Verónica Ciudad Pap

Publicado el 2022-04-07 In schoenstattianos, Vida en alianza

Un cambio en la Rama de Señoras de Chile que sienta precedentes

CHILE, Marita Miranda Bustamente •

Verónica Ciudad Pap, matrona, casada, con dos hijos y dos nietos, es de la Familia de Agua Santa y desde ahora, coordina a las asesoras de las Ramas de Señoras de todo Chile, un cargo que hasta ahora sólo cumplían las Hermanas de María. En esta entrevista, dice que este cambio sentará un precedente en el Movimiento y nos habla sobre sus desafíos, su lucha contra el lupus, la situación de la mujer en la iglesia y la mirada de la rama sobre las acusaciones contra el padre Kentenich. —

«Inspirar. Ésa es mi función, mi encargo”, dice Verónica Ciudad Pap sobre las tareas que asumió al ser elegida como la asesora nacional de la Rama de Señoras, para coordinar la labor de las asesoras en el país, que son Hermanas de María en su mayoría, junto con algunas laicas y guiar el trabajo en cada lugar donde está Schoenstatt en Chile. Según cuenta, su nominación fue idea de la Hna. María Jesús Viada, encargada del Movimiento en el consejo provincial, que integra junto a otras cuatro hermanas. La propuesta fue aprobada por ellas y por el Director nacional. “Todas estaban felices, aceptaron todas. Fue, hasta donde yo sé, muy abierto y de mucha acogida”, narra contenta.

Es matrona, casada con Joel Pérez, mamá de Alejandra y Guillermo y abuela de dos nietos. De hecho, los primeros en entrar al Movimiento fueron sus hijos. “Veía a mi hija haciendo el capital de gracias con estas lentejitas y yo decía qué rara esta cosa”.

Entró en 2003 a Schoenstatt y le gustó desde el primer minuto. “Fue un antes y un después para mí porque yo tengo un pasado no de iglesia”. Explica que su familia no es religiosa aunque sí la bautizaron, pero ella sola optó por hacer la primera comunión y la confirmación. “Fue un camino donde Dios me fue eligiendo en las distintas etapas de mi vida y me fue poniendo esos seguros para yo poder seguir adelante en los problemas de salud que se me venían”.

En la Rama de Señoras de Agua Santa, selló la alianza de amor, luego la militancia y el Jardín de María. También fue jefa de rama y participó en la Pastoral del Santuario.

Aclara que el nombramiento como asesora nacional no fue repentino. Hace un tiempo la invitaron a un curso de dirigentes de la central del Movimiento y, cuando terminó, le pidieron que se hiciera cargo de asesorar a las ramas de Copiapó y Vallenar y en los veranos, que aportara en la confección de las fichas del año. También se nombraron otras asesoras locales laicas, en lugares como Chillán, Arica y la Región del Maule.

¿Cuál crees que es el principal desafío de las Ramas de Señoras hoy?

Verónica Ciudad Pap– Tenemos un problema serio en la Rama de Señoras porque la rama está muy envejecida, no entra gente joven. Hay que ver maneras de acoger otras situaciones de vida, no solamente la mujer casada por la Iglesia y por el civil como hasta ahora, sino que estamos con una apertura mayor a la mujer que tiene un segundo matrimonio, porque es la gente que nos necesita más, que tiene heridas, que a lo mejor han sido tremendamente discriminadas por la Iglesia y yo creo que nosotros, con nuestra Alianza de Amor, podemos dar una respuesta maravillosa a eso.

De hecho, tenemos muchas experiencias. En nuestra rama hay muchas señoras que están en esa situación, durante el proceso en que han estado en el Movimiento o que han entrado a la rama en esas condiciones. Y hemos hecho un trabajo lindo. Este año también vamos a dar un taller para ellas, para poder ver si han sanado esas heridas y darles ese acompañamiento».

Verónica agrega que el otro gran desafío se relaciona con crear un vínculo mayor de las señoras con el resto de la Iglesia Católica, que a menudo se percibe como ajena. “Creo que la rama, que es tan diversa, activa y motivada, puede hacer un aporte maravilloso de la mujer en la Iglesia”.

Esto es precisamente porque, para ella, la vida de la Iglesia no tiene nada de ajeno: “Yo siempre he estado muy metida en la Iglesia. Me gusta la Iglesia. Me encanta trabajar con las parroquias, con la gente que trabaja en las parroquias”.

Verónica es la coordinadora pastoral de la Parroquia Santa María de los Ángeles de Reñaca (“hoy renuncié y me dijeron que no”, confiesa) y además participa activamente en la diócesis de Valparaíso, en el área de formación. Durante la pandemia estuvo dando asistencia espiritual telefónica a todos quienes llamaban (“todavía llaman”, agrega). Como si fuera poco, colabora en el acompañamiento de las secretarias parroquiales para lograr que se sientan parte de la Iglesia y no sólo como funcionarias.

