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Publicado el 2021-11-09 In Abusos, Columna - Carlos Barrio y Lipperheide

Los abusos sexuales en la Iglesia de Francia

Carlos Barrio y Lipperheide, Argentina •

Me ha entristecido enterarme recientemente de los abusos sexuales de la Iglesia en Francia. —

Pero si alguien escandaliza a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y le hundieran en el fondo del mar”
Mt. 18, 6
La periodista Elisabetta Piqué, corresponsal del diario La Nación (Argentina), señala que un informe de la Comisión Independiente sobre los Abusos Sexuales en la Iglesia de Francia (CIASE), “reveló que unos 216.000 menores fueron agredidos en ese país por unos 3.000 sacerdotes y religiosos en el seno de la Iglesia católica desde 1950”[1] hasta el 2020.

Si dividimos la totalidad de los abusados (216.000 menores) por los 25.550 días transcurridos entre el año 1950 y el 2020 -que es el período investigado- podríamos decir que hubo más de 8 menores abusados por día. Y si dividimos a los 216.000 menores por la cantidad de sacerdotes y religiosos (3.000) que cometieron estos crímenes, alcanzamos un promedio de 72 abusos por cada clérigo.

Estos datos son solamente de Francia, país que se tomó el trabajo de investigar esta desgarradora realidad, a través de la CIASE.

¿Cómo tratábamos y tratamos a las víctimas?

El presidente de la CIASE, Jean-Marc Sauvé, comenta que “hasta comienzos de los años 2000, constatamos una indiferencia profunda y cruel ante las víctimas. No se les cree, no se les escucha, se considera que pueden haber contribuido a lo que les pasó … La Iglesia no supo ver, no supo escuchar, no supo captar las señales débiles” y, si las víctimas no hubieran, por fin, tomado la palabra, “nuestra sociedad seguiría ignorando o negando lo que pasó”.[2]

Dice la periodista Silvia Ayuso, del diario El País (España) que “El voluminoso documento demuestra, según Sauvé, que los “silencios” y “fallos” de la Iglesia católica francesa ante los casos de pederastia desde 1950 a 2020 tienen un “carácter sistémico” que requieren profundas reformas de la institución y revisar algunas de sus prácticas, incluido delimitar bien el secreto de confesión”[3].

Por su parte, François Devaux, una de las personas más conocidas públicamente del movimiento que denuncia los abusos sexuales en la Iglesia francesa “… agradeció a la CIASE un trabajo que ha sido “como caer en una fosa común de almas trituradas de la Iglesia” para revelar “crímenes y delitos atroces en masa”, cometidos “durante décadas” … “Ha habido una traición de la confianza, de la moral, se ha traicionado a los niños, a la inocencia del pueblo, es una traición del Evangelio, de todo lo que somos”[4]. 

Preguntas a cada uno de nosotros

Creo que no podemos limitar lo ocurrido a Francia. Este país se atrevió a revisar profundamente los abusos sexuales, pero no es una excepción. No es que Francia sea un país de clérigos abusadores sexópatas, sino que esta triste y escandalosa realidad ocurrió en la Iglesia toda, en todos los países, en mayor o menor medida y fue de alguna manera consentida y ocultada desde la jerarquía.

Me asaltan muchas preguntas que no puedo silenciar:

¿Qué ocurrió para que los católicos amaneciéramos prácticamente, de “buenas a primeras”, con esta realidad?

¿Qué pasaría si una investigación similar y con tanta libertad y profundidad se llevara a cabo en todas las Iglesias del mundo? ¿Qué nos revelaría?

¿Qué hubiera pasado con los abusos si los mismos se hubieran conocido en toda la Iglesia cuando ocurrieron?

¿Alcanza con solo pedir perdón e indemnizar a las víctimas?

¿Alcanza con rezar por el aumento de las vocaciones religiosas y sacerdotales para salir de esta crisis, sin revisar profundamente las causas de este flagelo?

¿Podemos seguir minimizando esta realidad y dejar exclusivamente en manos de la jerarquía eclesiástica la solución? Como dijo Albert Einstein “locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.

¿Podemos seguir “yendo a misa” -para decirlo de alguna manera- como si nada ocurriera, como si no hubiera algo capital que debiera conversarse, analizarse y cambiarse, con la imprescindible participación real de los laicos?

