Juan junto a su esposa María Elena Dinamarca

Publicado el 2021-09-14 In Vida en alianza

Un eterno día de alianza

CHILE, Marita Miranda Bustamante •

Juan Retamal murió atropellado en Agua Santa, cuando cruzaba la calle para llegar a la misa del día 18. —

Ese día 18 de agosto llovió copiosamente, después de un invierno esquivo. La mayoría llegamos al santuario un poco mojados y solo unos cuantos se percataron del accidente que había ocurrido en la esquina de Agua Santa, unos minutos antes del inicio de la misa. Los demás solo escuchamos el rumor, que el P. Iván Simicic confirmó con tristeza en la homilía: habían atropellado a nuestro Juan Retamal Torres, miembro de la Familia Cenáculo de Fundación desde 1971, integrante de la Rama de Hombres y de la pastoral del santuario.

Esa noche, no hubo himno de la Familia ni quema del capital de gracias y la noticia se constató luego de la bendición final: Juan había fallecido.

En nuestra llameante bandera…

Corrimos hasta la esquina, para encontrar a Juan con el cuerpo cubierto, bajo la lluvia, en actitud de niño, mientras los carabineros realizaban procedimientos y llegaba su familia. La Hna. M. Consuelo Cerda lo había acompañado durante la misa aun antes de reconocerlo y ahora llegábamos incrédulos a sumarnos a las oraciones y al canto. “En nuestra llameante bandera…” comenzó a entonar la Hna. María Carolina Miranda, y todos la seguimos, con voz temblorosa.

“Lo que vivimos con la muerte de Juan a los pies del santuario fue terrible; fue muy triste y ha dejado un dolor que ha traspasado hasta lo más hondo de nuestra alma. Es el dolor de sentir que uno de nosotros no alcanzó a llegar a la misa, pero nos consuela saber que la Mater fue la que se apresuró y fue al encuentro de Juan a los pies de su santuario. Siento que ese día también fue volver a experimentarnos familia, unidos en el dolor. Unidos en torno a Juan pudimos abrazarnos, llorar juntos, cantar y rezar bajo la lluvia por el alma de nuestro querido Juan”, relata Valentina Ansaldi, integrante de la pastoral de Agua Santa.

La familia de Juan: Su esposa María Elena, con sus hijos María Elena, María Gabriela, María José y Juan Francisco.

La familia de Juan: Su esposa María Elena, con sus hijos María Elena, María Gabriela, María José y Juan Francisco.

“Buenas gratificaciones”

Es que la historia de Juan Retamal es larga en esta Familia, cuando llegó como estudiante de educación media, invitado por un amigo, en un tiempo polarizado, lleno de intensas discusiones políticas. Orlando Valle, que lo recibió en esa época en la Juventud Masculina, cuenta que allí encontró diversidad de pensamientos y aprendió a mirar a todos como hermanos. “Una de las cosas que en ese tiempo hablábamos mucho era de la necesidad de jóvenes líderes católicos. Con eso, él enganchó al tiro”, asegura.

Luego Juan pasó por la Juventud Universitaria, la “Torre de David”, como se llama en Agua Santa, por el ideal que les dio el padre Kentenich en los primeros tiempos.

En el santuario también conoció a María Elena Dinamarca, le pidió pololeo un día después de misa y los casó el P. Sidney Fones en ese mismo lugar. Allí llevaron recién nacidos a sus cuatro hijos: María Elena, María Gabriela, María José y Juan Francisco. Allí también celebraron sus 25 años de matrimonio y se bautizaron sus 3 nietas.

En su funeral, en un raro día soleado y templado, también junto al santuario, los cuatro hijos recordaron sus regaloneos y chistes fomes, pero sobre todo su amor incondicional y su ternura: “Fuiste padre y tata por vocación, “aguachando”, como dirías tú, a cuanta persona se te acercó. Le diste afecto, atención y un abrazo de oso”, leyeron.

Esta vocación a la paternidad es patente porque, de acuerdo con lo que nos comparte su hija Maru (María Elena), había un pronóstico de que no podrían tener hijos por razones de salud: “Mi papá hizo una manda: Si la Mater les concedía el milagro de ser papás, cada una de las niñas que tuvieran iba a llevar el nombre de María (…). Somos sus 3 Marías”.

Con su esposa, estuvieron en un grupo de matrimonios, hasta que sus integrantes se fueron a otros destinos. Así Juan llegó a la Rama de Hombres, donde le tocó dar un aporte de fraternidad y cordura, según revela Orlando Valle, jefe de rama, pero también de alegría. “Tenía casi un humor inglés. No era de ese humor que te hiciera reír, sino de pasada, de la talla rápida o del chiste corto (…). Y que muchos no lograban entender”.

