinos, por medio del servicio en la olla común, a la comunidad de la capilla y a quien se acerque).

¿Significa algo especial para ti que haya mujeres viviendo en el proyecto de Arde?
– Aunque no somos la primera comunidad femenina, la comunidad misionera de mujeres viviendo acá es signo de nuevos tiempos en que se reconoce y valora el gran aporte que las mujeres, cada una a su modo, pueden ser para la misión, que en nuestra experiencia es distinto (ni mejor ni peor) a lo que entregan las comunidades masculinas.

¿Cómo crees que en el Movimiento de Schoenstatt podemos caminar para poner el trabajo por la dignidad humana más en el centro?
­– En los dos meses que llevamos acá hemos visto realidades muy crudas: soledad, pobreza y drogadicción son algunas de ellas, y descubrimos que, aunque muchas veces no tenemos herramientas para solucionar los problemas, vincularse sin juzgar y como hermanos es siempre la respuesta. Como schoenstattianos, la dignidad humana debe ser un principio que rija el trato diario, pero la mayoría de las veces los que más necesitan es ser tratados con dignidad. Están en las periferias, y por eso tenemos que salir de la comodidad del entorno cotidiano a su encuentro, sin miedo.

Vicente Hurtado, Misionero en Arde Puente Alto

inserciónHola, soy Vicente Hurtado tengo 23 años, soy de Talca y estoy en 5º de Medicina. Conozco el Movimiento de toda la vida porque participé en Cruzados y Pioneros. Luego, en la universidad no participé activamente por motivos personales, hasta hace 2 años, cuando de a poco empecé a volver. Actualmente estoy viviendo en Puente Alto por la Fundación Arde Puente Alto.

Esta es una fundación que busca ayudar a crear “hogar” y barrios deseables para vivir a nivel local, a través de distintas iniciativas, tales como talleres de arte, música, tutorías y deporte, y también a dar a conocer a Dios por medio de la misión y los vínculos, ya sea con talleres sacramentales, misiones y con las comunidades que se van a vivir todos los años al sector.

¿Con quiénes vives allá?
– Vivo en “Puente” con el Tomi (Tomás Prieto) que tiene 25 años, (muy guapo, ja,ja,ja…) estudiante de Psicología, y el Gusti (Agustín Lorca) con 22 años, algo chistoso y estudiante de Sociología; llevamos casi 2 meses viviendo en la Villa El Refugio y ha sido hasta ahora una misión muy fructífera y linda, si bien no exenta de dificultades por la pandemia y los cuidados que hay que tener, pero creo que estamos los tres de acuerdo en que no cambiaríamos nada de ella.

¿Qué te motivó a irte a vivir a la Villa El Refugio?
– Siempre tuve muy presente lo social, incluso creo que mi fe se basa en encontrar a Dios en este tipo de actividades, en ayudar al otro. Por ende, siempre anhelé una misión más constante que no sea solo por el verano o una vez al mes, o incluso una vez a la semana. Cuando se presentó la opción de venir a vivir a Puente, sentí que era algo que estaba planeado desde arriba para mí, fue una decisión de esas fáciles y tranquilas de tomar, esas en las que uno se puede poner trabas, pero sabe que al final vas a decir que sí porque lo sientes bien y sabes que está bien.

¿Qué es lo que más alegría te ha traído estando allá?
– En el poco tiempo que llevábamos, lo más lindo ha sido establecer vínculos verdaderos con la gente y que estos vínculos se fundamenten en la fe y Dios. A pesar de todas las imperfecciones que podamos tener, se nota su presencia.

¿Qué es lo más importante que debe dignificarse en tu entorno?
– Creo que lo más importante es la falta de seguridad para desarrollarse libremente en el barrio. La baja cohesión familiar, el narcotráfico, la falta de vínculos con la comunidad, la falta de estabilidad económica, entre muchos otros factores, hacen que estas poblaciones no sean lugares deseables para vivir, ni lugares muy aptos para desarrollarse en el día a día.

¿Y cómo se puede aportar con eso?
– Hay un mundo de cosas por hacer y en las que ayudar, desde ayuda económica a las fundaciones, participar de talleres, agarrar un grupo de gente y limpiar las calles. Se puede hacer de todo, desde lo más básico a lo más complejo; es cosa de imaginarse la diferencia entre tomar la micro en un paradero lleno de basura por todos lados, sin arboles ni pasto en las veredas y tomar la micro en Providencia. Se parte de pequeñas cosas para dignificar y de ahí van saliendo cosas grandes.

María Jesús Tocornal, Misionera en Misericordia / Población La Pincoya

inserción¡Hola a todos! Me llamo María Jesús Tocornal y soy misionera en la población La Pincoya en Huechuraba. Soy Cientista familiar y trabajo como misionera en la Fundación Misericordia como educadora.

Mi paso por Schoenstatt inicia el año 2012, en la ermita de Melipilla, y el 2015 en el santuario de Providencia. Fui parte de varias jornadas, encuentros y misiones. En el Movimiento descubrí la importancia de saber discernir cuál es mi misión para así poder entregarme a los demás.

Actualmente, vivo con tres misioneras en una casa dentro de la población. Aquí nos dedicamos a entregar nuestro tiempo para evangelizar puerta a puerta, con la intención de mostrar un Dios misericordioso, que nos perdona constantemente invitándonos a acercarnos a Él y confiar en sus infinitas gracias.

Mi mayor motivación ha sido conocer otra realidad, donde he podido experimentar la alegría de vivir la amistad con sencillez y misericordia. Aquí, el verdadero amor nace de vínculos sinceros que están dispuestos a mostrar todo lo que son y todo lo que tienen, donde nos permitirnos compartir con ellos muchas alegrías, penas y tantas experiencias que guardamos en el corazón.

¿Cómo vives la relación con tus amigos, amigas y familia desde La Pincoya?
– Esto ha sido lo que más me ha costado, porque a pesar de estar cerca de ellos en cuanto a distancia, me he sentido lejos, ya que no tengo todo el tiempo que quisiera. Sin embargo, esto me ha llevado a generar una mayor profundidad en las conversaciones, a ser más detallista y apreciar cada mensaje o llamada. Es increíble cómo las personas cercanas se alegran al verte feliz, y eso hace que ambos cedamos en los tiempos, sabiendo que no por vernos menos el cariño no está, y bueno, uno aprende también a apreciar más las amistades, ellos también hacen un sacrificio por venir hasta acá y eso se agradece.

¿Qué rol pueden jugar los vínculos personales en la dignificación de cada hombre y mujer?
– Los vínculos personales son fundamentales en las interacciones humanas para que puedan ser aprendidas y se afiancen en el hombre.

Cuando las relaciones interpersonales son superficiales no se logra el desarrollo necesario para dignificar al otro, por ende, el respeto debe ser la base. Esto puede sonar obvio, pero a diario se nos olvida. Debemos partir siendo conscientes de que la persona tiene una historia que aún no conocemos y que cada actuar es parte de un hito en sus vidas. Eso nos hace entrar con una mirada más humilde y sencilla, para mirar al otro con ojos llenos de misericordia donde puedan sentir el amor de Dios.

inserción socialFuente: Revista Vínculo, con permiso

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