¿Acaso no fueron justamente los hijos de las familias católicas (los laicos) los abusados?

¿Podemos sorprendernos de que las Iglesias estén vacías?

¿Es incoherente que cada vez menos jóvenes quieran ser católicos?

¿Ha sido escuchada por la jerarquía eclesiástica en todos estos años de abusos sexuales, la voz del Espíritu Santo?

Intuyo que algo está enfermo y es necesario curarlo

Señala Elisabetta Piqué, que el papa Francisco, al conocer el informe de la CIASE, “reaccionó … con dolor ante la terrible realidad”[5] de Francia.

Siento que, en la Iglesia, se ha vivido un fariseísmo. Mientras la jerarquía eclesiástica predicaba todos estos años desde los púlpitos, los valores evangélicos, por detrás se llevaban a cabo silenciosamente aterradores abusos, escondiendo lo que ocurría.

Siento que soy parte de una institución que se ha ido rigidizando en sus estructuras y que éstas han facilitado de alguna manera los abusos y su encubrimiento, hasta la llegada del papa Francisco.

Intuyo que algo está enfermo y es necesario curarlo. No debemos seguir viviendo de esta manera incoherente, en la que, se cometen abusos y la información es escondida.

¿Cómo se puede cambiar y sanar todo el daño hecho?

¿Cómo se puede recuperar la confianza en la jerarquía eclesiástica y en definitiva en la Iglesia?

Detrás de esta pregunta me surgen inmediatamente otras:

¿No será que para sanar lo ocurrido es necesario romper este círculo vicioso que se ha formado entre clérigos abusadores y una jerarquía clerical permisiva?

¿No deberíamos revisar el concepto de jerarquía?

¿Es razonable pensar en jerarquía solamente en términos de aquellos que son clérigos?

¿No habrá llegado el momento de que los laicos sean también parte de la “jerarquía” eclesiástica?

¿Es razonable que se mantenga una estructura de gobierno que se parece a la de una monarquía de la edad media, en la que hay un rey (el papa), una nobleza (los cardenales) y un pueblo que mira desde el atrio?

¿Genera transparencia y confianza esta forma de gobierno o facilita los abusos y el encubrimiento?

¿No será el momento en que los laicos y las mujeres tengamos una participación más real y efectiva en las decisiones de la Iglesia?

Hoy los laicos, a lo sumo, somos escuchados, pero no tenemos el poder de influenciar con nuestro voto en lo que se hace en la Iglesia. Estamos de alguna manera en la “periferia” de las decisiones, siendo las víctimas.

Estoy un poco cansado de escuchar que “la Iglesia somos todos … los laicos, los religiosos, los varones y las mujeres”, cuando en la realidad efectiva quienes toman las decisiones son los religiosos y entre ellos especialmente los cardenales.

El silencio termina siendo cómplice

¿Hubiera ocurrido esta hecatombe en una Iglesia abierta en la que todos sus miembros hubieran podido participar en las decisiones desde un comienzo? Quizás haya personas no coincidan con mis apreciaciones, pero creo que el silencio termina siendo cómplice. En mi interior resuena una voz que me dice “… porque eres tibio, te vomitaré de mi boca”[6].

Desde esta oscuridad en la que nos encontramos, entiendo que ha llegado el momento de repensar cómo se deben recomponer las ruinas en las que se encuentra la Iglesia.

Ahora corresponde que actuemos todos los católicos para recuperar la confianza y la transparencia.

La CIASE ha realizado un valiente y gran trabajo en pos de la verdad. Como señala Jean-Marc Sauvé, “No puede haber un futuro común sin un trabajo de verdad, perdón y reconciliación”[7].

Los invito a que con valentía nos comprometamos a participar de un profundo debate sobre este tema, buscando vivir el Evangelio sin dobleces, sabiendo que “… no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado”[8].

[1] Elisabetta Piqué, La Nación, 6 de octubre de 2021.
[2] Silvia Ayuso, El País, 5 de octubre de 2021.
[3] Silvia Ayuso, El País, 5 de octubre de 2021.
[4] Silvia Ayuso, El País, 5 de octubre de 2021.
[5] Elisabetta Piqué, La Nación, 6 de octubre de 2021.
[6] Apocalipsis 3, 16
[7] Silvia Ayuso, El País, 5 de octubre de 2021.
[8] Lc. 8, 17.

