Publicado el 2014-04-13 In Temas - Opiniones

Peregrinación de Semana Santa por los Lugares Santos de Schoenstatt

Sarah-Leah Pimentel. En este año jubilar ofrecemos una peregrinación meditada en Semana Santa, que comienza con el Domingo de Ramos y termina con la Pascua. Se vincula a los lugares geográficos a la vez lugares santos de la historia de Schoenstatt: el Santuario Original, Cambrai, Dachau, Bellavista, Milwaukee, la capilla del Fundador, las Tumbas de los Héroes y la Iglesia de la Adoración.

 

 

 

Domingo de Ramos – Santuario Original

La celebración de hoy tiene un sabor agridulce. Por un lado saludamos a nuestro Rey cuando llega a Jerusalén a lomos de un burro, cantando nuestros Hosannas y agitando palmas. La ciudad de Jerusalén está vibrante de actividad  pues los hijos de Israel han venido en peregrinación desde todas las regiones hasta Jerusalén para celebrar la Pascua, esa fiesta en la que recuerdan cómo Dios los libró de la esclavitud en Egipto.

Por otro lado, el Evangelio nos recuerda la razón por la que Jesús ha venido a Jerusalén – ha venido a sufrir por amor a nosotros, a morir una muerte cruel en la Cruz. El es el sacrificio pascual definitivo, el que nos libera de la esclavitud del pecado. Nuestra alegría anticipa el dolor que se aproxima.

Este año, nosotros también peregrinamos (física y espiritualmente) al Santuario Original- nuestra pequeña Jerusalén – y venimos a celebrar los cien años de la Alianza de Amor.

Traemos con alegría nuestros aportes al capital de gracias en agradecimiento por las muchas bendiciones que nuestra Familia ha recibido en los últimos cien años. Alabamos a  nuestra Madre y Reina Victoriosa  Tres Veces Admirable de Schoenstatt, por haberse establecido en este Santuario y en cada santuario filial en que  la hemos conocido.

Le agradecemos las muchas oportunidades en que Ella nos acercó al Corazón de su Hijo, representado en este lugar de gracias como el Niño que nos mira con tanto sentimiento, que nos invita a una profunda relación con El.

Pero nuestra peregrinación no es completa si sólo recordamos los momentos alegres. Este Santuario, el lugar de nuestro origen, es nuestra fuente de alegría, sí. Pero una alegría que ha sido comprada a un alto precio. Este Santuario lleva también las huellas del sufrimiento, de las muchas veces que experimentó el dolor de la Cruz. Se derramaron lágrimas en este Santuario cuando José Engling y otros congregantes cayeron en la batalla en los campos de Cambrai en Francia. Este Santuario fue el lugar de las decisiones que necesitaban mucho más que coraje – el Padre Kentenich se decide a exponer la deshumanización del régimen  nazi, su decisión en la cárcel de Coblenza de aceptar una muerte cierta en Dachau por el fortalecimiento de la Familia. Recordamos a las decenas de Hermanas de María que pasaron horas de rodillas rezando en este Santuario para que el Padre sobreviviese a los horrores del campo de concentración y, luego, durante su exilio, para que un día le permitieran volver a casa, a su amado terruño de Schoenstatt y recibir el merecido reconocimiento como padre y fundador de este nuevo movimiento apostólico, este nuevo carisma espiritual dentro de la Iglesia.

A lo largo de los años, cientos de personas han acudido a este Santuario buscando respuestas a las interrogantes difíciles en sus vidas. Y nosotros hemos experimentado una y otra vez que las palabras del Acordaos son verdaderas: “Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado”.

Al igual que el Viernes Santo sigue al Domingo de Ramos, así la historia del Santuario Original está llena de alegrías y dificultades. Pero, como vivimos en la esperanza de la Resurrección, sabemos que tanto alegrías como sufrimientos son partes del perfecto plan de amor de Dios.

Y así, hoy damos gracias por estas experiencias. Mientras nos preparamos para renovar nuestra Alianza de Amor y refundar Schoenstatt para los próximos cien años, pedimos no solamente el gozo de celebrar los “momentos de Hosanna”, sino también la fortaleza y la fe inquebrantable para resistir las pruebas –que no faltarán-, y en cada momento vivir nuestra Alianza de Amor caminando tras las huellas de nuestro padre y fundador, Padre José Kentenich.

