Publicado el 2012-01-16 In Columna - P. José María García Sepúlveda

Querida Madre del Señor y madre nuestra…

P. José María García. “El pueblo peregrino sigue las huellas de María”: Una frase del Beato Juan Pablo II, pronunciada en vísperas del gran jubileo de la redención en el Año Santo 2000, y que en su sencillez y fuerza despierta cierta nostalgia, haciendo surgir en el alma impresiones del ambiente propio de peregrinación: de alegría, de sencillez, de cantos y oraciones, de fe compartida, de testimonio común, de caminos, de esfuerzo y cansancio feliz, de hermandad, y sobre todo, de camino al Santuario. La peregrinación, experiencia religiosa universal, está estrechamente vinculada al Santuario, de cuya vida constituye un elemento indispensable: el peregrino necesita un Santuario y el Santuario requiere peregrinos.

Es por eso que el trienio de preparación al jubileo de la Alianza de Amor lo diseñamos en la Conferencia 2014 como peregrinación: el Schoenstatt peregrino, la familia peregrina, sigue las huellas de María. El ambiente que creamos y con el que personal y comunitariamente preparamos la peregrinación y el “encuentro” con el Niño y su Madre en el Santuario, es el regalo que llevaremos al Santuario. Nuestra peregrinación – nuestro camino al Santuario – siguiendo las huellas de María, la Virgen Peregrina del evangelio, es como un símbolo de la Nueva Evangelización desde la experiencia de fe en Schoenstatt, desde la experiencia transformadora del Santuario. La visita de María a su prima Isabel es preludio de la misión de Jesús, y colaborando desde el comienzo hasta el fin de su maternidad y por siempre en la obra redentora de su Hijo, se transforma en modelo y madre de quienes se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a toda la humanidad.

Nuestra oración de peregrinación evoca este ambiente ya con la invocación de inicio: “Querida Madre del Señor y Madre nuestra”. Resuena en ella la pregunta de Santa Isabel a María: “¿Quién soy yo para que la Madre del Señor venga a visitarme?”. Resuena en ella asimismo el asombro transformador de miles y miles de personas ante la visita de la Virgen Peregrina: “¿Quién soy yo para que la Madre del Señor venga a visitarme?”.

Nuestra peregrinación nos coloca a los hijos de la Madre tres veces Admirable, Reina y Victoriosa de Schoenstatt en el contexto actual de la Iglesia, no sólo “la vieja Iglesia” que busca renovarse en sus vínculos esenciales, en sus raíces esenciales, sino también en su servicio al hombre, al hombre de hoy que tiene sed de encuentro personal con el Dios vivo, sed de “Santuario”. Recuerdo el testimonio de nuestros hermanos de Paraná, Argentina. Hace unos 25 años, dos jóvenes le regalaron a la MTA para el 18 de octubre una peregrinación a pie de 90 kilómetros hacia su Santuario. Fue tan fuerte el ambiente de peregrinación que al año siguiente fueron 7 los que peregrinaron. Alguien les dijo: Algún día llegarán los hombres de los campos y pueblos para peregrinar junto a ustedes… Hoy, año tras año, más de 40.000 personas se suman a esta peregrinación. ¿Acaso no sería posible algo semejante con nuestra peregrinación jubilar? Depende, creo, del ambiente de peregrinación que ya en la preparación cultivamos entre nosotros como peregrinos al Santuario, como pueblo peregrino desde todos los continentes, naciones y lenguas.

El beato Juan Pablo II hablaba de “humanizar la globalización”. Ahí es donde nos colocamos nosotros, ahí nos coloca la MTA. El desafío del tercer milenio es humanizar al hombre, para que el hombre humanice la globalización. Y esto pasa – es nuestra convicción – por el encuentro del hombre actual con la “realidad del Santuario”, lugar de encuentro personal con el Dios vivo, lugar de encuentro fraterno.

Cada vez que en nuestra oración de peregrinación rezamos a la “Madre del Señor”, nos ponemos al servicio continuado del “cuerpo vivo de Cristo” en la historia, siguiendo las huellas de María, la Madre del Señor a la que nosotros  llamamos: Madre nuestra…

María, la Madre de Señor y Madre nuestra, para este servicio a Cristo y a su Iglesia, forjó el corazón y la vida real del Padre Kentenich, y con él y en Alianza, el Santuario de Schoenstatt. De esta manera quiso regalarle a la humanidad y a cada hombre de esta tierra por la cual peregrinamos, lugares de peregrinación para todo aquel que busca una vida plena.

Juntos, como hermanos de todos aquellos para quienes la Madre del Señor quiere ser llamada “nuestra Madre”, nos ponemos en movimiento hacia los “lugares de gracia” – personales y físicos – donde se palpa una vida real y tangible y donde El Señor santifica y Ella educa…

Hay una palabra que vale la pena escuchar y decirla como por primera vez: “Querida”. Es una expresión, que siendo real, habla de la experiencia de su amor personal… de su mirada personal, hacia cada uno de nosotros. Expresa el reconocimiento de su tarea en la vida de cada uno de nosotros. Ella nos ama y por eso nos es “querida”… y nos posibilita amarla a ella también con un amor personal. Y sólo el amor personal transforma.

QUERIDA MADRE DEL SEÑOR Y MADRE NUESTRA: Es nuestra bandera para la peregrinación, bandera de identidad y de misión, y es lo que sostiene nuestro título de Madre, Reina y Victoriosa tres veces Admirable de Schoenstatt.

1 Responses

  1. HMA - Argentina dice:

    ¡Muchas gracias por esta hermosa reflexión! Pareciera que a veces olvidamos que la verdad fundamental sobre María es su maternidad divina, mencionada claramente al comienzo de esta oración. Por eso ella es Tres Veces Admirable!!!
    Y quizás muchos, por su juventud, no sepan o no recuerden que el patrocinio del Santuario era el 11 de octubre, día de la festividad de María, Madre de Dios, que con la reforma litúrgica pasó al 1º de enero.
    Ojalá el P. José María nos siga regalando reflexiones sobre este punto crucial para todo schoenstattiano… y para todo católico.

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