Carlos E. Barrio y Lipperheide
carlosebarrio@gmail.com
7 de noviembre de 2021.-

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5 Responses

  1. Florence / Schoenstatt France dice:

    I’m too young to have experienced the « before 2000 » but here’s my French insight:

    I disagree with the idea to have « a French Revolution » in the Church. The Kingdom of God was never a democracy. Good leaders know their people, love them, and ask their opinions before to make decisions: I feel that this is what the pope and bishops have been doing for years (and keep doing, several work teams have been created by French bishops to find new solutions together). I don’t think lay people need to vote to influence clergy decisions (all those cardinals making decisions have been built by lay women).

    I don’t think the abuses are the reason why French Churches are empty. In 32 years I only met once someone who was kept away from church because of it (a girl who never went to catechism because her mum was scared the priest was a pedophile). I think it has much more to do with relativism, loss of the faith due to poor formation after VII council, the breakdown of families, deceiving schools and the worldly media influence on young souls. Purity of faith is very linked with purity of moral, soul and body.

    The lack of specific process to handle those crimes was surely a problem but I don’t think breaking the confessional seal is the solution. Confessors could give for penance to reach out immediately to a special unit in the diocese where the priest could get the healing he needs (because sin comes from unhealed wounds) and be placed somewhere he can’t hurt anyone until he can function properly. And this special diocesan unit would of course also immediately reach out to the victim for support.

    What happened is not ok, but those victims can become ok because God makes all things new and there are efficient post-trauma therapies out there – but they do cost thousands and thousands and take years. I’m proud of the maturity with which our bishops are handling the situation and I fully support their decision to sell our church properties to contribute to the recovery of the victims because without re-wiring their brain, they would probably be scared to choose to go with Jesus at the hour of death, so it’s a salvation issue. Those people will live forever and the beautiful churches we have will pass away anyway. So if the diocese sell Cambrai house to support a victim recovery, I’m fine with it.

    I think the laity role is not to create controversial debates but to be saints the bishops can count on. If the bishops had just 5 good wholesome holy people he could give as friend group to each victim in his diocese (to drive them to their therapy appointment and be involved in their daily life), I’m sure they will come back to the Church and love it. If toxic relationships can break people, healthy relationships can build and recover people.

    I don’t think priests are the problem. I think they are the solution. They give us the Healer, who is meek and humble of heart, and who fulfill all our desires in the most noble way. But priests need priests too! Many French priests suffer from isolation needing to minister to multiple parishes (in some areas of France 1 priest can cover 60 cities – this is not a typo). The most pure French priests I know live in community. When the first sister of Mary came to France, fr Kentenich said « it is not good for a sister to be alone in France » and I trust he would say the same thing to the fathers so I hope that when they’ll come, they’ll come as a community.

    • Lena Castro Valente dice:

      Très chère Florence
      Je viens de lire votre commentaire dont je vous remercie pour le courage d’aborder un sujet si douloureux et complexe et de partager vos pensées avec nous, ètant si jeune comme vous le dîtes au commencement. Je remercie aussi l’auteur d’avoir partagé sa reflexion publiquement. En ce qui vous concerne j’aimerais bien laisser en l’air quelques questions :
      1. Vos souvenirs sont, à tout avis, récents, parce qu’écouter le Peuple de Dieu n’a pas été la trade mark des Papes et des Évêques avant le Pape François et, en quelque sorte le Pape Benoît XVI qui a fait quelques pas dans ce chemin de synodalité. Dans le passé, nous devons faire une exception pour le Pape Saint Jean XXIII qui, par le biais du Concile Vatican II, a voulu emprunter cette voie.
      2. Une personne qui a été abusée par un prêtre se méfie des prêtres et des évêques et ne s’approchera guère d’un confessionnal, et fera encore moins la pénitence de dire à l’Évêque ce qui lui est arrivé, devant le faire seule dans la situation vulnérable dans laquelle elle se trouve.
      3. Je suis d’accord pour créer des structures de soutien efficaces pour les victimes, mais je ne pense pas que cela puisse être laissé entre les mains de quelques saintes personnes sur lesquelles l’Évêque s’appuie dans le Diocèse.C’est une tâche pour des spécialistes qui soient en fait des personnes intègres et compatissantes, à l’esprit ouvert, et peut-être sans liens avec l’Église. Cela ne serait pas bénéfique pour les victimes qui se méfieraient à nouveau de l’objectif de l’aide.
      4. Je suis également d’accord pour dire que les prêtres ne devraient pas être laissés seuls. Il sera nécessaire de créer des communautés pour les prêtres diocésains qui n’appartiennent pas aux Ordres. Dans le passé, d’une certaine manière, cela se faisait parce que les prêtres étaient accompagnés dans leur mission dans les paroisses par des proches… une sœur qui n’était pas mariée, la mère. Mais cela appartient à un passé lointain.
      5. Il sera essentiel de suivre de près les séminaristes en ce qui concerne leur santé mentale et psychologique. Prendre plus de temps avant l’Ordination, avoir l’avis de multiples spécialistes, aller au fond de l’histoire de vie de chacun, de sa famille, comprendre sa motivation pour le sacerdoce et, après l’Ordination, poursuivre cet accompagnement. Cela coûte cher, mais il vaut mieux avoir moins de prêtres, mais avec une qualité humaine et un esprit sain.
      Je n’ai guèré de solution à ce probléme, rien que des traits de pinceau ici et lá. Une perspective à ajouter aux autres afin de trouver une solution valable. Tout comme vous, Florence.

