Publicado el 2010-12-26 In Temas - Opiniones

Despierta, hombre: por ti Dios se hizo hombre

Navidadjec. «Despierta, hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará. Te lo repito: por ti Dios se hizo hombre.

 

 

 

 

Estarías muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca hubieras sido librado dela carne del pecado, si él no hubiera asumido una carne semejante a la del pecado. Estarías condenado a una miseria eterna, si no hubieras recibido tan gran misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no se hubiera sometido voluntariamente a tu muerte. Hubieras perecido, si él no te hubiera auxiliado. Estarías perdido sin remedio, si él no hubiera venido a salvarte.

Celebremos pues, con alegría la venida de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta, en el cual el grande y eterno Día, engendrado por el que también es grande y eterno Día, vino al día tan breve de nuestra vida temporal.» (De los Sermones de San Agustín Obispo)

Meditación

Todas las palabras se hacen pequeñas cuando nos damos cuenta de lo que acontece en la Navidad: nada de mi vida podría ser cierto, ninguna de las esperanzas que tengo en el corazón serían posibles si Jesús no se hubiera encarnado. Ninguna de las seguridades en la fe que cruzan mi alma podrían ser posibles si no hubiera nacido Jesús de María.

No hay más que decir. Nada sería igual

Hijo, recoge tu corazón en la noche de este día de vigilia. Yo tu Padre te lo pido: haz silencio en el fondo de tu alma, ese silencio de niño sobrecogido, y que sabiéndose amado, por eso se siente tranquilo en los brazos de su madre. En los brazos de María recógete esta noche, al igual que mi hijo Jesús, y mira las estrellas con los ojos con que las vio Jesús, mira a los hombres y a los animales con sus mismos ojos, mira la vida con sus ojos. Él se encarnó para que tú fueras como Él, para que en Él miraras, amaras y sirvieras.

No le temas a los brazos de María, que esos son los brazos que escogí para mi propio Hijo. Esos son también los brazos para ti, hijo mío de mi alma, por quien he hecho todas la locuras que un amor infinito puede hacer.

Padre Santo, padre bueno y misericordioso, padre del hijo pródigo, padre nuestro

En esta Vigilia santa, te alabo y bendigo. Te adoro con María, la eterna orante y adoradora. Y me inclino a tus designios. Nunca comprenderé la grandeza de tu amor. Nunca entenderé la inmensidad de tu cariño. Nunca penetraré en la hondura de tu fidelidad y tu misericordia, pero esta Nochebuena, quiero recibir a tu Hijo como nunca lo he hecho. Quiero abrirme al misterio de tu benevolencia hacia nosotros, haciéndome con Él y como Él, un hijo pequeño de María. Como Él quiero estar en los brazos de Ella, para aprender a entender y mirar mi vida y el mundo como lo entiende y mira Jesús.

Padre, en esta Nochebuena, solo puedo adorar en silencio tu voluntad santísima. Solo puedo callar y dejar que la presencia del Pesebre iluminado por la única Luz que es Cristo Niño, me traspase el alma y me cambie, me haga de nuevo tu hijo, y así me sienta de nuevo en tu casa como hijo que vuelve. Amén.

 

 

 

 

 

 

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