Original Inglés. Trad. Carmen M. Rogers, Santiago, Chile

Lunes 14 de abril – Cambrai

Las palabras de la primera lectura de hoy describen a José Engling y a los demás héroes congregantes, que dieron su vida libremente en los campos de batalla de Francia en la Primera Guerra Mundial al ofrecer su juventud, sueños, ideales y futuro para que todos los hombres y mujeres de Schoenstatt que llegaron después tuvieran una base firme para modelar sus vidas en la Alianza de Amor:

“Yo, Yahvé, te he llamado para cumplir mi justicia, te he formado y tomado de la mano, te he destinado para que unas a mi pueblo y seas luz para todas las naciones. Para abrir los ojos a los ciegos, para sacar a los presos de la cárcel, y del calabozo a los que yacen en la oscuridad.” (Isaías 42, 6-7)

No tomemos con demasiada ligereza o romanticismo la decisión de José Engling de dar su vida por la Alianza de Amor. Imaginemos al muchacho, casi un adolescente, sentado en un raro momento de tranquilidad en oración en la ribera del río Lys. Es el 31 de mayo de 1918. Rodeado por la pestilencia de las trincheras, el aire saturado de pólvora, el hedor constante de la muerte y el miedo, minas que explotan y riegan metralla, la tierra desgarrada por las bombas que caen. En este efímero instante de paz el joven Engling abre su diario y escribe las palabras de total desprendimiento, de total sumisión a Dios, que muestran la completa  seriedad con la que quería vivir su compromiso de alianza:

“Querida MTA: Aquí me tienes nuevamente como ofrenda. A ti te ofrezco todo lo que soy y  poseo. Mi cuerpo, mi alma con toda su capacidad, todo mi haber y mis bienes, mi libertad y mi voluntad. Soy tuyo, haz d mí lo que quieras. Si es tu voluntad, déjame ser un ofrecimiento por el trabajo que has impuesto a nuestra congregación. Lleno de humildad, tu indigno siervo, José Engling.”

El 4 de octubre de ese año Dios cumplió su petición. A sólo cinco semanas de que terminara la guerra lo mató una granada perdida. A pesar de numerosas expediciones a los campos de batalla de Cambrai, los restos de José no han sido encontrados para llevarlos de regreso a casa y enterrarlos en Schoenstatt, detrás del Santuario Original, junto con los otros héroes congregantes que cayeron en esa insensata guerra. Sin embargo, su consagración del 31 de mayo, conocida  hoy como la consagración de José Engling, se ha convertido para mucha gente en fuente de fortaleza en tiempos oscuros y desesperados. Cuando no hay salida y no se le encuentra sentido a las circunstancias de nuestras vidas, José Engling surge como un rayo de esperanza que dice: ¡Aunque muera, mi vida sigue teniendo significado! ¡Doy todo lo que tengo y soy para la gloria de Dios! ¡Doy todo, incluso mi vida, para que la Familia rinda fruto, para que la vida en la Alianza de Amor dé abundante fruto!

José Engling nos muestra de una forma muy humana que el sacrificio de Cristo en la cruz es el camino que todos estamos llamados a seguir, confiados plenamente en el poder de la Resurrección, creyendo que un día la lucha terminará, que habrá paz y unidad.

Hoy se levanta un santuario en Cambrai, conocido como el Santuario de la Unidad – un símbolo de paz entre las naciones, un símbolo viviente de que siempre podemos reconciliarnos. Reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos, con nuestros hermanos y hermanas que nos han lastimado o a quienes hemos lastimado, reconciliados con nuestro mundo que anhela la paz pero frecuentemente no sabe cómo lograrla. Recemos por la paz en el mundo de hoy y por todas las víctimas de la guerra en Siria, en la República Centroafricana, en Egipto, en Somalia, en el Medio Oriente, por las tensiones en Ucrania y en tantos otros lugares.

Martes 15 de abril – Dachau

Sólo 21 años después el mundo estaba otra vez en guerra. Esta  vez un tirano despiadado quería conquistar toda Europa. El ascenso de Hitler al poder tomó proporciones alarmantes cuando organizó escuadrones de su policía secreta para infundir miedo en los corazones de los que se le oponían. La gente era obligada a jurarle fidelidad. Primero fueron los judíos los chivos expiatorios de todos los problemas de Alemania, pero pronto, en su paranoia, incluyó también a sacerdotes, académicos y homosexuales, cualquier persona que se opusiera a él y a sus políticas.

