Publicado el 2015-05-31 In Segundo siglo de la Alianza

Tres preguntas… sobre el Schoenstatt del segundo siglo de la Alianza de Amor (19)

Hoy contesta: Alejandro Blanco Araujo, Ph.D. Miembro de la Federación de Presbíteros de Schoenstatt (Schönstatt-Priesterbund) Región Argentina. Participa de la Dirección internacional de la Federación (International-Bundesleitung). Asesor del movimiento en Argentina. Asesor pedagógico en el Instituto Estrada – City Bell (colegio kentenijiano). Profesor de Filosofía de la religión en la Universidad del Salvador, Buenos Aires •

A medio año de peregrinar por el segundo siglo de la Alianza de Amor… ¿Cómo sueña este Schoenstatt en su ser, en su estar en la iglesia y en el mundo, y en su quehacer?

Sueño con un Schoenstatt que libera el carisma del Padre Kentenich para la Iglesia y el mundo. Un Schoenstatt que saca del exilio definitivamente al Padre. El carisma kentenijiano aporta una visión singular de hombre, mundo y Dios, que (unida a otras corrientes de la época) permite a la Iglesia integrar la Modernidad y dialogar con la cultura contemporánea en su complejidad. Esto, que considero la misión histórica de Kentenich y su obra, puede perderse si Schoenstatt deviene en un mero movimiento piadoso.

Para llegar a cumplir este sueño, ¿qué tenemos que evitar o dejar? – Para llegar a cumplir este sueño, ¿qué pasos concretos debemos dar?

Obviamente, Schoenstatt debe mantenerse fiel, en su forma original de vivir la Alianza de Amor con la MTA en el Santuario. Pero para que su aporte pueda efectuarse plenamente, Schoenstatt debe «salir» (tal como declama el Memorandum del Congreso de Pentecostés 2015) de sí mismo, «descentrarse» (como pide el Papa en la Audiencia a la Familia de Schoenstatt en octubre de 2014).

Para que la «salida» sea una realidad, Schoenstatt debe,

  1. en primer lugar, comprender la misión histórica de Kentenich y su «visión», lo que lo obliga a abandonar formas demasiado ancladas en la «Iglesia de la antigua orilla», que le proporcionan «seguridad» (ante el miedo a lo nuevo) a precio de perder su virtud de movimiento de «renovación». Algunas de estas formas anquilosadas, entre otras, tienen que ver con un estilo de conducción veladamente autoritario, poco democrático, que reproduce formas clásicas de «verticalismo clerical» (en laicos, clérigos, varones o mujeres) en vías de ser superado (esperamos) en la Iglesia del papa Francisco. La estructura federativa de Schoenstatt debería encarnar en si mismo, para la Iglesia, una forma de organización superadora de clericalismos y verticalismos. Otras formas anquilosadas, se manifiestan en las dificultades que experimenta Schoenstatt para elaborar situaciones nuevas que afloran en la vida familiar y social, produciendo la exclusión de algunas personas de las fuentes de la espiritualidad, contrariamente a una praxis, donde lo principal es la misericordia, según el rumbo señalado por Evangelii Gaudium y Misericordiae Vultus. Con relación a esto último, se adeuda una revisión valiente y más profunda de la ética de la sexualidad a la luz de lo abundantemente reflexionado y señalado por J. Kentenich.
  2. En segundo lugar, Schoenstatt debe abandonar un lenguaje verbal y gestual demasiado hermético que lo lleva a encerrarse en sí mismo y dificulta el diálogo con la cultura.
  3. Por último, debe decidirse a instalar el carisma kentenijiano en los foros de la cultura contemporánea. Esto se concreta si Schoenstatt logra que la visión kentenijiana dispute con (aporte y escuche) las corrientes de la época en los ámbitos académicos, en el arte, el pensamiento, la educación, la política. Nuestro aporte más importante en orden a las reivindicaciones sociales de los excluidos, pasa por instalar en la vida política dispositivos inspirados en otra forma de pensar al hombre, al mundo, a Dios, y a la relación del hombre con él, lo que aporta esencialmente la visión kentenijiana.

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