Publicado el 2013-12-23 In Temas - Opiniones

“No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina”.

P. Francisco Pistilli. Florencio Varela, Adviento 2013
Queridos amigos, colaboradores y bienhechores de nuestra Comunidad de Sión, querida Familia de Alianza: Hace pocas semanas atrás, uno de nuestros seminaristas me recordó estas palabras de Pedro dirigidas a un paralítico que pedía limosna ante las puertas del templo: “No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina”. Me llenó de alegría y también de inspiración todo lo que compartí con este joven hermano de Comunidad. No me dio ni oro ni plata, sino el regalo de su testimonio de fe.

El contacto con tantas necesidades de la vida, por la identificación con los discípulos de Jesús y la conciencia de todo lo que hay para hacer, nos conduce repetidamente a confrontarnos con los límites, con lo esencial y con sorpresas que nos maravillan. Con los límites porque no sabemos, no podemos y no logramos hacer todo. Con lo esencial, porque hay algo que siempre podemos hacer. Con las sorpresas porque hay momentos de gracias que se constatan en “milagros” que nos superan.

Del episodio de Pedro y el paralítico quiero rescatar algunos momentos que encuentro “milagrosos” y pueden ser un camino de vida de toda vocación cristiana:

“Míranos”

Nuestros límites nos llevan a pedir ayuda. El mendigo paralítico pide, sin mirar a los ojos, sin buscar a la persona sino solamente la ayuda. Los apóstoles podrían haber actuado mecánicamente, dar algo sin mirar, para librarse del pedido y del pedigüeño. Pero Pedro está con Juan y le dice: “Míranos”. Ambos discípulos se exponen a ser mirados y a mirar, no se esconden. El paralítico fija sus ojos en ambos, todavía esperando tan solo aquello que él quiere. Pedro y Juan se encuentran con la mirada de este hombre en su dolor, en su sufrimiento, en su reclamo. En el encuentro se hacen humanos, hermanos. El encuentro se hace espacio y oportunidad de redención. El encuentro es la riqueza que comparten los que no tienen nada. Es un milagro.

“No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo”

Pedro ha crecido, ha madurado en la fe. El paralítico no le pide salud, le pide limosna, lleva toda su vida pidiendo para vivir la misma vida, sin poder cambiarla. El apóstol podría haber hecho lo que todos hacían, una sencilla expresión de caridad. Pero no. Una nueva vida se expresa en Pedro, se manifiesta en la seguridad de poder decir qué es lo que de verdad tiene para dar. Lo esencial no es tener riquezas, lo esencial es compartir lo que hemos recibido como don y que responde no solamente a las circunstancias sino a lo que de verdad importa y hace a nuestra vida. Vocación cristiana no es dar solamente de lo nuestro, pues nunca alcanza. Ser discípulo es dar a Jesús, que se entrega a través de cada bautizado. Nuestra identidad, nuestra esencia ha cambiado. Los que pueden ir un poco más allá de sus circunstancias comparten la riqueza de la fe que los vincula a la fuente de todo don y de toda vida que quiere ser plena y nueva. Es un nuevo milagro.

“En nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina”

Este milagro va más allá de lo que podemos, nos sobrepasa. Se sana el cuerpo, también el alma. El que yacía en el suelo, ahora camina y salta. El que anteriormente exponía su miseria como pordiosero – ¡por Dios, una ayuda! – ahora alaba a Dios, al mismo Dios que utilizaba para arrebatar una limosna a cualquiera que tuviera un poco de conciencia. Su sanación es retorno al amor, a la alabanza de ese Dios que lo ama. La riqueza que se desparrama en la vida de este enfermo y ante los ojos de los discípulos y todos los presentes es de una fuente que trasciende las expectativas terrenas. Este es el milagro.

Los dos primeros momentos transforman nuestra pobreza en riqueza y hacen posible que ocurra el tercero. Podemos decir que sin esos dos pasos, no habría nada para maravillarse.

Todos necesitamos algo y a alguien, todos pedimos limosna a veces olvidando que hay algo mayor y que no hay soluciones instantáneas. ¿Qué podemos hacer? Hagamos “dos” de “tres”, hagamos posible el encuentro y compartamos la fe; así dejaremos la puerta abierta para el júbilo de los prodigios del amor divino.

Estamos alegres y agradecidos. Hemos visto muchos milagros este año y en todos ellos han estado ustedes. No fuimos nosotros, solo dimos lo que teníamos. No fueron ustedes, solo dieron lo que tenían. Gracias por todos los encuentros de 2013. Gracias por animarnos a ser quiénes somos, sacerdotes de Jesús, y por abrirse a compartirlo. No nos olvidemos de dar gracias a Dios y a la Mater por tantos milagros que han sobrepasado nuestras expectativas.

En 2014, renovando la Alianza, nos volveremos a encontrar en nuestros límites, volveremos a lo que es esencial, volveremos a sorprendernos. Será un año jubilar.

Felices Fiestas, bendecido final de año, bendecido 2014.

P. Francisco Pistilli

Superior Regional

Región del Padre

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“No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina”.

P. Francisco Pistilli. Florencio Varela, Adviento 2013
Queridos amigos, colaboradores y bienhechores de nuestra Comunidad de Sión, querida Familia de Alianza: Hace pocas semanas atrás, uno de nuestros seminaristas me recordó estas palabras de Pedro dirigidas a un paralítico que pedía limosna ante las puertas del templo: “No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina”. Me llenó de alegría y también de inspiración todo lo que compartí con este joven hermano de Comunidad. No me dio ni oro ni plata, sino el regalo de su testimonio de fe.

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