ARGENTINA, Maria Fischer •
Elsa Inés García nos esperaba en la entrada del terreno de la ermita en el barrio El Chañar, en Nogoyá, provincia de Entre Ríos, ermita que pronto cumplirá 25 años. Llegamos después de pasar por caminos de tierra reblandecidos y embarrados después de las lluvias torrenciales anteriores, siguiendo las señales que dicen “Ermita de Schoenstatt”. —
Elsa García, ermita de Nogoyá
Lo que comenzó con un simple cuadro colgado de un árbol, en un predio de más o menos 1 1/2 hectáreas, hoy tiene, además de una hermosa Ermita, una gran Cruz de la Unidad, un rincón del padre Kentenich, un salón multiuso donde se enseña catequesis, diversas tareas educativas, para niños, jóvenes y adultos apoyados por un gran equipo, una cocina, baños, una huerta y un lugar de fogón para los grupos de estudiantes que lleguen para sus retiros. Entrando al terreno, ya vemos el contorno de la capilla que se está construyendo. Una capilla para todo el barrio.
“No nos podemos quedar en lo espiritual, vamos por lo social”, comenta Elsa, casi de paso, mientras que nos dirigimos por los senderos del terreno hacia la ermita. Dicho con la misma sencillez y naturalidad con la cual aquí se hace una obra social impactante, en un lugar de grandes necesitades y grandes corazones. Una obra solidaria y silenciosa en las afuera de la ciudad, en un barrio muy vulnerable, donde “nos encontramos durante las Misiones Familiares con todo tipo de dramas humanos”, como dice Tita Ríos.
El equipo de la ermita
No nos quedamos solos con Elsa. De repente, desde la cocina salió todo el equipo de cocina para saludarnos y juntarse al intercambio, las oraciones y fotos. Gente del barrio, hombres y mujeres, mayores y jóvenes, con calcomanía de la Mater en sus celulares, medallas de la Mater o remeras con su imagen. Desde lunes a viernes, aquí cocinan para los niños y jóvenes que vienen para catequesis y apoyo escolar. Entre ellos, una concejal de Nogoyá. Como todos los demás, hace este trabajo por amor a la Virgen de Schoenstatt y a los pobres de este barrio, donde muchos se ganan la vida fabricando ladrillos, lo que les deja un margen de beneficio muy pequeño. Mas tarde, nos cuenta, como la gente del barrio regala galletas para ayudar con la comida para los niños.
Vamos para ver la huerta. Zanahorias, calabazas, lechuga, verduras… Aquí la gente del barrio aprende cómo cultivar y usar estos cultivos para hacer comida saludable.
Una de las colaboradoras tiene una remera con una foto de su nieta. Ella falleció hace una semana, de un paro cardíaco repentino mientras jugaba al fútbol. Muy probablemente, un defecto cardíaco no detectado ni tratado. “La gran preocupación de la gente no es la pobreza de tal o la falta de oportunidades”, comentó Carlos Ricciardi después de charlar largo rato con la abuela. “La preocupación es la salud, la falta de atención médica”.
La huerta
Un lugar para los niños y jóvenes
Carlos Ricciardi, egresado de un colegio de los Maristas, con gran sorpresa encontró un cartel de madera con los colores de los Maristas. ¿Cómo? Sí, le explica Elsa, este cartel los dedicaron los Maristas de un colegio del área en agradecimiento del cobijamiento que experimentan cuando llevan a sus alumnos para días de retiro.
Vienen muchos niños y jóvenes de los colegios de la zona, “muchos de ellos con problemas graves”, dice Elsa. La atención, el apoyo escolar por parte de maestros voluntarios, la rica comida, el ambiente verde con sus árboles y flores – todo esto ayuda.
Compartiendo la mesa
Después del recorrido por el terreno, viene la gran sorpresa: con esta cordialidad que les caracteriza, nos invitan al almuerzo, preparado por el equipo de cocina. Mientras disfrutamos de la pizza rica, seguimos compartiendo…
Nos cuentan que en este salón donde comimos, se coordinó la entrega de alimentos durante la pandemia para ayudar a las familias del barrio, “con y sin permiso”, como dice, sonriendo, Lucas, uno de los maestros voluntarios. Él, ya desde niño, acompañó a su abuela y a su madre en sus visitas a la ermita. Con orgullo, comparte una canción escrita por su abuela, ya fallecida, a la Reina del Chañar, la Virgen de Schoenstatt.
Comparten las vivencias de las peregrinaciones que hicieron, cómo hicieron peregrinar la gran imagen de la Mater en camioneta por todo el pueblo, y cómo conquistaron la hermosa imagen de la patrona de Nogoyá, la Virgen del Carmen, que estaba en una oficina de la municipalidad de Paraná, donde no la quisieron tener más…
Una maestra joven nos cuenta que hace 15 años, en esta ermita experimentó lo que para ella era un milagro de la Mater. Tenía 15 años y sufrió de una disfagia (sin conocer esta expresión), o sea, tuvo grandes problemas para tragar al comer o beber. “Estaba muy flaca, muy débil, sufrí mucho pues no podía casi comer. Al llegar a la ermita, solo le pedí a la Mater que me ayudara para poder tragar. Recé con desesperación y confianza”. Poco después, sentada con otros peregrinos en un rincón de la ermita, compartiendo comida, ella comió… casi sin darse cuenta que podía hacerlo sin problema. “Nunca más tuve problemas al comer o beber”, dice. “Para mí, es un milagro”.
En torno a la mesa
“Los niños de Schoenstatt”
Antes de la foto final y la despedida, Elsa tuvo otra sorpresa para nosotros: un ramo de flores, una pequeña imagen de la Virgen del Carmen, y lo más emocionante: un cartel enorme, titulado “Los Niños de Schoenstatt”, con las huellas de las manos y los nombres de los niños que asisten a catequesis y apoyo escolar.
Clara, Ayrton, Martina, Mateo, Alexia, Luana… llevaré a cada uno de ustedes, a sus padres y hermanos, y a todo este gran equipo de la ermita de Nogoyá al Santuario Original. Pues son ustedes que nutren el capital de gracias que brota desde el santuario; son ustedes, los apóstoles de Nogoyá, Entre Ríos. Nuestro santuario vive del amor concreto, el amor mostrado con hechos, de ustedes.
Los niños de Schoenstatt de Nogoyá
Ubicación de la ermita
https://maps.app.goo.gl/iWE8xSBp3BCjjmNS9
Fotos: Héctor Ríos, Carlos Ricciardi
