EN POCAS PALABRAS, P. Joaquín Alliende Luco. 1934: Las Hermanas de María solicitan a nuestro padre poder fundar la rama de adoración. Gran sorpresa: su primera respuesta es negativa. Aduce una razón decidora. ‘Por su carisma, Schoenstatt se focaliza en adorar al “Dios de la vida”, al Dios de la historia. Otros se centran en el “Dios de los altares”. Por cierto, es un único Dios y Señor’. Pero el P. Kentenich privilegia el encuentro existencial con ese Dios que se dibuja en el acontecer, en la biografía concreta de los bautizados.
El Dios de la Biblia es un Tú que irrumpe, que pulsa y orienta hasta físicamente lo real. Por ejemplo la Iglesia, en Lourdes, escudriña los milagros físicos. La Encarnación del Verbo no tiene nada de abstracto (el vientre materno de María comenzó a abultarse, tal vez, ya en la casa de su prima Isabel).
Del domingo 18 de octubre de 1914 no dejemos caer ningún detalle. Nada es baladí. Todo habla. David Perera me instó a leer el texto completo de la plática fundacional. Después subrayé con rojo frases que habían caído en el olvido. Lo histórico, lo histórico palpitante, conforma un fino lenguaje del Dios vivo, que tiene geografía, calendario, hora y minuto.
El actual edificio de la Facultad Teológica de los Padres Palotinos había sido transformado, por entonces, en hospital militar. El texto completo narra el dolor tremendo de una mamá, que visita allí a su hijo herido. El predicador del 18.10.14 alude a tal dolor con palabras punzantes, tiñendo de rojo nuestra Acta Fundacional. Durante más de medio siglo, al leer el documento, nos saltamos anclajes en la historia. Ello nos empobreció. El texto devino algo más etéreo, abstracto. Sin quererlo, des-encarnamos algo de su historicidad elocuente y valiosa, y con eso, lo des-marianizamos. En los hondos encuentros con el Dios vivo, no hay detalles. Porque también son humanos, son históricos. Todo es maná para el futuro.
