Publicado el 2020-06-26 In Obras de la misericordia, Pastoral carcelaria, Schoenstatt en salida

Devolver la esperanza

PARAGUAY, Cristi Santa Cruz •

Conocí a Juanito en su primer ingreso al centro educativo La Esperanza. Acababa de cumplir 15 años y entre conversación y conversación me contó que no estaba bautizado. Conversando un poco más lo convencí de que iniciara la catequesis para bautizarse. —

Con una escolarización muy básica, iniciamos las catequesis, poniendo todo el ingenio y las pocas herramientas pedagógicas adquiridas, más por experiencia e intuición que por instrucción, y fuimos aprendiendo quién es Dios, su Hijo y nuestra madre María.

En los centros educativos para jóvenes y adolescentes privados de libertad, las catequesis son muy diferentes, debido al tiempo que ellos permanecen ahí y, con el debido permiso de nuestro obispo, tenemos un programa muy breve. Tratamos de priorizar el anhelo de ellos de ser hijos de Dios antes de la correcta instrucción catequística. Las clases duran entre 10 y 30 minutos, que es el tiempo límite en que los chicos nos prestan su atención.

Nos valemos de todos los medios posibles para captar la atención de ellos y que puedan retener algo. Tratamos de fijar en sus mentes, y principalmente en su corazón, que el amor de Dios es inmenso y misericordioso, y que Él está siempre esperando a que le demos nuestro sí.

A veces cantamos, jugamos, contamos cuentos, hasta les hacemos dibujar. Todo es válido para que Dios y María hagan eco en sus vidas y que entiendan que hay una vida mejor para ellos lejos de todo aquello que los trajo hasta la cárcel.

Nunca faltábamos, hasta que llegó el coronavirus

Todo esto hoy está en pausa a consecuencia de la pandemia y, después de casi seis años de nunca haber faltado, tuvo que llegar el COVID-19 para hacer que nos ausentáramos por tanto tiempo.

Hoy, desde la distancia, seguimos en contacto, rezando por ellos, pendientes de sus necesidades y volviendo de a poquito, gracias a la contención que Paraguay está logrando con este virus.

Después de casi tres meses, la pastoral está regresando a los centros educativos Itaugua y la Esperanza, aún no con las catequesis, solo tres o cuatros personas del equipo y sin abrazos, con tapabocas y todas las medidas de seguridad. Solamente hay un tiempito para la entrega de la merienda y un breve momento para la oración. Aun así, la inmensa felicidad de los chicos se evidencia en sus miradas y, sobre todo, en el respeto al distanciamiento social.

Vuelve la esperanza

¡La esperanza en ellos y en nosotros late cada vez más fuerte!  La esperanza de volver a todo aquello que cada sábado nos hace felices, todo aquello que nos da más esperanzas de que todo va a estar bien y que lo mejor en nuestras vidas está por llegar.

Siempre digo que a lo mejor parece poco, pero para quien nunca tuvo nada, lo poco es mucho, y la gran mayoría de los jóvenes y adolescentes que llegan a los centros educativos nunca tuvo nada, nunca tuvo una familia, amor, esperanzas, nunca pudo creer en nada.

Y de eso se trata la pastoral carcelaria, de eso se trata cada sábado… ¡De devolver la esperanza!  ¡De confiar, de volver a creer!  Nosotros solo ponemos nuestras ganas. Dios y la Mater hacen el resto. ¡Solo somos sus instrumentos!

rpt

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