Eso incluía al P. Kentenich.  Ya a principios de la década de 1930, cuando el mundo apenas empezaba a darse cuenta de quién era Hitler, El P. Kentenich reconoció que su nacionalsocialismo radical era una herramienta para alienar a las masas, al alejar a la gente de sus conciencias y hacerlos prisioneros del miedo. En ese ambiente era prácticamente imposible ser un librepensador y tomar decisiones libremente. El P. Kentenich no sólo se rehusó a ser manipulado por la ideología Nazi, sino que habló abiertamente contra ella. En las palabras de la primera lectura de hoy: “Hizo de mi boca una espada cortante” (Isaías 49,2)

La franqueza del P. Kentenich lo metió en problemas. El 20 de septiembre de 1941 fue arrestado por la Gestapo y encarcelado cerca de Schoenstatt, en Coblenza. A manera de tortura fue confinado en solitario por cuatro semanas en un pequeño espacio que había sido la bóveda de un banco. La Gestapo quería romper su espíritu. Después fue transferido a una celda en la prisión de Coblenza mientras las autoridades decidían si mandarlo al campo de concentración de Dachau.

Aunque se le ofreció la oportunidad de declarar que estaba demasiado enfermo para ir a un campo de concentración, el P. Kentenich declinó y escogió libremente ir al campo de concentración – prácticamente una sentencia de muerte. Así como escuchamos en el Evangelio de la Pasión que Jesús le dice a Pilatos “No tendrías ningún poder sobre mí si no lo hubieras recibido de lo alto.”(Juan 19.11) también el P. Kentenich supo que su vida no estaba en las manos de esos hombres, sino en las de Dios, y sabía que en las manos de Dios siempre estaría a salvo, sin importar lo que le ocurriese.

Fue a partir de esta tragedia que Dios obró sus milagros. No sólo el P. Kentenich sobrevivió a Dachau, sino que dos ramas de la Familia de Schoenstatt fueron fundadas en ese lugar donde parecía que sólo la muerte podría prosperar – los Hermanos de María de Schoenstatt y la Obra de las Familias (que hoy incluye a la Liga de Familias, la Federación de Familias y al Instituto de Familias). También fue aquí donde  Schoenstatt se volvió verdaderamente internacional y donde el P. Kentenich escribió ese texto que es tan querido por los que pertenecemos a Schoenstatt: Hacia el Padre.

Tal vez sea apropiado que hoy reflexionemos sobre  un pequeño fragmento del texto de Hacia el Padre mientras peregrinamos hacia la Cruz y la Resurrección y luego hacia la gran celebración jubilar internacional de todos los hijos de Schoenstatt:

“Reina sobre nosotros según el querer de Dios; transfórmanos en sal y en levadura del mundo; haz que seamos un alma y un corazón, así como el Señor lo implorara en la tierra.

A pesar de todas las particularidades, formemos una sólida unidad; como reino ideal nos consagremos al Padre y, aunque el odio enferme a la masa de los pueblos, rompamos todas las barreras nacionales. (Oración del Círculo Internacional)


Miércoles 16 de abril – Bellavista

Es un verde y fresco oasis en una tierra más bien seca, el Santuario de Bellavista en Santiago de Chile, tiene un nombre que en castellano expresa exactamente lo que es: una “hermosa vista”.  Fue uno de los lugares de Sud América que el Padre Kentenich visitó después de regresar a casa, terminada la Segunda Guerra Mundial. Aquí en Bellavista, como en muchos otros lugares de Sudamérica, las Hermanas de María habían tomado la iniciativa de construir una réplica del Santuario Original como una forma de ofrecer a la Familia de Schoenstatt la posibilidad de experimentar las gracias del Santuario e invitar a la Santísima Virgen a instalarse en este remoto lugar.  Y efectivamente Bellavista ha sido una verdadera fuente de vida para Schoenstatt, no sólo para Sudamérica sino que convirtiéndose en una corriente de gracias que fluye desde Bellavista y llega hasta nosotros. La Cruz de la Unidad de nuestros santuarios fue el fruto de un gran sufrimiento experimentado por la familia de Schoenstatt que se congregaba en Bellavista.

