Publicado el 2013-01-06 In José Kentenich

«A la Sombra del Santuario» – Reflexión sobre las palabras del P. Kentenich a la luz del 2014

Sarah-Leah Pimentel. Hace varios años leí una charla que había dado el P. Kentenich a un grupo de alumnos del Seminario Menor en el año 1929 cuando realizaron su Consagración («A la Sombra del Santuario», Kentenich Reader, p. 147-162). A medida que lo leía reflexionaba sobre la importancia que esta charla tiene este año en que nos preparamos para el Jubileo del 2014, mientras seguimos trabajando sobre nuestros proyectos apostólicos y misioneros.

La charla del P. Kentenich nos recuerda lo que nos resta por hacer todavía antes de que podamos estar “a la sombra del santuario” y renovar la Alianza de Amor para la próxima generación.

La palabra “misión” se convirtió este año en la palabra clave de Schoenstatt. Compartimos nuestras actividades misioneras y apostólicas en las carpas virtuales de la Cultura de la Alianza. Estos proyectos constituyen una forma maravillosa de compartir la dimensión misionera de nuestro Movimiento no sólo mutuamente sino también con la Iglesia y con el mundo a fin de que puedan dar mucho fruto. Pero, como sucede con todos los preparativos de este tipo de proyectos, existe el peligro de que por estar tan inmersos en el hacer, nos olvidamos el porqué lo hacemos.

Renovar el mundo

En toda esta actividad, ¿cuál es nuestra Misión de Schoenstatt? En esta charla a los estudiantes, el P. Kentenich nos dice de manera inequívoca que nuestra misión es «renovar el mundo» (p151). De todos los proyectos sobre los que he leído en www.schoenstatt.org, no caben dudas de que nuestro sincero deseo es el de presentar estos proyectos a la Iglesia como una forma de renovación para el mundo. Pero, ¿realizamos todo el trabajo espiritual para asegurarnos sus frutos? ¿O es que las preocupaciones por los aspectos externos de nuestro trabajo misionero – la organización, las reuniones, las estructuras – algunas veces diluyen el fervor con el cual llevamos a cabo estos proyectos?

No me malinterpreten. No estoy diciendo que estas cosas no son necesarias. Lo son y nos dan la oportunidad de orar juntos sobre nuestro trabajo misionero en Schoenstatt, nos ayudan a discernir el rumbo hacia el cual la Santísima Madre quisiera que sigamos, y a compartir entre todos los frutos de nuestra labor. Pero también es en estos niveles de la organización en los que nuestras debilidades humanas pueden interponerse en el camino hacia el verdadero trabajo al cual fuimos llamados a hacer. Y esta es la razón por la cual es importante que nosotros nos recordemos a nosotros mismos las palabras de nuestro Fundador.

Conquistar lo que nos han legado

El P. Kentenich nos insta a estar convencidos de nuestra misión de renovar el mundo tomando posesión de los muchos dones que hemos recibido: «Lo que heredaron de sus padres, conquístelo para poseerlo” (151, No es suficiente seguir la corriente ofreciendo nuestro tiempo y nuestros talentos para trabajar en este o ese proyecto. Necesitamos conquistar nuestro legado. ¿Qué significa? Significa que debemos tener el mismo fervor y la misma fidelidad que las primeras congregaciones si verdaderamente queremos acercar a Schoenstatt a la nueva generación y compartir nuestro mayor tesoro – nuestra Alianza de Amor con la Santísima Madre – con la Iglesia y con el mundo.

El P. Kentenich nos dice cómo podemos hacerlo:

– Una definitiva ratificación de nuestra «misión personal» y
– Una entrega total a esa misión» (p150)

Somos el Movimiento

Al elaborar el primer punto, el P. Kentenich nos recuerda que nuestra misión personal está en hacer la obra del Movimiento. Reitera que «somos el movimiento» y que él «depende de nosotros» (p153).

¿Hasta qué punto creo firmemente que como miembro consagrado de Schoenstatt yo soy el Movimiento? La gente muchas veces me oyó decir que no pertenezco a Schoenstatt, sino que soy de Schoenstatt. No se trata de ser presuntuoso ni tratar de colocarme en una posición de poder ni incluso sugerir que soy más importante que el Movimiento. No. Significa que tomo posesión de algo que forma parte de lo que soy. Es mi forma de decir que no sé qué propósito tendría mi vida si Schoenstatt no desempeñara un papel esencial en todo lo que hago.

Esto es lo que el P. Kentenich quiere expresar cuando dice que necesitamos conquistar lo heredado de nuestros mayores . Pero también nos advierte: vivir nuestra consagración requiere de una «conmovedora humildad» (p154). Si mi servicio a Schoenstatt tiene un motivo secundario – como por ejemplo el deseo de poder – no estoy prestando en absoluto un verdadero servicio a Schoenstatt y me he olvidado de lo que dije el día de mi Consagración cuando prometí convertirme en un instrumento en manos de Nuestra Señora.

