Publicado el 2015-11-21 In Francisco - Mensaje

Excesiva centralización complica a la Iglesia

FRANCISCO EN ROMA, con material de VIS y  de 

Un análisis drástico y un llamado a salir al encuentro: Así lo resume el portal de noticias de la iglesia católica de Alemania. Totalmente en la línea de la inquietud de un Mons. Robert Zollitsch, durante años. Totalmente en la línea de lo que dijo a la iglesia italiana, hace poco, en Florencia. Francisco es siempre Francisco, el Papa de una iglesia movida, humilde, pobre, y en salida misionera. O sea, mariana.

El Papa instó a evitar “una excesiva centralización”, que “en lugar de ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera”. En un discurso advirtió el 20 de noviembre sobre el peligro de una “creciente institucionalización” a los obispos alemanes, que en estos días se encuentran en el Vaticano para llevar a cabo su visita ad limina apostolorum.

Francisco dijo, que, frente a una “erosión de la fe católica en Alemania”, cuando “son inauguradas estructuras cada vez nuevas, para las que faltan fieles” nace “una especie de nuevo pelagianismo, que nos lleva a poner la confianza en las estructuras administrativas, en las organizaciones perfectas”.

El pelagianismo era una concepción religiosa que defendía que la gracia no tenía ningún papel en la salvación, sólo era importante obrar bien siguiendo el ejemplo de Jesús. Fue rebatida por san Agustín.

“Se nota particularmente en las regiones de tradición católica una disminución muy fuerte de la participación a la misa dominical, además de en la vida sacramental”, se lee en el discurso que el Papa entregó a los obispos alemanes.

“En los años sesenta, en todas partes, todavía casi cada fiel participaba todos los domingos en la santa misa; hoy, a menudo, son menos del 10 por ciento. A los sacramentos se acercan cada vez menos”, constató.

“El sacramento de la penitencia –continuó- a menudo ha desaparecido. Cada vez menos católicos reciben la confirmación o contraen un matrimonio católico. El número de las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada ha disminuido netamente”, escribió.

“Considerando estos hechos, se puede hablar verdaderamente de una erosión de la fe católica en Alemania. ¿Qué podemos hacer?”, cuestionó a los obispos alemanes guiados por el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Mónaco de Baviera.

En el contexto del inicio del Año de la Misericordia (8 de diciembre), Francisco instó a los obispos a hacer “redescubrir el sacramento de la Penitencia y Reconciliación”, además del íntimo nexo entre Eucaristía y sacerdocio.

Volver a la raíz

De esta manera, consideró urgente dejarse inspirar por la vida de los primeros cristianos, “superar la resignación que paraliza” y abandonar la idea de que es posible “reconstruir de las ruinas de los “buenos tiempos” lo que existió ayer”.

En una visión esperanzadora, Francisco recordó a los colaboradores de san Pablo, Priscila y Aquila: Sin embargo, »podemos inspirarnos en la vida de los primeros cristianos», como los cónyuges Priscila y Aquila, fieles colaboradores de San Pablo que fueron testigos, »con palabras convincentes pero sobre todo con su vida, de que la verdad, basada en el amor de Cristo por su Iglesia, es verdaderamente digna de fe y abrieron su casa para la proclamación del Evangelio». »El ejemplo de esos «voluntarios» – observa – puede hacernos reflexionar, dada la tendencia hacia una institucionalización creciente. Se inauguran siempre nuevas estructuras para las que, después, faltan fieles. Es una especie de nuevo pelagianismo, que nos lleva a depositar la confianza en las estructuras administrativas, en las organizaciones perfectas. La centralización excesiva, en lugar de ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera. La Iglesia no es un sistema cerrado que gira siempre en torno a las mismas preguntas. La Iglesia está viva, se presenta a los hombres en su realidad, sabe inquietar, sabe animar».

Por eso, ojo con la fe en estructuras: “Son inauguradas estructuras cada vez nuevas, para las que al final faltan fieles. Se trata de una especie de nuevo pelagianismo, que nos lleva a  volver a poner la confianza en las estructuras administrativas, en las organizaciones perfectas”, añadió.

La Iglesia está viva, no está en estructuras cerradas

Por ende, se trata de una excesiva centralización que complica la vida de la Iglesia y su brío misionero.

La Iglesia “no tiene un rostro rígido, tiene un cuerpo que se mueve, crece y con sentimientos: es el cuerpo de Jesucristo”.

»El imperativo actual -añade- es la conversión pastoral, es decir, conseguir que todas las estructuras de la Iglesia se hagan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que ponga a los agentes de pastoral en una actitud constante de salida’… Tenemos que estar entre la gente, con el ardor de aquellos que aceptaron por primera vez el Evangelio.»  Y «cada vez que tratamos de volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio se abren nuevos caminos, métodos creativos… palabras llenas de renovada importancia para el mundo de hoy».

La Iglesia alemana y su ayuda a los pobres

Por otro lado, el Papa agradeció a los obispos alemanes “el gran apoyo que la Iglesia en Alemania, mediante muchas obras de caridad, ofrece a los hombres en todo el mundo”.

Igualmente, evidenció la ayuda de la Iglesia teutona a “cientos de miles de refugiados” que vinieron a Europa o “se pusieron en marcha buscando un refugio de la guerra y de la persecución”.

“Las Iglesias cristianas y muchos ciudadanos de su país prestan una ayuda enorme para acoger a estas personas, dándoles asistencia y cercanía humana”, elogió.

Al mismo tiempo remarcó la ayuda a “todas las iniciativas humanitarias para que las condiciones de vida en los países de origen se hagan más soportables”.

Por último, el Pontífice reiteró el compromiso por la vida en la Iglesia: «La Iglesia no debe cansarse nunca de ser la abogada de la vida y no debe retroceder en el anuncio de que la vida humana debe protegerse incondicionalmente desde la concepción hasta la muerte natural. Aquí no podemos nunca llegar a compromisos, sin convertirnos nosotros también en culpables de la cultura del descarte, por desgracia muy extendida».

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