Pero estamos yendo demasiado lejos de nosotros mismos. En 1949, la siguiente batalla a la que se enfrentaría Schoenstatt asomaba oscura en el trasfondo. Las autoridades de la Iglesia comenzaron a examinar la obra de Schoenstatt y dado su camino diferente de la Iglesia preconciliar, se sospechaba de sus objetivos e intenciones. En respuesta, el Padre Kentenich escribió una carta de 200 páginas, en las que destacó la forma como él veía la mayor amenaza que enfrenta la Iglesia y el mundo moderno: el “pensar mecanicista” que impide al individuo su desarrollo integral con un “pensar, amare y vivir orgánicos”.

El 31 de Mayo de 1949, el Padre Kentenich colocó el documento en el altar de Bellavista en presencia de 20 Hermanas de María, colocando su contenido y consecuencias en las manos de la Santísima Virgen. Sabía que su respuesta franca a las necesidades de la Iglesia en nuestro tiempo, podía poner todo el futuro de Schoenstatt en peligro. Estas ideas que hoy nos parecen bastante razonables, eran demasiado audaces para esos años. En su plática a las hermanas anticipó que otra salto mortal en la fe seguiría a continuación.

“Este es el profundo sentido de esta celebración. Ella tiene un doble carácter: de obsequio feliz y de pesada misión (…) No nos asombremos si este trabajo suscita un frente común, poderoso y unido, de hombres influyentes en contra mía y de la Familia. Humanamente hablando, tenemos que contar, por último, con que nuestro intento fracase por completo. Y, sin embargo, no podemos sentirnos dispensados de correr este riesgo. ¡Quien tiene una misión ha de de cumplirla, aunque nos conduzca al abismo más aoscuro y profundo, aunque exija dar un salto mortal tras otro! La misión de profeta trae siempre consigo suerte de profeta”. (De la plática del 31 de Mayo de 1949, Kentenich Reader I, pp. 250 y ss.)

Hace unos días nuestro Santo Padre hablo sobre “el destino de profeta”. No queda claro de quién hablaba en su homilía del 5 de abril en Santa Marta, pero esas palabras suenan verdaderas cuando hablamos del Padre Kentenich:

También tantos pensadores de la Iglesia fueron perseguidos. Pienso en uno, ahora, en este momento, no lejos de nosotros, un hombre de buena voluntad, un profeta de verdad, que con sus libros reprochaba a la Iglesia de alejarse del camino del Señor. Pronto fue llamado al orden, sus libros puestos en el índice, le quitaron la cátedra y así para este hombre terminó su vida: no hace mucho de esto. ¡Pasó el tiempo y hoy es beato! ¿Pero cómo es que ayer era un hereje y hoy es beato? Porque ayer los que tenían el poder querían silenciarlo, ya que no les gustaba lo que decía. Hoy la Iglesia, que gracias a Dios sabe arrepentirse, dice: ‘No, este hombre es bueno!’. Es más, está en el camino de la santidad: es un beato.  Todas las personas que el Espíritu Santo escoge para decir la verdad al pueblo de Dios sufren persecución. Y Jesús es el modelo, la imagen. El Señor tomó sobre Él todas las persecuciones de su pueblo. Y aún hoy, observó los cristianos son perseguidos. Me atrevo a decir que tal vez haya tantos o más mártires ahora que en los orígenes, porque a esta sociedad mundana, a esta sociedad demasiado tranquila, que no quiere problemas, le dicen la verdad, le anuncian a Jesucristo. Y esta historia de persecución, remarca el camino del Señor, es el camino de los que siguen al Señor. Pero, al final, termina siempre de nuevo, como el Señor: con una Resurrección, pero ¡pasando por la Cruz!. Siempre ¡habrán persecuciones, incomprensiones! Pero Jesús es el Señor, y ese es el desafío y la Cruz de nuestra fe. Que el Señor nos dé la gracia para seguir su camino y, si ocurre, incluso con la cruz de la persecución.

Santa Marta, 5.4.

La única diferencia es que el Padre Kentenich aún no ha sido beatificado. Uniendo nuestros sufrimientos y persecuciones de Cuaresma a los de Cristo, rezamos por la beatificación de nuestro padre y fundador.

