Publicado el 2018-08-12 In Columna - Carlos Barrio y Lipperheide

Con la inteligencia ennoblecedora, José Kentenich también se adelantó a su tiempo

ARGENTINA, Carlos E. Barrio y Lipperheide

En el mundo laboral actual, vivimos exigidos, con estrés y muchas crisis. ¿Cómo encontrar una respuesta que nos permita vivir más equilibrados, motivados y entusiasmados en nuestro trabajo? Mucho tiempo antes de que se hablara de la inteligencia emocional, José Kentenich propuso “la inteligencia ennoblecedora”. —

En el mundo laboral actual, vivimos exigidos en forma permanente desde distintos aspectos. Vivimos de crisis en crisis sin solución de continuidad y pareciera que la paz, el equilibrio interior es un estado ideal inalcanzable.

La Encuesta Social General de los Estados Unidos de América del año 2016, (1) encontró que el 50 % de los encuestados están exhaustos continuamente debido al trabajo, en contraste con el 18 % de hace dos décadas (1996).

Este cansancio continuo es un síntoma de lo que está ocurriendo en el mundo laboral, cada vez más tecnológico, líquido, sin vínculos sólidos y estables, en el que la persona no es valorada como tal y ha pasado a ser considerada como una pieza reemplazable, en el mejor de los casos por otra persona.

La cultura del estar “siempre encendido”

A todo ello hay que agregarle el permanente estado de conexión con el trabajo a través de los distintos sistemas de comunicación en los que vivimos inmersos.  La doctora Christine Grant, especialista en Psicología Laboral de la Universidad de Coventry, le dijo a la BBC que “los impactos negativos de esta cultura de estar ‘siempre encendido’ es que su mente nunca descansa, no le está dando tiempo a su cuerpo de recuperarse, de manera que siempre está con estrés” (2).

Toda esta situación genera en las personas un fuerte estado de inseguridad, miedo y agotamiento.

Por otra parte, y a diferencia del mundo laboral del que yo formé parte, hoy en día resulta cada vez menos habitual tener un trabajo estable en una organización y menos aún bajo relación de dependencia.

Así se habla hoy de una nueva clase social global que va emergiendo. Son los “precariados”, “personas que tienen múltiples trabajos y aún así no llegan a fin de mes… Es la primera clase de la historia que tiene más nivel educativo en relación al trabajo remunerado que se les ofrece. Es la primera clase sobre cualificada. Y esto crea frustración existencial” (3).

¿Cómo superar esta situación? ¿Cómo encontrar una respuesta que nos permita vivir más equilibrados, motivados y entusiasmados en nuestros trabajos?

Liderazgo e inteligencia emocional

Una respuesta que ha tomado cada vez más fuerza es el aporte realizado por la llamada inteligencia emocional. Ella nos otorga herramientas para vivir menos estresados y más equilibrados.

El psicólogo norteamericano Daniel Goleman –uno de los principales difusores de la inteligencia emocional- señala la importancia que ha ido asumiendo la inteligencia emocional como camino para mejorar la forma de relacionarnos. Cuenta en su libro “¿Cómo ser un líder?” (4) que el presidente de China dijo a una clase de posgrado en su principal escuela de tecnología, que “Lo que necesitan ahora es inteligencia emocional”.

Según Goleman se necesitan desarrollar 5 aptitudes que conforman la inteligencia emocional:

1) conocimiento de uno mismo, 2) autodominio, 3) motivación, 4) empatía y 5) habilidad social.

Dice Goleman que “Los primeros dos componentes de la inteligencia emocional son capacidades del autocontrol. Las dos últimas, la empatía y la habilidad social, tienen que ver con la capacidad de una persona para manejar sus relaciones con los demás” (5).

De lo dicho se deduce que la inteligencia emocional es una habilidad que, a partir de un autoconocimiento de las emociones, nos permite encontrar el camino para gestionarlas a través de nuestro autocontrol, para después poder relacionarnos desde las habilidades sociales de empatía y habilidad social.

Los estudios más recientes de management señalan que la inteligencia emocional es un requisito imprescindible para ser líderes exitosos.

