Maria Fischer •
Recuerdo haber viajado el año pasado desde Tuparenda a Asunción, admirando a mi chófer por conducir en esa locura de tráfico y con una lluvia torrencial que transformó en minutos las calles en ríos. Se detuvo en un cruce y en ese momento vi ese cartel gigante con el mensaje tan clarito como fuerte: Pare o choque.—
Vuelve a mi mente cuando hace un par de días hablábamos con un grupo de ejecutivos sobre cómo conquistar o reconquistar el fuego en el corazón, la liviandad de la vida.
El mensaje del Santo Padre Francisco, en su homilía del miércoles de ceniza de 2018, giró en torno a tres “palabras que se nos ofrecen para volver a recalentar el corazón creyente: detente, mira y vuelve.” Medio en broma y para destacar que todo depende de detenernos, aunque sea sólo por un momento breve de las actividades que nos hacen correr -a veces sin sentido- hasta quedar sin aliento, en el pensar, en el trabajar, en el vivir e incluso en el amar, hablo de ese cartel en Paraguay.
Mientras todos se ríen, uno tras otro – y yo también- entendemos que a veces necesitaríamos un cartel así en nuestras oficinas, en nuestros teléfonos móviles, en nuestros santuarios del trabajo, en nuestros santuarios hogar. Todo nuestro quehacer, los asuntos importantes y las relaciones personales se nos vienen abajo, simplemente porque nunca paramos a escuchar, a leer, a mirar…
Dos días después, uno de los ejecutivos me envía un whatsapp con una petición: necesito una foto de este cartel para ponerlo sobre mi escritorio.
Gracias a Seba Valdez, nuestro gran colaborador en Paraguay, recibí la foto del cartel pocos días después. En alta resolución – me comenta él – por si se quiere hacer una foto grande.
Pues a veces, sí, a veces, necesitamos un cartel grande para parar y no chocar.