Padre Eterno: En tiempos difíciles Tú siempre eliges personas que por su palabra y ejemplo muestran el camino hacia Ti. En tu amor paternal has confiado a tu hijo y Sacerdote, el Padre Kentenich, la misión de proclamar las grandezas de María a la Iglesia actual. Así como él se consagro a la Santísima Virgen, trató de llevar a muchos a la Alianza de Amor con la Madre y Reina de Schoenstatt para que por Ella llegaran más fácilmente a Cristo y a Ti, Padre de la Misericordia. Concede al Padre Kentenich el honor de los altares para que el pueblo de Dios vea su ejemplo y experimente su ayuda. Padre de Bondad, escúchame por su intercesión en mis necesidades para alabanza tuya y de la Madre y Reina de Schoenstatt. Amen

Jueves Santo – Milwaukee

La lectura de hoy prepara el escenario para los años en Milwaukee: “La palabra del Señor me llegó en estos términos: Hijo de hombre, tú habitas en medio de un pueblo rebelde: ellos tienen ojos para ver, pero no ven, tienen oídos para oír, pero no oyen, porque son un pueblo rebelde.  En cuanto a ti, hijo de hombre, prepara tu equipaje como si tuvieras que ir al exilio, y parte en pleno día, a la vista de ellos.  Emigrarás del lugar donde te encuentras hacia otro lugar, a la vista de ellos: tal vez así comprendan que son un pueblo rebelde. (Ez. 12.1-3)

En 1951, el Santo Oficio de Roma decidió retirar al P. Kentenich de todas sus posiciones de autoridad y enviarlo indefinidamente a los Estados Unidos mientras realizaban un estudio detallado de la espiritualidad de Schoenstatt.  En particular, lo que les preocupaba era la naturaleza de la relación del P. Kentenich con las distintas ramas del movimiento, por eso ordenaron que no tuviera contacto alguno con ellos.  Esta separación física y emocional, que se extendió desde 1951 a 1965, es lo que se conoce como «los años de exilio».

Pongámonos en el lugar del P. Kentenich por un momento.  En 1951, ya no era un joven sino que era un hombre de poco más de 60 años.  A esta edad nos cuesta más adaptarnos que cuando somos jóvenes.  Las distancias parecían mucho mayores de lo que son en la actualidad.  Actualmente, nuestra empresa nos envía a los rincones más recónditos de la tierra, pero la tecnología que tenemos a nuestro alcance evita que nos sintamos aislados al vivir en un lugar donde no hablan nuestra lengua ni comparten nuestra cultura.  Estos lujos no estaban disponibles en la época del P. Kentenich.  Su reasignación a Milwaukee, definitivamente, es un poco como estar obligado a vivir en un hogar de ancianos en el extranjero cuando aún tienes energía como para llevar una vida normal.

Y exactamente eso es lo que hizo el P. Kentenich.  El siguió con su vida normal, manteniéndose fiel a la visión que nuestra MTA había colocado en su corazón desde sus primeros años. Como capellán de la comunidad de habla alemana en Wisconsin, el predicaba el mismo mensaje para que el espíritu de Schoenstatt pudiera surgir incluso aunque él no pudiese mencionar su nombre.  Escribió prolíficamente.  La Obra Familiar realmente tomó forma entre las familias de habla alemana, quienes podrían no haber sabido quién era, pero tenían ojos para ver y oídos para escuchar.   Lejos del Santuario original, y sin esperanza de poder regresar, el concepto de santuario se extendió a la idea de que nuestras casas y nuestros corazones también podrían ser santuarios vivientes, donde la Santísima Madre y su Hijo Amado tendrían su hogar.

En este Jueves Santo, pensemos especialmente en nuestros sacerdotes, quienes representan el llamado de Cristo a un liderazgo de servicio, a través del lavado de los pies.  Podemos pensar que los años en Milwaukee fueron como un Jueves Santo de 14 años; comenzando en el momento en que las autoridades de la iglesia lo alejaron de su lugar como padre de una gran familia internacional, a quien amaba profundamente y quienes lo amaban entrañablemente.   La angustia en el huerto de Getsemaní se incluye aquí también.  Jesús pidió a sus discípulos que se mantuviesen despiertos y rezaran con él, pero todos se durmieron.  Aquí podemos agradecer a las Hermanas de María y a muchos otros, quienes mantuvieron una larga vigilia de 14 años, y permanecieron rezando para que el padre pudiera regresar a casa.   Estoy segura que en lo que el P. Kentenich con frecuencia describía como “el entrelazamiento de destinos,” estas oraciones lo ayudaron a mantenerse su decisión, incluso cuando su alma “siente una tristeza de muerte.” (Mc. 14:34).

