Publicado el 2013-05-29 In schoenstattianos

La familia Horn celebra en Milwaukee sus bodas de diamante

EE.UU. Rainer Birkenmaier. Los dos nacieron en Hungría, pero ellos se encontraron y se enamoraron en su viaje, como desterrados, a Estados Unidos. Por medio de un amigo llegaron finalmente a Milwaukee por rutas separadas. El 25 de marzo contemplaron retrospectivamente estos sesenta años de vida matrimonial.

 

 

Pareció una casualidad

A principios de los años 60 en Milwaukee, buscando una buena educación religiosa para su hija mayor, Belinda, les dijeron que simultáneamente con la catequesis, se celebraba una Sta. Misa en alemán para los niños en la cripta de la parroquia San Miguel. Pero la Divina Providencia había previsto algo más que en una buena solución a la necesidad de la catequesis y de participar en la Misa: le presentaron a la joven pareja un sacerdote por el que se sintieron plenamente comprendidos. Era el Padre Kentenich, que les estaba ayudando a los refugiados a vivir con fe después de la guerra, que implicaba el destierro y la emigración. Gradualmente fueron creciendo en el mundo espiritual que el Padre Kentenich llevaba en su corazón. El encuentro con él marcó para siempre sus vidas hasta el día de hoy. La familia Horn y el Fundador se donaron mutuamente.

No tenían familiares cercanos, pero…

Los familiares de la joven pareja vivían en Alemania o en una zona muy lejana de los Estados Unidos. Pero este sacerdote estaba cerca y fue para ellos sencillamente un «padre». Lo podían visitar a cualquier hora sin pedir cita; daba la sensación de que él tenía todo el tiempo del mundo para ellos y se interesaba por todo lo de ellos: sus hijos, la profesión, el temor a dar el examen para poder conducir el auto, la falta de trabajo, las preocupaciones financieras… No había nada que ellos no pudieran preguntarle al Padre. Y él quería a los niños. Cuando el menor se quemó gravemente con café durante una reunión familiar, lo que puso en peligro su vida, el Padre compartió su ansiedad y prometió su oración. Pedrito sobrevivió. Se lo puede ver en muchas fotos con el Padre Kentenich.

Más que anécdotas

Anna y Andreas Horn celebran sesenta años de una permanente historia de amor compartido. Es imposible separar su historia de la amorosa relación con el Padre Kentenich. Este vínculo no es algo del pasado: está vitalmente vigoroso todavía hoy. Desde 1965 el señor y señora Horn les han contado del Padre a innumerables visitantes y peregrinos. Pero lo que ellos brindan a los que llegan a Milwaukee es mucho más que recuerdos del pasado. Muchos peregrinos han dicho que en Milwaukee el Padre Kentenich se ha bajado de un alto pedestal y se encontraron con él como padre, sin perder por ello su grandeza. Hay gente que como los Horn han producido esta transformación, porque el Padre Kentenich vive en ellos como una persona, como «padre», y no solo como una idea.

Una casualidad convertida en una inmensa dicha

En las últimas pláticas que el Padre Kentenich dio en la primavera y el verano de 1965 en la parroquia de San Miguel, en Milwaukee, se explayó sobre la idea de que toda la vida es un juego de amor. El Padre Dios en el cielo es a la vez el autor y el director de una gran obra de teatro, una comedia; nosotros somos protagonistas junto con Él. Lo importante en nuestras vidas es desempeñar nuestro rol específico en el gran juego de amor en forma distendida y generosa. Lo que aparece como casualidad en la vida son los balones que el Padre Dios nos tira para jugar con nosotros. Así nos invita a jugar creativamente con Él y a invitar a otros a unirse al juego. La vida del matrimonio que celebra este aniversario es una ilustración de este involucrarse en el gran juego. El señor y la señora Horn descubrieron esta conducción y la concretaron en el nombre que le dieron a su santuario del hogar: Victoria Patris. Las personas que han conocido a Anna y Andreas Horn se sintieron atraídas por la alegría que manifiestan por haber sido conducidos por Dios de esta manera. Lo que puede parecer como muchas casualidades, es el juego del amor que se ha convertido en su gran alegría y felicidad; y no solamente para los Horn.

Traducción: Eduardo Arnouil, Chile

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EE.UU. Rainer Birkenmaier. Los dos nacieron en Hungría, pero ellos se encontraron y se enamoraron en su viaje, como desterrados, a Estados Unidos. Por medio de un amigo llegaron finalmente a Milwaukee por rutas separadas. El 25 de marzo contemplaron retrospectivamente estos sesenta años de vida matrimonial.

 

 

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