DILEXIT ECCLESIAM, redacci¿on (jz.pjmg.mf) •
Recé y sigo rezando este perdón que imprimí y puse en mi santuario hogar y copié al celular. Me imagino lo que puede pasar en nuestro Schoenstatt, en nuestra iglesia, al rezarlo, juntos, como familia, como pueblo de Dios, el domingo que viene en cada una de nuestras misas, en cada una de nuestras reuniones. Pedimos perdón. «Que el Señor mantenga y acreciente este estado de vergüenza y de compunción y nos dé la fuerza para comprometernos en trabajar para que nunca más sucedan estos abusos y para que se haga justicia.»
Ayer estuve reunido con ocho personas sobrevivientes de abuso de poder, de conciencia y sexuales. Recogiendo lo que ellos me han dicho quisiera poner delante de la misericordia del Señor estos crímenes y pedir perdón por ellos.
Pedimos perdón por los abusos en Irlanda, abusos de poder y de conciencia, abusos sexuales por parte de miembros cualificados de la Iglesia.
De manera especial pedimos perdón por todos los abusos cometidos en diversos tipos de instituciones dirigidas por religiosos y religiosas, y otros miembros de la Iglesia. Y pedimos perdón por los casos de explotación laboral a que fueron sometidos tantos menores.
Pedimos perdón por las veces que como Iglesia no hemos brindado a los sobrevivientes de cualquier tipo de abuso compasión, búsqueda de justicia y verdad con acciones concretas. Pedimos perdón.
Pedimos perdón por algunos miembros de la jerarquía que no se hicieron cargo de estas situaciones dolorosas y guardaron silencio. Pedimos perdón.
Pedimos perdón por los chicos que fueron alejados de sus madres y por todas aquellas veces en las cuales se decía a muchas madres solteras que tratar de buscar a sus hijos a los que les habían sido alejados o a los hijos que buscaban a sus madres, decirles que era pecado mortal. Esto no es pecado mortal, ¡es cuarto mandamiento! Pedimos perdón.
Que el Señor mantenga y acreciente este estado de vergüenza y de compunción y nos de la fuerza para comprometernos en trabajar para que nunca más sucedan y para que se haga justicia. Amén.
Con tanto dolor y vergüenza, lo primero es pedir perdón, sumarnos al perdón que pide Francisco. Después, rezar mucho por las víctimas de los abusos y también por los corruptos. Luego encontrar esperanza en lo ocurrido y agarrarse bien fuerte a María, gran vencedora del pecado, y llevar nuestra alianza con ella a todos los rincones. Una vez hecho lo anterior, debemos exigir transparencia, justicia, verdad, asunción de responsabilidades y poner los medios para que no vuelva a ocurrir.
Vistos en conjunto, todos los documentos papales y los discursos en los que aplica y profundiza en situaciones concretas, nos van preparando para enfrentar los abusos de poder, consciencia y sexuales, sin perder la esperanza y con la libertad y valentía de saber con quién estamos.