En el Getsemaní de nuestras vidas, cuando la tristeza, la soledad y el aislamiento amenazan con abrumarnos, pensemos en la fe del P. Kentenich y confiemos en la Providencia Divina, de forma que podamos repetir las palabras de Jesús con confianza:  “Mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.”

Viernes Santo – Tumba de los Héroes

En este Viernes Santo, así como estamos llamados a contemplar la Cruz, el origen de nuestra fe y nuestra salvación, también regresamos al lugar de nuestros orígenes: una pequeña capilla escondida en el valle de Vallendar, donde se encuentra la fuente de nuestra vida Schoenstattiana.   Pero en vez de ingresar al santuario, deberíamos realizar una pequeña caminata hasta la tumba de los héroes y honrar a todos aquellos que estuvieron antes que nosotros, mostrándonos el camino a seguir.

En este lugar están sepultados cuatro de nuestros héroes tempranos: Max Brunner y Hans Wormer, dos de los congregantes fundadores quienes, como José Engling, murieron durante la Primera Guerra Mundial.  Este es también el lugar donde descansan Albert Eise y Franz Reinish.

El P. Albert Eise perteneció a la generación fundadora.  Dios le permitió sobrevivir a los horrores de la Primera Guerra Mundial y regresó a Alemania, donde fue ordenado sacerdote y se convirtió en uno de los colaboradores del P. Kentenich en la construcción de la obra de Schoenstatt.  Durante la Segunda Guerra Mundial, fue enviado a Dachau junto con el Padre Kentenich, donde continuó arriesgando su vida para asegurarse de que los textos de nuestro Fundador llegaran al mundo exterior.  Mientras el P. Kentenich se ocupaba de los deberes de la vida del campo, el P. Eise escribía lo que el le dictaba, incluyendo el texto de Hacia el Padre, y luego arriesgó su vida para enviar estos textos fuera del campo de concentración.  Finalmente sucumbió a una epidemia de tifus en el campo y murió en 1946.

El P. Franz Reinisch puede ser considerado como un héroe de consciencia.  Él se negó a jurar lealtad a Hitler y fue ejecutado por este el 21 de agosto de 1942 y se convirtió en el único sacerdote católico en ser ejecutado durante el reinado de Hitler.   El se inspiró en la forma en que los primeros congregantes sacrificaron sus vidas por Schoenstatt; y cuando las circunstancias lo obligaron a tomar una decisión, él supo, al igual que José Engling, que estaba siendo llamado a ofrecer su vida por la alianza de amor.  Sabía que el enfrentarse a Hitler podría poner a todo el Movimiento en riesgo, pero el llamado a ser un mártir de la conciencia fue mucho mayor y ha dado grandes frutos.   El proceso para su beatificación se encuentra en curso en Roma.

Estos valientes hombres afrontaron la Cruz en ese momento, donde dieron su último ‘Fiat’.  Ellos demostraron su fe en que la Cruz no es un símbolo de la muerte final, sino más bien el signo de la redención, el signo de la esperanza, el signo de la salvación, donde todo es purificado y hecho a nuevo por la sangre de Cristo.  Nosotros también enfrentamos la cruz cada vez que nos vemos arrastrados por los acontecimientos que no son de nuestro hacer; cuando sufrimos persecución por ayudar a los que hacen la obra de Dios, cuando nosotros también enfrentamos una crisis de conciencia y sabemos que sólo podemos estar en paz si elegimos el camino más difícil.

Al contemplar solemnemente a la cruz hoy, no estemos tristes o desesperados por lo que está por venir.  Más bien, unámonos a nuestros héroes en su celo ardiente por vivir nuestra alianza de amor, sin importar las circunstancias.   Nos unimos en el himno que es tan popular entre la juventud de Schoenstatt, en particular en América del Sur, y reflexionamos sobre las palabras del himno de Franz Reinisch:

Tú eres el signo grandioso, lleno de luz y de sol, todo encendido e inundado por el amor de Dios.  María, virgen pura, enciende todo mi ser en tu pequeño santuario como una llama de amor.

Como una rosa doliente, silente junto a la cruz, dices tu sí al sacrificio, pues Dios lo quiere de ti. También hoy llama el Padre héroes para la misión,  Aquí me tienes, Madre, como una ofrenda de amor.

Reina de todos los mundos, vences la tempestad Mata al engendro del diablo
Tú vencedora real. Hazme un apóstol de Schoensttat, cual caballero estaré.
Y moriré sonriendo, querida MTA.

