Publicado el 2016-08-03 In schoenstattianos, Vida en alianza

Historias de amor con la Mater en Tupãrenda

PARAGUAY, Horacio José Chávez Tottil •

DSC_0514Todos los domingos y en todas las actividades a las que puedan asistir en Tupãrenda, se encuentra a este matrimonio digno de admiración: María Elena Apostolaqui, de 72 años y Jaime Molinas, de 82. Ella es comerciante en un tranquilo barrio de la ciudad, él, un técnico reconocido en electromecánica. Tienen tres hijos profesionales y una vida hecha en Asunción.

Cada persona tiene su historia de amor con la Mater, y esta es una de tantas. Casados hace muchos años, desde que el comienzo de su matrimonio ella sintió el llamado de Cristo a una intensa vida apostólica, sirviendo a su parroquia, asistiendo a enfermos y necesitados.

Muy cerca del Santuario

Hace catorce años decidieron mudarse al Km. 42,5 de la ruta 2, apenas a 8 Km. de Tupãrenda, Santuario Nacional de Schoenstatt (que no conocían) buscando un lugar apacible para retirarse después de muchos años de trabajo y sacrificios. Ella cuenta que al mudarse a su nueva casa comenzó a sentirse sola, sin sus hijos y lejos de las actividades apostólicas que llenaban su vida. Pasó casi cuatro años llorando hasta que una noche de año nuevo, después de preparar la cena para recibir a sus seres queridos que finalmente no pudieron participar, quedó devastada, y en medio del llanto y la tristeza rezó el Rosario. En ese momento sintió la invitación de la Mater para que la visitara en el Santuario de Tupãrenda. “¡Hija, estoy tan cerca de ti!”.

La presencia de María que sana y salva

Desde ese 1º de enero hasta hoy, diez años más tarde, todos los domingos participan en la Santa Misa en Tupãrenda. Y María Elena manifiesta que en Tupãrenda siente la presencia de Dios, del Espíritu Santo, que a ella la hacen fuerte y ya no se siente sola. Su hijo, que está estudiando en España desde hace años, le aconseja a su madre que nunca deje de ir a Tupãrenda porque él también sintió esa presencia de Dios y de la Mater que sanaron a su madre.

María Elena se despide con un mensaje: “Vengan a Tupãrenda, aquí yo siento la gracia de Dios, en especial para las familias y los jóvenes, sirvan a la Iglesia porque no hay tiempo y no hay distancias para Dios, tenemos que estar atentos a los llamados de Jesús y de su Madre”.

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