Publicado el 2011-10-16 In Temas - Opiniones

18 de octubre del 2011: Comienza el «año de la corriente del Santuario»

P. Alberto Eronti. Cuando en 1912 el Padre Kentenich es nombrado Director Espiritual del seminario menor de los Padres Palotinos, asumió el cargo con total conciencia de su tarea de educador. No sólo de profesor de latín, sino de formador de jóvenes. Su propuesta pedagógica, por así decirlo, se centra en lo que podemos llamar su «programa»: «Bajo la protección de María queremos aprender a educarnos a nosotros mismos…».

 


Lo que hay que destacar son los acentos:

Bajo la protección de María.
Queremos aprender a educarnos.

Para el Padre Kentenich era claro desde un inicio que no se trata una educación que sólo se «recibe», sino que se trata de tener una Educadora (dimensión vertical), un educando que protagonice su formación y una comunidad (dimensiones horizontales). Para él la educación es autoeducación y un aprendizaje dentro de una comunidad. De aquí que para él la meta sea: «el hombre nuevo en la comunidad nueva». El hombre nace de una comunidad y se hace en una comunidad.

Con el «programa» claro, el Padre buscaba algo más. Algo estaba dando vueltas en su corazón y en su mente, lo que le hacía estar atento como quien otea el horizonte buscando la señal. Ésta llega en el otoño de 1914 mediante una revista que cae a sus manos; en ella había un artículo con la historia del Santuario de Pompeya, en Italia. El Padre lo cuenta así: «Muy espontáneamente, surgió enseguida en mí la pregunta: ¿No podría gestarse aquí algo similar?» ¡He aquí como interpretó y unió el Padre su condición de educador y la necesidad de educar con «la fuerza de lo alto» (Lc 1,35).

La historia del Santuario de Pompeya fue la manera que Dios tuvo de señalarle a nuestro Fundador el camino a seguir. Hablando de esta experiencia dirá que aquel día no se le abrió una puerta, sino «una rendija». El artículo repercutió en su interior y el Padre hizo de la experiencia providencial, un acto de «fe práctica». He aquí el origen de lo que hoy es el Santuario y la Familia de Schoenstatt.

Impresiona el actuar de Dios. La capillita del Valle estaba abandonada para la práctica religiosa, se había transformado en un depósito de cosas varias. Pequeña en tamaño, abandonada y sucia, la pequeña edificación era una «nada». El Padre va a interpretar el sentido de esa enorme pobreza: «¡Cuántas veces en la historia del mundo ha sido lo pequeño e insignificante el origen de lo grande y de lo más grande».

Lo que conocemos en Schoenstatt como «la ley de la resultante creadora», ha demostrado que la interpretación que hiciera el Padre fue acertada. No sólo acertada, sino que la misma «resultante creadora» le llevó al Padre de la Familia a hablar de una «verdadera irrupción divina» en el origen de Schoenstatt. Dirá que esto fue posible por la fe práctica en la Divina Providencia. Esta experiencia será decisiva en la vida del padre Fundador. Esta fe práctica fue para él la brújula de todas sus decisiones y opciones. Es como si nos dijera: «una vez que se tiene la certeza de la irrupción de Dios, todo lo que sigue ha de ser consecuencia de esa experiencia fundamental».

El Padre va a intentar dejar absolutamente claro qué entiende él por fe práctica en la Divina Providencia. En el año 1963, en Milwaukee, lo explica así:

«Fíjense (…) que, para la mentalidad femenina, el tema de la Divina Providencia cobra otro matiz del que solemos darle. Ténganlo presente. Cuando hoy la gente practica la fe en la Divina Providencia, suele hacerlo más bien pasivamente. ¿Cómo hemos considerado siempre la fe en la Divina Providencia? Tenemos una concepción masculina de la fe en la Divina Providencia, una noción que es parte de una espiritualidad masculina (…) la fe en la Divina Providencia nos propone tareas. No sólo la tarea de decir «sí» y callar, sino la otra tarea: Dios nos ha comunicado algo mediante la fe en la Divina Providencia (…) Se trata, por tanto, de una fe en la Divina Providencia que no sólo detecta los planes de Dios, sino que también los realiza ¡Hay tareas que llevar a cabo!».

Así como todo varón que quiera desarrollarse plenamente necesita del complemento de lo femenino, también la mujer necesita el complemento de lo masculino. Es más propio del varón que de la mujer el «hacer». Es a esto que se refiere el Padre Kentenich al acentuar el tono «masculino» de la fe práctica en la Divina Providencia. «Práctica» significa hacer, realizar, ima-ginar, con Dios.

Si bien es cierto que lo de «fe masculina» no es una generalización (hay mujeres que hicieron cosas inimaginables), sí es cierto que se trata de una realidad más típica del varón, por eso el Padre remata su pensamiento diciendo:

«Nuestra fe en la Divina Providencia es enteramente varonil; una fe activa, no pasiva. No es una fe que simplemente sobrelleva y soporta, sino que también (…) nos confía la labor de hacer realidad la tarea que se ha descubierto a la luz de la fe»

Aplicada esta ley al Santuario, constatamos que cuando la búsqueda del Padre llegó a su fin, decididamente «se tiró al agua». Era tan sólo una «rendija», no era una evidencia total, pero bastó esa «rendija» para que él se decidiera a actuar. Por esto afirmará que «Schoenstatt es hijo de la fe práctica en la Divina Providencia».

En este año que llamamos «del Santuario», queremos comenzar por meditar su origen providencial. Por la fe práctica Dios nos dio un «bello lugar», un lugar de gracias, un lugar donde tenemos la certeza de que María está ahí, está y actúa. Está para nosotros y actúa en nosotros. Para percibir nítidamente este estar y actuar, hemos de entrenarnos en y para la fe práctica en la Providencia. Es esta experiencia lo que cambia la vida y nos lleva a decir con Jacob: «Dios está aquí y yo no lo sabía». Sí, María está en el Santuario, lo sabemos, pero hemos de experimentar su presencia, su acción y su cuidado. Es así como Santuario y fe práctica se unirán, nuestra vida será un lugar de encuentro. Experimentaremos el cobijamiento, la transformación y la necesidad de vivir en y desde el Santuario.

Muy bendecido 18 de octubre.

Fuente: Revista de la Rama de Madres, Argentina

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