Sábado Santo – Capilla del Fundador

Hoy el mundo está en silencio. El cuerpo sin vida de Cristo yace en la tumba.  La gloria de Su resurrección aún no ha sido revelada.  Nosotros también estamos en silencio, esperando el momento en que Jesús romperá para siempre las cadenas de la muerte.

En este silencio somos llamados a la Capilla del Fundador. El visitante siempre se acerca silenciosamente.  El corredor que conduce a la morada final del P. Kentenich es oscuro, iluminado solo por una luz en el techo.  Las paredes de piedra de la Capilla de Adoración son frías, incluso en los días más calurosos del verano.  La imagen del P. Kentenich con los brazos abiertos que nos recibe en la Capilla del Fundador nos llama a un silencio interior antes de ingresar en este lugar santo.

Al abrir la puerta de la Capilla del Fundador y observar por primera vez la tumba del P. Kentenich inmediatamente nos hace contener la respiración durante unos breves segundos.  Nuestra mente nos dice que en esta sala se encuentra el cuerpo sin vida del que una vez dio toda su vida al servicio de Schoenstatt.  Aún así, cuando entramos en esta sala, su presencia es también muy tangible.  Está allí, esperándonos.  Aquí es donde siempre nos ha estado esperando, desde el momento en que exhaló su último suspiro en esta sacristía, luego de celebrar su primera y única Misa en la Capilla de Adoración el 15 de septiembre de 1968.  Este es el lugar al cual nos invita para que lo visitemos.  Este es el lugar en el cual, desde el cielo, continúa formando corazones que están libres interiormente para el servicio de nuestra MTA, nuestra alianza de amor con ella y nuestros hermanos y hermanas de Schoenstatt y la Iglesia.

Este es un lugar de silencio, un lugar de contemplación silenciosa, un lugar de solo ocho palabras: Dilexit Ecclesiam.  Heimwärts zum Vater geht unser Weg.  (Amó la Iglesia. Nuestro camino conduce a la casa del Padre).

Al esperar en esta fría sala la gloria de la resurrección, nos sentamos con Cristo en su tumba y nos reflejamos en nuestra propia misión Cristiana.  ¿Amamos la Iglesia a la cual fuimos llamados por la gracia de nuestro bautismo? Nuestro camino diario, ¿es una peregrinación constante e incondicional hacia nuestra casa celestial y eterna? ¿Está colmado por nuestro sincero deseo de un día estar unidos a nuestro Padre Celestial?  Unidos a toda nuestra Familia de Schoenstatt, que nos precedió, haciendo brillar una luz en nuestro camino, demostrándonos cómo vivir nuestras vidas en alianza.

Que mi mano se extienda cuando me arrodillo ante la tumba del P. Kentenich.  Siento la fría losa de hormigón en la cual yace para siempre.  Pero en ese lugar, más allá de las palabras, en ese reino de silenciosa plegaria, siento la calidez de su alma, mi padre y fundador.  Solo ocho palabras forman mi plegaria hoy.  Dilexit Ecclesiam.  Heimwärts zum Vater geht unser Weg.

Domingo de Pascua – Capilla de Adoración

¡Que se oigan los Aleluya! ¡Cristo ha resucitado! ¡Que repiquen las campanas! Hemos visto la gloria del Señor.  Hoy vemos a Cristo Resucitado y por un momento tocamos la vida eterna.  Damos gracias a Dios por Su Inmenso Amor.  Lo alabamos por darnos un Gozo Eterno.  ¡Aleluya! ¡Gloria in Excelsis!

En un domingo cualquiera, a la mañana, puede oírse el repiquetear de las campanas de la Capilla de Adoración en el Monter de Schoenstatt y abajo en el valle.  Su alegre repiquetear es un llamado para venir y celebrar la Eucaristía en comunión espiritual con los Schoenstattianos de todo el mundo.  Es un llamado a celebrar la Resurrección que se convierte en algo real cada vez que recibimos el Cristo viviente en la Sagrada Comunión.  Es un llamado a celebrar la vida. Es un llamado a recordar.

