Publicado el 2010-01-25 In Temas - Opiniones

Sacerdotes en los campos de concentración

Puerta de acceso Dachau - Foto: Francisco GrondonaFrancisco Grondona. El actuar de Dios en nuestras vidas se manifiesta en formas que muchas veces no comprendemos. En cada detalle, hasta el más pequeño, podemos ver el actuar de nuestro Padre y cómo nos guía por caminos inexplorados por nosotros. Es quizás por eso que el 20 de enero tuve la oportunidad de visitar el campo de concentración situado en Dachau. Movido por el contexto histórico de la Segunda Guerra Mundial y por lo vivido por el Padre Kentenich esos años, quise ver con mis propios ojos aquel lugar donde ocurrieron tantas desgracias y que sin embargo para los schoenstattianos se convirtió en un lugar de gracias.

Quizás Dios quiso que al día siguiente un sacerdote de la diócesis de Rosario, Gerardo Rodríguez, se contactara conmigo a través de una de las redes sociales más conocidas (Facebook) y que, luego de un momento de charla, me cuente acerca de su interés e investigación acerca de los sacerdotes católicos en los campos de concentración.

Quizás simplemente sea una feliz coincidencia, pero es así como el siguiente artículo llegó a mis manos. «Sacerdotes en Dachau: La fuerza de la debilidad» nos cuenta los tormentos que se padecieron en el campo de concentración y la historia de algunos de estos sacerdotes, principalmente polacos, que fueron ejemplo hasta su último suspiro de vida del amor de Dios.

Agradecemos al P. Gerardo Rodríguez por permitirnos publicar su artículo.

Sacerdotes en Dachau: La fuerza de la debilidad – P.Gerardo Rodríguez

Memorial a las víctimas en Dachau - Foto: Francisco Grondona

1 Responses

  1. P. Jorge Falch dice:

    Hola P. Gerardo, me llamó la atención su inquietud por conocer las actitudes de los sacerdotes en Dachau.
    Tengo interés en contactarme con usted y a lo mejor poder aportar algo de las experiencias del beato Karl Leisner y del Caplán Dresbach, que ha comunicado mucho a mi curso sobre sus experiencias con nuestro Padre.
    Un cordial saludo. P. Jorge Falch

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