  2. Juan Eduardo Villarraza dice:

    Interesante el planteo. Es muy bueno el tema de cómo dirigir la Iglesia, cómo reaccionar y cómo rever las relaciones entre sacerdotes y laicos y religiosos. No sé si solucionamos las cosas metiendo laicos en la «curia». También ahí entraría el tema de las ambiciones políticas, las facciones y las miras egoístas. Facciones y disputas de poder hay en todos lados, debido al pecado original, claramente. Pero la solución al clericalismo no creo que pase por un «laicismo» o una «jerarquía» del laico. Sí quizá, entender y vivir mejor los roles y lo que dice el Evangelio: «el que quiera ser el primero, que se haga el último».
    Sí hay que cambiar la formación, sí comprometerse más con la honestidad y sobre todo, sí acudir a la gracia y también buscar la salud mental y fomentar la vida comunitaria de los sacerdotes.
    No hay, claro está, una sola respuesta correcta y definitiva. Hay que seguir discerniendo y sí ayudar a las víctimas y fomentar el cuidado, además de evitar el autoritarismo de toda índole.
    Gracias por estos artículos, ayudan a reflexionar y a seguir en la fe, aún cuando el Enemigo haya sembrado cizaña.

  3. Patricio Young Moreau dice:

    Muy interesante la columna que toca clara y crudamente la realidad en todos sus matices. Hay que rescatar la valentía De la Iglesia Francesa para enfrentar el tema seriamente con una comisión externa que entregue un informe al país. Cosa que no ha sucedido en Chile, mi propio país, a pesar de que nuestro episcopado ha sido el mas cuestionado en el mundo, ya que todos debieron renunciar por la directa intervención del Papa Francisco. Por otra parte en Francia hay , al menos, un interés por entregar alguna reparación, aún cuando ello les signifique tener que desprenderse de bienes. Nuevamente no ha sido la actitud en Chile. Y también con claridad los abusos al interior de nuestra familia en Chile no ha tenido un claro carácter repertorios y hay varios heridos.
    A las preguntas que se hacen los autores, solo me remito a dos. Por una parte, ha transparentado nuestra inconsecuencia como institución, porque mientras la Jerarquía centraba la conducta moral de los católicos en lo sexual e incluso entraban en la intimidad de pareja, sus clérigos estaban haciendo los abusos más deleznable moralmente. Lo que también se puede mostrar en otros ámbitos en los que predicamos una cosa y hacemos otra. Y por otra, que la estructura Jerárquica queda al desnudo que es insostenible para el siglo XXI y es responsable en gran medida de la tremenda crisis que vive nuestra Iglesia. Que el Espíritu Santo sople como nunca y apoye el extraordinario trabajo que realiza el Papa Francisco. Necesitamos urgentes frutos.

  4. ¡Impactante! Realmente agradezco el artículo porque me ha sacudido y me deja pensando en cómo ayudar para que salgamos de la tibieza.
    Nuestra iglesia necesita medidas urgentes porque se nos está yendo de las manos.

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