Sobre mujeres, feminismo e iglesia

La nueva asesora nacional se ha propuesto además que las señoras profundicen y puedan argumentar de mejor forma sobre temas contingentes y sociales. Por ejemplo, ya programó un ciclo sobre teoría de género con Cecilia Sturla, académica argentina schoenstattiana.

¿Qué piensas sobre el feminismo y el papel de la mujer en la sociedad?

– El feminismo ha sido súper importante, ha logrado que la mujer esté muy involucrada en lo laboral, social, cultural y político también ahora.

Explica que esta idea está muy presente en las integrantes más jóvenes, aunque “la gente mayor que está en la rama todavía está con el sistema de que el marido les dice “yo te ayudo a lavar los platos”, “yo te ayudo a sacar la basura” (…). Pero hay toda una ola nueva de gente que tiene otra forma de pensar y cree que la mujer tiene que estar inserta en la sociedad y yo estoy convencidísima de eso. Pero tenemos que hacerlo sin perder el ser de mujer y saber que siempre hay un complemento, independientemente de que estemos casadas, tengamos pareja o no, pero hay un complemento, tanto en el trabajo, en lo social, en lo cultural, porque cada uno puede aportar lo mejor de sí desde su propio ser.

Por tu extenso trabajo parroquial y diocesano, ¿cómo ves el desarrollo de la mujer dentro de la iglesia?

– La Iglesia se ha ido abriendo a la posibilidad de tener más mujeres en cargos más importantes y el papa Francisco lo ha hecho ya en forma explícita, pero creo que falta mucho camino por recorrer y la iglesia es muy lenta para reaccionar en ¡Terrible! Pienso que se abrieron, pero a consagradas, como que les da miedo que los laicos se incorporen y creo que en eso Schoenstatt va siempre un paso más adelante.

Por eso yo acepté este desafío, porque creo que es un precedente para el futuro e incluso ellos lo están pensando hacer también en la rama familiar. Porque hay que abrirse a la realidad, tenemos que vivir y dar respuesta a lo real, a lo que estamos viviendo en este minuto y pienso que en Schoenstatt tenemos muchas respuestas para eso. Creo que los laicos tenemos que dar el paso.

Recién aludías al ser de la mujer. Sabemos que el padre Kentenich dedicó gran parte de su pedagogía a ese tema. ¿Cómo han vivido como rama las acusaciones contra el fundador, que específicamente afectan a mujeres?

– Estamos todas esperando respuestas y viendo todo el proceso, muy pendientes de eso. Pero han tomado una actitud de que si él cometió abusos, hay que cambiar los procedimientos, hay que cambiar muchas cosas dentro del Movimiento, para que podamos subsanar todos esos problemas y veamos al padre fundador de otra manera y no como lo divinizábamos hasta ahora. Yo siempre fui muy crítica de eso. Y se lo dije al Consejo de Asesores también. Porque yo, cuando llegué al Movimiento, no sabía si estaban hablando del padre Kentenich o del Padre Dios. Y a mí eso al principio me chocó y lo dije muchas veces. Esto en el proceso pedagógico ha ido cambiando mucho. Y las señoras lo asumieron de esta forma: que a lo mejor cometió errores, es un ser humano, que hizo algo que en ese momento no estaba considerado con las medidas de ahora, pero él me cambió la vida, soy otra persona, Schoenstatt es maravilloso. El carisma que él me regaló es hermoso. Hay que esperar y no me voy a cerrar a que él a lo mejor fue culpable y que si es santo o no es santo. 

Tu historia personal no ha sido fácil. ¿Cómo valoras esta tarea dentro de lo que ha sido tu vida?

– Tengo lupus y me daban crisis. Crisis gravísimas. Tres veces en la UCI a punto de morirme y todo. De hecho, a mí me desahuciaron y (me dijeron) que me iba a morir a los 40 años. Me diagnosticaron el lupus a los 27 años y me pusieron las primeras prótesis de caderas a los 35 años, porque a mí me afectó mucho los huesos, me dio necrosis avascular. He cambiado las prótesis, tres veces la derecha, dos veces la izquierda, tengo también necrosis en un hombro. Pero la verdad es que a mí Schoenstatt me cambió, yo me dejé conducir por la Mater y he hecho todo lo que he querido en mi vida. Nunca pensé que iba poder llegar a tener nietos… A tenerlos sí, pero no a verlos ni a disfrutarlos. Yo le pedía a Dios que por favor me dejara un tiempo para que los niños estuvieran más grandes, como para dejarlos un poquito más formados, que tuvieran la imagen de mamá. Pero nunca pensé que iba a llegar a esto y menos a estar tan feliz y trabajando en lo que estoy trabajando. Tengo el apoyo de mi familia, que eso es muy importante. Mi marido me acompaña en todo, me apaña, me motiva. Mis hijos también. ¡Es una maravilla! Estoy feliz y ahora, con este tremendo desafío, voy a poner todo lo que esté en mis fuerzas humanas para hacerlo lo mejor posible y que la Mater y Jesús estén conmigo.

Fuente: Revista «Vínculo», Chile, abril de 2022. Con permiso

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