Publicado el 2014-05-21 In Temas - Opiniones

Tres gracias

EN POCAS PALABRAS, P. Joaquín Alliende Luco. El P. Kentenich reiteró una metáfora: “Schoenstatt es una esfera misteriosa”, nacida de una cuna propia, el “Santuario… O-r-i-g-i-n-a-l”. Es decir, un lugar, una tierra, unos muros, un techo, un campanario, un altar. Toda ‘nuestra originalidad’ emerge de ese manantial de agua viva, que el fundador caracterizó como “las tres gracias del origen”. Esta tríada no la inventó José Kentenich. Sólo la constató y nombró: “Arraigo”, “Transformación en Cristo”, “Envío misionero”. Él descifró a las tres desde lo que vio vivir a los congregantes héroes. Y lo confirmó en el actuar constante de nuestra Mater como Educadora de la fe bautismal de muchos.

Además, estos tres nombres nos relacionan con las tres Personas de la Trinidad: Arraigo y el Padre. Transformación en Cristo y el Verbo Encarnado. Envío misionero y el Paráclito que impulsó a los Apóstoles al mundo entero.

Con la primera gracia nos podemos equivocar en algo. Antes, en castellano, la tradujimos por ‘cobijamiento’. Desde hace unos cuarenta años, comenzó a usarse más y más el vocablo “gracia del arraigo”. ‘Ser cobijado’ es algo cálido, alude al regazo y a la entraña de la madre. Es algo hermoso, pero puede deformarse en una calidez paralizante. “Arraigo” tiene más hondura y horizonte. “Arraigo” viene de “raíz”, lo cual supone imperiosamente, que este fundamento vegetal va a proyectarse en un tallo que sostendrá flor y fruto. Todo el árbol justifica su existencia en el fruto.

De un modo algo jocoso, una señora de mucho apostolado, suele rezar: “Mater, sé un poquito más breve con lo del ‘cobijamiento’, porque algunos de los cobijados nos acurrucamos y nos dormimos. Apúrate algo más con la ‘transformación’, porque hoy, nuestra proyección apostólica a la Iglesia y al mundo se siente remolona, no vibra con aquellas palabras de la liturgia, según la cual debiésemos ser, contigo, ‘un ejército en orden de batalla’.

P. Joaquín Alliende L.

 


 



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EN POCAS PALABRAS, P. Joaquín Alliende Luco. El P. Kentenich reiteró una metáfora: “Schoenstatt es una esfera misteriosa”, nacida de una cuna propia, el “Santuario… O-r-i-g-i-n-a-l”. Es decir, un lugar, una tierra, unos muros, un techo, un campanario, un altar. Toda ‘nuestra originalidad’ emerge de ese manantial de agua viva, que el fundador caracterizó como “las tres gracias del origen”. Esta tríada no la inventó José Kentenich. Sólo la constató y nombró: “Arraigo”, “Transformación en Cristo”, “Envío misionero”. Él descifró a las tres desde lo que vio vivir a los congregantes héroes. Y lo confirmó en el actuar constante de nuestra Mater como Educadora de la fe bautismal de muchos.

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