Entrega total de sí mismo

De manera que, ¿cuál es el antídoto contra estos impulsos que forman parte de nuestras débiles naturalezas humanas? La entrega total de sí mismo. Nuestro Fundador explica que si adoptamos la actitud correcta, entonces «no deseamos permanecer alejados nunca más» (p149). Esta entrega tiene tres aspectos. El primero: «renunciamos a la falta de entusiasmo y prometemos el mayor radicalismo» (p156). Esto significa que queremos «acabar con la mediocridad» y «aspirar a las estrellas» (p156). Si no nos volcamos con todo el corazón a nuestra misión para renovar el mundo, perdemos algo de nuestro entusiasmo y nos dejamos manejar por otras agendas. En este punto, el P. Kentenich es de una severidad inusitada al decir que «quien no pueda remontarse a esas alturas, quien se da por satisfecho con un banal: “Ya nos basta con esto”, no puede ser parte de nuestra Familia”. (p156).

¿Qué es lo que está diciendo con esto? Está diciendo que, a menos que cada una de nuestras palabras y cada una de nuestras acciones sea una ofrenda de amor a nuestra Santísima Madre que nos ha confiado esta importantísima misión, entonces nuestro amor no es completo. Si no podemos amar a nuestra Madre, entonces nos autoexcluimos de su Familia.

Renunciar a cada amor desordenado

Sabiendo que somos humanos y falibles y que nuestros corazones a menudo se tornan «cansados y fríos» (Hacia el Padre), el P. Kentenich señala la segunda dimensión de nuestra consagración: «Renuncio a todo apego desordenado a las criaturas y a mi mismo, y prometo una entrega de corazón y fiel a la Amada de mi corazón”. Tan a menudo escuchamos las quejas de los católicos respecto de que muchas actividades parroquiales degeneran en política porque algunos desean el poder y el control. Estos son los impulsos desordenados a los que hace alusión el P. Kentenich. Cuando nuestras actividades apostólicas se convierten en una lucha por el poder o cuando los choques de personalidad ponen en peligro la fecundidad de un trabajo realmente bien hecho, entonces cedimos ante nuestra pecadora naturaleza humana y nos cerramos a nosotros mismos ante la posibilidad de que la Santísima Madre obre un milagro de gracia en nuestro corazón. Nuestra energía y nuestro fervor se ven redireccionados hacia cosas que no producen los frutos que habíamos esperado.

Una vez más el P. Kentenich es muy duro en el lenguaje que utiliza para describir lo que sucede cuando permitimos que nuestras naturalezas falibles tomen el control: «aquel de nosotros que en el futuro ceda a los impulsos y pasiones desordenadas de su corazón, estará faltando a su consagración” (p 158).

La gente debe poder ver que pertenezco a la Santísima Madre

Quizás en este año de la Corriente Misionera, que coincide con el Año de la Fe de la Iglesia, somos llamados a demostrar quién está realmente abocado al trabajo en nuestras actividades apostólicas. El P. Kentenich nos recuerda que «la gente debe poder ver que pertenezco a la Santísima Madre, que soy su imagen y semejanza» (p157). Este parece ser un objetivo muy alto a alcanzar, pero no debería desalentarnos. A lo sumo, debería convertirse en el objetivo que nos esmeramos por alcanzar.

Encontrar mi hogar en el Santuario

¿Cómo hacemos esto? ¿Cómo impedimos que se nos distraiga de nuestra meta, de nuestra misión de ser Schoenstatt? Permaneciendo firmemente arraigados al santuario. El P. Kentenich instó a los jóvenes a renunciar a cualquier «impulso juvenil itinerante » y encontrar «mi hogar en el santuario» (p160). Si nuestros corazones permanecen en el santuario no podemos perder nuestro camino. Aquí es donde recordamos las gracias del santuario. El santuario es nuestro hogar, nuestro refugio del mundo. En el amor de la MTA, nos encontramos transformados en el amor, en el cual el más profundo deseo de nuestro corazón es servirla. En este deseo ya no hay espacio para servir a otras agendas ni hay deseo de poder. Esta transformación nos permite reconocer, una vez más, nuestra verdadera misión y tomar el coraje para volver al mundo y renovarlo a través de nuestra misión apostólica.

A la Sombra del Santuario…

En otras palabras, nuestro vínculo con el santuario, con la Santísima Madre y con nuestra consagración nos colma de tal manera que nuestra única respuesta no puede ser otra que compartir con otros lo que hemos experimentado. Si este es verdaderamente nuestro sincero deseo, el propósito de nuestra existencia, entonces con confianza podemos hacernos eco de las palabras del Fundador: «A la sombra de este Santuario, se decidirá el destino de la Iglesia en los próximos siglos» (p161).

¡Qué hermoso sería si, de aquí a 100 años, cuando esas futuras generaciones para las cuales ahora estamos trabajando vuelvan su mirada hacia atrás vean que nuestra misión fue exitosa y dio un gran fruto!

Original: Inglés. Traducción: Cecilia Mata, Buenos Aires, Argentina

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«A la Sombra del Santuario» – Reflexión sobre las palabras del P. Kentenich a la luz del 2014

Sarah-Leah Pimentel. Hace varios años leí una charla que había dado el P. Kentenich a un grupo de alumnos del Seminario Menor en el año 1929 cuando realizaron su Consagración («A la Sombra del Santuario», Kentenich Reader, p. 147-162). A medida que lo leía reflexionaba sobre la importancia que esta charla tiene este año en que nos preparamos para el Jubileo del 2014, mientras seguimos trabajando sobre nuestros proyectos apostólicos y misioneros.

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