Mucho antes, José Kentenich propuso la inteligencia ennoblecedora

Sin embargo, considero que la inteligencia emocional por sí sola no nos va a dar el sentido (el por qué) de lo que realizamos todos los días y, de alguna manera, nos va a dejar en las puertas de un cambio integral y profundo.

Es justamente la inteligencia ennoblecedora (6) la que viene a llenar este vacío existencial y a darle plenitud a nuestras vidas. ¡De ahí su gran importancia!

Pero ¿qué es la inteligencia ennoblecedora? ¿En qué se diferencia de la inteligencia emocional?

José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, la define como “…un ennoblecimiento lúcido y eficaz de nuestra pasión dominante al servicio de nuestra originalidad” (7).

Es decir que se basa en el proceso de autoconocimiento, tanto de la pasión dominante como de las limitaciones psicológicas, orientadas hacia el desarrollo pleno de nuestra originalidad.

Tres pasos para alcanzarla

La inteligencia ennoblecedora se lleva a cabo a través de los siguientes pasos:

  1. Descubrimiento nuestra propia originalidad (misión): el primer paso es descubrir nuestra propia originalidad, la que se puede enunciar en una misión concreta para plasmarla en la vida de todos los días. Esto requiere comenzar por un ejercicio de autoconocimiento, enfocado en descubrir aquello que nos caracteriza. Todos somos originales y únicos. El desafío es detenerse y descubrirnos. Dice Kentenich que nuestra originalidad “…es una pequeña verdad que el individuo ha experimentado personal y experiencialmente” (8).
  2. Consciencia de nuestras dificultades existenciales: el segundo paso es también de autoconocimiento, pero orientado a ser conscientes de nuestras sombras y dificultades existenciales (incluyendo en ellas nuestras limitaciones psicológicas) que nos dificultan en lo concreto de la vida la plasmación de nuestros proyectos y deseos, a pesar de contar con capacidades para hacerlo. Para que el proceso sea fructífero debemos realizar un contacto vivo -experiencial – entre nuestra originalidad y las dificultades existenciales diarias para llevar a cabo nuestra misión.

Kentenich nos llama a conocer nuestra tendencia particular -que identifica con nuestra pasión dominante- para que, desde ella, podamos perfeccionarnos. Dice que “…a través de la [inteligencia ennoblecedora] ha de captarse, ennoblecerse, perfeccionarse la tendencia fundamental de nuestra naturaleza. Esta tendencia resuena de la manera más potente en nuestra pasión dominante. La [inteligencia ennoblecedora] adquiere su máxima belleza y finura cuando se ha tornado inconsciente” (9).

3. Uso de la inteligencia ennoblecedora: el tercer paso es mejorar nuestras dificultades existenciales como camino concreto para alcanzar nuestra propia originalidad (misión). A tal fin, el uso de la inteligencia ennoblecedora nos llevará a enaltecer nuestras limitaciones psicológicas y direccionar nuestros esfuerzos para superarlas en pos de la realización de nuestra misión (nuestra originalidad).

Señala Kentenich que “el objeto de [la inteligencia ennoblecedora] debe estar incorporado experiencialmente en mi vida (…), yo debo buscar por mí mismo la asociación entre el objeto de [la inteligencia ennoblecedora] y mi originalidad (10). Entre ambas debe establecerse un contacto vivo. Si omitimos esto, el objeto de nuestra [inteligencia ennoblecedora] no será ninguna realidad experiencial de alcance más profundo, el saber no se tornará saber experiencial (…). En cuyo caso no será capaz de impregnar… de valor, en relación con el acrecentado complejo de valores de mi originalidad” (11).

Este tercer paso nos llevará a actuar en todas aquellas áreas en las que encontramos nuestras limitaciones humanas para buscar superarlas, pero con la mirada puesta en acercarnos a vivir cada día más plenamente nuestra originalidad (misión).

¿Por qué hablamos de ennoblecer?  

Porque la mirada de esta inteligencia apunta a tomar nuestras limitaciones como camino y oportunidad para ir creciendo en nuestras habilidades para acercarnos a la realización de nuestra misión. Se trata de abrazar nuestras incapacidades con ternura y verlas como un camino de amor a nosotros mismos, que nos abra las puertas para acercarnos a nuestra misión en la vida.