Y esta capilla, dedicada a la Santísima Trinidad, se yergue como un fundamento físico de nuestra historia de Schoenstatt a lo largo de estos últimos 100 años.  Se yergue como un símbolo, forjado en roca sólida que puede verse por toda la campiña circundante, de las muchas pruebas que hemos enfrentado.  Nos recuerda también la manera en la cual en cada prueba y situación imposible, nuestra Madre y Reina Tres Veces Admirable de Schoenstatt, veló por nosotros y nos protegió ante los más aterradores peligros.  Nos recuerda la manera en la que siempre, en estos 100 años, se mantuvo fiel a su parte en la alianza de amor.  Jamás nos ha fallado.

Las Hermanas de Schoenstatt hicieron una promesa de que si Dios liberaba al P. Kentenich del campo de concentración de Dachau, construirían una iglesia para glorificar la Trinidad, que ha guiado cada paso de nuestro camino.  No fue posible construir esta capilla sino hasta después del regreso del P. Kentenich del exilio en Milwaukee.  Pero en esto también está la guía de la Divina Providencia.  Esta Capilla de Adoración habría de convertirse en el testimonio final de la vida del P. Kentenich.  A las 7.00 de la mañana del 15 de septiembre de 1968, el P. Kentenich se preparó para la Misa, su primera misa en esta capilla recientemente construida.  También se convertiría en su morada final.  En el plan de amor perfecto de Dios, una vez celebrada la Eucaristía esa mañana, en los últimos días del verano, Jesús tomó a este bueno y fiel servidor de la mano y lo condujo a la casa.

Este momento final fue tan perfecto en todo sentido que no podemos estar tristes.  Solo podemos dar gracias por una vida que fue vivida tan plenamente y una vida que hoy continúa en el cielo en donde puede finalmente descansar y disfrutar de la resurrección eterna.

Nos unimos a esta fiesta de acción de gracias, ofreciendo nuestras oraciones de gratitud, alegría, alabanza y amor, dando gracias a Dios por habernos dado un ejemplo tan enardecido a seguir.

Mientras las campanas continúan sonando desde la Capilla de Adoración, llamándonos desde todos los rincones de la tierra a esta peregrinación de nuestro Jubileo, nos ponemos a disposición de nuestra Santísima Madre y del Dios Trinitario, para que Él pueda continuar obrando sus maravillas a través de nosotros, a través de Schoenstatt en los próximos 100 años.

Con gozo en este Domingo de Resurrección, nos hacemos eco de las palabras del P. Kentenich en el Cántico del Terruño:

¿Conoces aquella tierra transida de alegría, porque en ella el Sol nunca tiene ocaso: donde los corazones viven en el reposo por la posesión de los bienes eternos; donde los abundantes dones de Dios reconfortan el corazón y la voluntad; donde el amor, como una vara mágica, transforma con prontitud la tristeza en alegría?

Yo conozco esa maravillosa tierra: es la pradera asoleada con los resplandores del Tabor, donde reina nuestra Señores Tres Veces Admirable en la porción de sus hijos escogidos, donde retribuye fielmente los dones de amor manifestando su gloria y regalando una fecundidad ilimitada. ¡Es mi terruño, es mi tierra de Schoenstatt!

 

Original: Inglés. Traducción: Carmen Rogers, Santiago, Chile; Eduardo Shelley, Monterrey, México, Carolina Aguirre, Argentina; Cecilia Mata, Argentina

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Publicado el In Temas - Opiniones

Peregrinación de Semana Santa por los Lugares Santos de Schoenstatt

Sarah-Leah Pimentel. En este año jubilar ofrecemos una peregrinación meditada en Semana Santa, que comienza con el Domingo de Ramos y termina con la Pascua. Se vincula a los lugares geográficos a la vez lugares santos de la historia de Schoenstatt: el Santuario Original, Cambrai, Dachau, Bellavista, Milwaukee, la capilla del Fundador, las Tumbas de los Héroes y la Iglesia de la Adoración.

 

 

 

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2 Responses

  1. Padre Patricio Ilabaca dice:

    Gracias Sarita… muy buen camino espiritual, como la cuaresma semana a semana, ahora la Semana Santa día a día vivida en clave schoenstattiana, de santuario a santuario siguiendo el año jubilar en la alianza de amor. Inspirador y creativo. ¡Bendiciones y gracias jubilares para todos los que lo seguimos!

  2. Silvia Santo Orihuela dice:

    Maravillosa e inspirada idea. El Espíritu Santo nos adentra en la Semana Santa desde nuestra propia Tierra Santa…. Gracias!!!

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