Publicado el 2018-09-06 In Misiones

“Dios nos quería cómplices y no actores”

COSTA RICA, Rafael y Jessica Pérez de Araya/Michelle Ramírez •

Misión Monterrey 2018: Toda nueva acción genera temor, incertidumbre y cuestionamientos internos al no saber qué quiere Dios de nosotros y cuál es su voluntad. Sin embargo, esto nunca ha disminuido nuestro deseo de servirle. —

Con ilusión nos hemos venido preparando espiritualmente para esta importante tarea, desde que recibimos el primer llamado el pasado febrero. A pesar de esto, días antes de iniciar la misión, empezaron a presentarse situaciones que se cruzaban en el camino para complicar nuestra participación, pero nunca perdimos la ilusión y mucho menos llegar a pensar que no podríamos asistir. Todo estaba en manos de Dios y nuestra Madre del Cielo, y poco a poco, sin mayor esfuerzo de nuestra parte, todo se solucionó. Partimos a nuestra primera misión, a Monterrey de San Carlos, a tres horas de la capital, San José, dónde vivimos. También visitamos pueblos aledaños como La Garita, el más lejano, a una hora de viaje desde Monterrey.

En tienda de campaña…

Desde hace muchos años, queríamos salir a acampar con nuestros hijos y nunca lo habíamos podido hacer. Pero la Mater se vale de muchas maneras para complacernos y, gracias a las Misiones, pudimos alcanzar nuestro sueño. Dios siempre concede los deseos de nuestro corazón si confiamos en su protección.

Ser como niños para entrar al Reino de los cielos

Sabemos que cuando damos un servicio terminamos recibiendo más. Sin duda alguna, en esta ocasión, Dios nos impresionó con el actuar de los niños y de los jóvenes que nos acompañaron.

El primer día de misión, Fiorella (14 años) y Eber (de 21 años), vecinos de San Miguel y La Garita, respectivamente, se hicieron presentes y descubrimos en ellos a dos jóvenes desprendidos y serviciales. Fiorella misionó con nosotros, casa por casa, orientándonos y dándonos información de las familias antes de visitarlas.

Eber, quien colaboró en la cocina para nuestro almuerzo, perdió a su madre un 24 de diciembre y a su hermano el 31 de diciembre del mismo año, cuando tenía diez años de edad, quedando solo con uno de sus hermanos. Gracias a los deliciosos postres que Eber nos preparó con mucho cariño, conocimos a Francini, una niña de unos ocho años, encantadora y golosa, quien con todos sus amigos, se comieron todo el postre que quedaba.

“Cómplices y no actores”

Al caer la tarde, nos solicitaron y fuimos a visitar la que creímos sería la última casa, donde viven una señora viuda y su hijo. Sin embargo, las Gracias de las misiones nos pusieron en el corazón a los cuatro misioneros y a nosotros, la necesidad de visitar una última casa más. No sabíamos que nos esperaba una vivencia que marcaría nuestras vidas.

Allí nos recibió Joselyn, una niña de seis años, llena de vida. Mientras rezábamos todos juntos por las necesidades de la familia ella levantaba tímidamente su mano, queriendo decir algo. Al preguntarle que quería pedirle a Dios, nos dijo: “Una biblia”. Sin dudar, contestamos que Él le iba a conceder su deseo, que no se preocupara. Inmediatamente iniciamos las oraciones para que Dios nos utilizara como instrumentos y así lograr que Joselyn pudiera tener su Biblia.

La Providencia no se hizo esperar, y al día siguiente llegó desde San José una biblia con lenguaje adecuado para niños, cuyos dueños ya habían decidido obsequiarla desde hacía tiempo. Sin pensarlo, queríamos entregar el regalo que nos traía la Providencia Divina, a pesar del tiempo de viaje (dos horas, entre ida y regreso).

Cuando llegamos nuevamente a la casa de Joselyn, no se encontraban, habían salido. A pesar de no poder verle su carita llena de vida, le dejamos su Biblia para Niños en una silla al lado de sus zapatitos. Regresamos llenos de alegría de poder dejarle lo que ella tanto anhelaba, y pensamos que “Dios nos quería cómplices y no actores” de este regalo bajado del cielo…

¿Quién es ella? Y su respuesta fue: Mamá

Cómo si no hubiésemos vivido intensamente el primer día de misiones, iniciamos visitando un hogar donde se encontraba un niño de dos años. Al entrar con la imagen de la Mater, la hermana le pregunta: ¿Quién es Ella? Y su respuesta fue: “Mamá”. Llenos de regocijo, ¡nos quedamos sin aire! Al igual que cuando el P. Alexandre Awi le preguntó al Papa Francisco, “¿Quién es la Virgen para usted?”, y él respondió: “Ella es mi Mamá”, que luego fue el título del libro.

Nos llevamos en el corazón todas esas vivencias y otras más, creyendo firmemente en el pasaje bíblico que nos dice: “En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” – Mateo 18:3.

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