Debemos ser conscientes que si no desentrañamos seriamente nuestra originalidad (misión como tarea) no podremos integrar la inteligencia ennoblecedora. Ambas se corresponden y complementan.

No se trata sólo de tener un autocontrol de las emociones para mejorar nuestras relaciones sociales con los demás -como señala la inteligencia emocional- sino que el conocimiento experiencial de nuestras emociones y limitaciones psicológicas apunte a ennoblecer nuestra naturaleza con el fin de plasmar en lo concreto nuestra propia originalidad.

Plasmar nuestra originalidad en la vida concreta

En el ámbito laboral resulta muy valioso tener presente la inteligencia ennoblecedora, para mejorar la forma de relacionarnos con los demás y ver cómo reaccionamos. Ello nos permitirá tomar consciencia de cómo transferimos muchas veces a otros nuestras dificultades para relacionarnos, afectando el trabajo en equipo y la productividad.

La inteligencia ennoblecedora nos ayudará a avanzar y a darle un sentido a nuestros obstáculos y limitaciones y a dirigir nuestros esfuerzos hacia la plasmación de nuestra originalidad en lo concreto de la vida.

El camino es el arraigo en nuestra originalidad, para que se afiance como roca en la vida cotidiana, apuntando a convertirla en la “…respiración original del alma… y el punto de descanso hacia el cual volver cuando nuestro trabajo así lo permita” (12).

De esta forma podremos alcanzar una vida más plena e integral que le otorgue sentido y alegría a nuestro quehacer cotidiano.

(1) Es una encuesta nacional que desde 1972 ha dado seguimiento a las actitudes y comportamientos de la sociedad estadounidense.
(2) https://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/08/140815_estres_telefonos_inteligentes_hr
(3) Alejandro Melamed. “El futuro del trabajo y el trabajo del futuro”. Editorial Planeta (2017), pág. 33 y 34.
(4) Daniel Goleman. “Cómo ser un líder”. Ediciones B (2015), pág. 29.
(5) Daniel Goleman. “Cómo ser un líder”. Ediciones B (2015), pág. 29.
(6) El término Inteligencia Ennoblecedora surge del pensamiento de José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, quien la desarrolla en varias de sus disertaciones bajo el nombre de “Examen Particular”. He considerado más conveniente desde una comprensión pedagógica denominar este término como Inteligencia Ennoblecedora, para poder hacer un comparativo con la Inteligencia Emocional desarrollada por Daniel Goleman.
(7) José Kentenich. “El Hombre Heroico”. Editorial Patris (2002), pág. 261.
(8) José Kentenich. “El hombre Heroico”. Editorial Patris (2002), pág. 118.
(9) José Kentenich. “El Hombre Heroico”. Editorial Patris (2002), pág. 262.
(10) José Kentenich denominaba también a la originalidad bajo el nombre de Ideal Personal
(11) José Kentenich. “El Hombre Heroico”. Editorial Patris (2002), pág. 265 y ss.
(12) José Kentenich. “El hombre Heroico”. Editorial Patris (2002), pág. 124.
Fotos: www.cathopic.com

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4 Responses

  1. Idalys Díaz Muñiz dice:

    Excelente, Muchas Gracias por publicar este artículo tan lleno de enseñanza y enoblecedor!!!

  2. MPL dice:

    Interesantísimo, como todos los artículos de Carlos Barrios. Especialmente «potente» la actualización del lenguaje. Así se entiende Schoenstatt en salida.

  3. Patricia Elina Page dice:

    Muy interesante leyendo el artículo de Carlos y sus pensamientos sobre la inteligencia ennoblecida me pregunto….podríamos hablar de una implementación entre ambas ?

  4. Claudia Echenique, Buenos Aires, Argentina dice:

    Es muy interesante como Carlos Barrio ha estudiado los textos del P. Kentenich, sobre todo, en temas como el pensamiento social, el liderazgo y el crecimiento integral de la persona. Eso le permite traducirlo a un lenguaje actual para poder, desde Schoenstatt, dialogar con el mundo del trabajo y la empresa. Así revitaliza el mensaje «profético» del Padre fundador. Muchas gracias, Carlos Barrio!!

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