ARGENTINA, Constanza Manrique •
El 11 de septiembre se llevó a cabo la quinta peregrinación de matrimonios a Lujan, organizada por el santuario Los Olmos, a cargo del padre Marcelo Gallardo. Años atrás caminábamos pidiendo por el santuario, que finalmente logró construirse en plena pandemia, contra viento y marea. Hoy caminamos para agradecer por el santuario. La Mater se instaló entre nosotros. —
Con un cielo radiante y bajo el inmenso manto de María, nos congregamos en Los Olmos, punto de encuentro y sede de Schoenstatt Pilar. Somos muchos, cada año somos más. El santuario se alza blanco impoluto entre la arboleda añosa, la naturaleza exuberante como señal perfecta de Dios en la tierra.
Una verdadera peregrinación
Nos disponemos entonces a caminar. Salimos en malón, somos 120 personas. El clima es distendido, se respira ansiedad, felicidad, devoción y fe.
Ocho horas de recorrido entre senderos de campo abierto, sorteando el barro de lluvias anteriores, metáfora del barro que queremos apartar de nuestros caminos de vida. Todos juntos y en pareja, con ejercicios y dinámicas que nos orientan durante toda la caminata. Mientras tanto, de los autos que acompañan como apoyo la música brota y el clima es de paz absoluta.
A lo largo de la caminata, hacemos paradas, refrescantes y estimulantes. Se siente la presencia de María entre nosotros. El clima de oración y recogimiento es permanente. No estamos solos.
Y cuando las piernas empiezan a sentir los pasos andados, llega el almuerzo como un oasis. Las baguettes parecen caer del cielo y devoramos mientras reímos y charlamos entre todos.
Seguimos andando, seguimos rezando, seguimos dialogando. Tenemos tiempo, tiempo que es un milagro, y estamos bien encaminados hacia María. El padre confiesa y las gracias se multiplican. Hablamos entre nosotros, con nosotros, y con Dios.
La experiencia es única, realmente. De comunión conyugal, propicia para la observación mutua, el diálogo, el repensarse y todo a la luz de la fe y el amor de María que mueve nuestros pasos.
Llegar a la Basílica de Luján es poderoso
Y de pronto la vemos. La cúpula de la Basílica se asoma imponente y ya queda poco. Estamos cansados pero enérgicos. ¡Queremos llegar! Ejercitamos el cuerpo y el alma.
Llegar a la Basílica de Lujan es poderoso, uno gana fuerza en este caminar mutuo, en esta apuesta amorosa para seguir haciéndolo de la mano. Nos sentimos rejuvenecidos. Sobra energía para seguir disfrutando, sonreír y sacarnos fotos. Nos espera la misa en ese castillo de la Virgen, otro premio de Dios en la tierra.