En el Año de san José, mostró su admiración por la figura paternal y varonil del esposo de la Mater, rezando siempre la oración cuando le tocaba subir al ambón en las misas dominicales y organizando el taller sobre san José, en el que muchas personas participaron.

Como miembro de la pastoral, el domingo 15 de agosto, tres días antes de su sorpresiva muerte, le tocó coordinar la misa de la Asunción de María e introducir el misterio de la elección de la Mater para ser llevada directamente al cielo. Para él era muy importante colaborar en la liturgia. Por ello, en 2015, a propósito de la preparación de Semana Santa escribió: “Una vez, en reunión de catequistas de la diócesis, el obispo Gonzalo (Duarte) decía: “El trabajo pastoral tiene muy mal sueldo, pero una excelente jubilación”. En ambos tiene razón, solo que se quedó corto, porque de vez en cuando, también tiene muy buenas gratificaciones, como en el caso nuestro: conocerse, hacerse amigos, entrar en una comunidad de mucha confianza. Sí, muy buena gratificación participar en la pastoral. Y ahora, a proclamar a Cristo Resucitado…”.

Su grupo de la Rama de Hombres de Agua Santa.

Su grupo de la Rama de Hombres de Agua Santa.

“Podía haber sido cualquiera”. Pero no

Cuando Juan atravesó Agua Santa esa tarde lluviosa, esperando llegar a la misa de alianza, se sellaba una vida en que el vínculo con la Mater y con el santuario de Agua Santa estuvo siempre presente. “Se le podía quedar el celular, mi papá era súper volado, pero jamás el ‘Hacia el Padre’”, recuerda Maru. Y la Mater lo había salvado antes, hace 30 años, cuando en sus largos viajes como comerciante, se quedó dormido manejando. No tuvo ni un rasguño, aunque del auto lo único que quedó intacto fueron las chapitas de la Mater.

Para Valentina Ansaldi, el accidente de Juan nos remeció hondamente: “Podía haber sido cualquiera, pero también el hecho de que haya sido Juan, un miembro activo de la Rama de Hombres, de la pastoral, también nos hace agradecer por toda su entrega a la Familia, por toda su fidelidad a través de los años. Creo que es un gran ejemplo de entrega hasta el último, esa entrega profunda y completa en cada ámbito de su vida”.

En este acontecimiento, Orlando Valle interpreta este mensaje: “Cuando uno se toma en serio la alianza, Dios y la Mater también se la toman en serio. Y entonces llega el momento en que te dicen: “Listo, tienes la tarea hecha, así es que puedes quedarte tranquilo”. Pero quedarse tranquilo no es quedarse en este mundo echado para atrás en una playa caribeña tomándose un daiquiri. No es esa tranquilidad, no es esa paz: es la paz del que cumplió la misión”.

De hecho, a los pocos días, la junta de vecinos del sector convocó a una protesta en las calles para pedir un semáforo en el cruce de Agua Santa y prevenir así futuros accidentes. Se unieron varios miembros de la Familia y salió en la radio, la televisión, los diarios y las redes sociales. La paz a la que nos llama Juan es trabajo y misión, no descanso.

Juan en el Santuario, junto a la imagen de su querido San José.

Juan en el Santuario, junto a la imagen de su querido San José.

Fuente: Vínculo, Ed. Sept. de 2021. Con permiso de los editores.

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2 Responses

  1. Dios está con los sencillos, con los que hacen su trabajo pero no se siente importantes.
    Muy impresionado, es la visita de Dios a la familia de Viña.
    Hay veces que sólo el silencio y la contemplación de esta visita de Dios es lo que corresponde. El tiempo nos irá haciendo comprender lo que verdaderamente fue su muerte y Juan irá creciendo en nuestro corazón.

  2. Juan Retamal fue el aporte que nos pidió la Mater al capital de gracias del lluvioso 18 de agosto de 2021, en el cual no hubo el tradicional rito en la Plaza de Fundación, pero sí lo hubo frente a su cuerpo sin vida. Y allí, lo primero que se entonó fue el Himno de la Familia, que no podía faltar en ese momento, como signo de unidad.
    El día 18 de cada mes, en nuestros santuarios de Schoenstatt, es un día de renovación en común de la Alianza de Amor que cada uno de nosotros selló en uno de ellos con la Santísima Virgen, y que en nuestro Santuario de Agua Santa, Cenáculo de Fundación, se caracteriza porque, junto con quemar nuestros aportes al capital de gracias en la Plaza de Fundación, entonamos el Himno de la Familia, canto compuesto en la época de la fundación del Movimiento en Alemania, que termina así: «En nuestra misión creemos también en el huracán, del siglo gran vencedora, los tuyos no se hundirán». En esa fe y confianza filial, recordaremos siempre a Juan.

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