Publicado el 2010-03-04 In Temas - Opiniones

Hasta los santos trabajan por Chile

ChileCHILE, Amelia Peirone. En esta hora crucial para nuestro pueblo, no despreciamos ninguna ayuda, venga de cualquier punto de la tierra, como también del cielo. No falta la certeza de que nuestros santos están trabajando por y junto a nosotros, para ayudar a ponernos de pie histórica y anímicamente. San Alberto Hurtado, Santa Teresa de Los Andes, han de correr tan solícitos en su servicialidad. También los siervos de Dios que vivieron una vida luminosa para nosotros, ahora mismo están irradiándonos sus fuerzas nuevas. El ingeniero Mario Hiriart que sabía evaluar muy bien los resultados de tanta construcción derrumbada y destrozada, más que nadie está con los ojos, los brazos y el alma tendida a su pueblo.


Mario Hiriart en Milwaukee, con el Padre KentenichEn 1960, Mario había regresado después de tres años en su comunidad de Brasil, a «mi Chilito lindo», como saboreaba decir. El 21 de mayo de 1960 fue el nunca olvidado terremoto de Concepción y Valdivia. En todo aquel año 1960, Mario escribió en cartas, en su diario, pensamientos que se referían a esa prueba y a otras experiencias al límite de todo sufrimiento. ¿Quién podría decir que aquellas palabras suyas no suenan casi dichas para hoy?

Carta de Mario Hiriart a sus compatriotas

«A todos, mucho les agradezco sus oraciones y recuerdos por la tragedia en el sur de Chile; en realidad ha sido algo tremendo, humanamente hablando, una gran catástrofe las enormes pérdidas causadas por el terremoto reciente.

El mundo parece vivir en un rotundo y decidido mirar a Chile. Tal vez en este momento, Chile pueda ser mirado como el símbolo claro, quizás patético, de las angustias. Nos damos cuenta que este esfuerzo ‘por Chile’ significa un esfuerzo máximo por superar la crisis. Chile es, además de un hecho actual, un símbolo…

Nuestro re-comenzar en Chile puede verse como un ‘camino de soledad’, pero, por eso mismo, un camino de fecundidad, en cuanto lo recorramos con absoluta confianza y entrega.

Lo fundamental, me parece, es que debo llevar a Chile todo el impulso espiritual. Más aún debo tenerlo en cuenta ahora, cuando todo tendería a bajar mi mirada hacia la tierra. La solución está en volver con todas mis fuerzas la mirada hacia el cielo, y suplicar día a día luces suficientes, al mismo tiempo que las fuerzas físicas que faltan, y la humildad.

Llego a ver con más claridad la pequeñez del hombre. Y aquí tú te me presentas como Madre de Dios, nuestra ‘Madrecita’, que nos haces muchas señales desde el cielo en torno a este hoy. Tú eres quien protege la vida de este pequeñito, por eso: ‘Confío en tu poder y en tu bondad’. Justo en el siglo y medio de la independencia de nuestra patria, consagrada a ti como Virgen del Carmen, ¿no me estás acaso pidiendo que te ayude, en la medida de mis débiles fuerzas, a hacer de Chile una fecunda tierra mariana?

Es la hora de que nos esforcemos por una seria auto-educación, cuando despertamos del letargo del amor a Dios y nos esforzamos por ello, entonces hay derecho a poner la esperanza en él. En ti tenemos un ejemplo admirable de fe vivida en la vida diaria y hasta las últimas consecuencias. Eres ‘ejemplo de la grandeza, la fuerza y la fecundidad de la fe’.

Quiero, entonces, hacerlo carne en estas circunstancias, como un reflejo tuyo. Desata mis deseos de cooperar y de hacer las cosas bien, de sacar adelante iniciativas valiosas. Ante la experiencia de todo lo que se perdió, para comenzar de nuevo a construir sobre esos cimientos, me haces ver lo que resta de bueno y de fiel. Sobre esa base quiero comenzar a construir. Esta conciencia de mi pequeñez y de todo fracaso no será algo aplastante, o que me quite las fuerzas necesarias para la lucha. Quiero contribuir con un granito de arena siquiera, aquí están mi serenidad y confianza, renovadas y cada vez mayores. No para quitarme el anhelo de lucha ni el espíritu de victoriosidad; al contrario, para dármelos. Así, todos lograremos no ‘ser vividos’ ante cualquier dificultad, sino ‘vivir’, y vivir desde una fuente de vida interior.

Todo para un solo fin: la superación de la crisis por la donación total, real, diaria, de nuestra propia vida. En el servicio desinteresado para el bien común. En realidad, es ‘la’ solución.

La expresión ‘hombre comunitario’, la interpretamos aquí en el sentido del hombre con conciencia de pertenecer a una comunidad y que consciente y libremente se entrega a ella. No la pertenencia física, sino ante todo la ligazón espiritual, en cuanto a fines, ideales, esfuerzos y sacrificios. Esto hace al hombre realmente comunitario. El anhelo es que no sólo construyamos materialmente una casa, sino que forjemos un hogar espiritual. Esta es la fe, que yo llamaría fe ‘en la tierra’, la fe práctica, la fe vivida en la vida diaria. Que se traduce en una forma de enfrentar los problemas y situaciones concretas, en una forma de vivir y de actuar.

Para esto tiene uno mismo que estar entregado por entero al Espíritu Santo, a su influencia: para ser apóstol, se necesita primero vivir una ‘anunciación’: un abrirse a Dios y llenarse con su presencia, para entregarlo a los demás. Por así decirlo, hay que estar interiormente ‘remojado’ con Dios.

¿No es esto un reconocimiento de que hay un tesoro, pequeño pero real, en nosotros, en el cual tú pones tu corazón maternal?

‘¿Puede una madre olvidarse de su hijo?’ y ‘Tengo tu nombre escrito en mis manos…’ dice la Escritura, para recordarnos el intenso amor de tu Hijo hacia nosotros. Y nos recuerda, además, que lo vivido en el Gólgota nos da derecho a sentirnos inscritos no sólo en sus manos, sino también en el corazón de Cristo…

Entonces ¡Reinecita, ruego por tu Chile! ‘Ven, tú, y construye…’ en tu Chile la gracia de vivir en la santa esperanza. Sólo hay una cosa que puedo hacer constantemente por todos, algo que sé que de todos modos sirve, y que es en último término lo más efectivo: rezar por ellos y sacrificarme por ellos. Para eso, tengo que estar con mi corazón abierto bajo la cruz… como un cáliz de fe, esperanza y amor».

Oración de Mario Hiriart ante el terremoto de Chile, 1960

Hoy es el «día de guardia».
Porque Chile está primero,
estoy con su tierra y su gente.
Humanamente, una desgracia aplastante
pero me queda la más heroica confianza
puesta en ti, Madrecita y en tu Hijo.
Tú no te contentas con palabras, pides actos.
Si no puedo ser como el roble,
que permanece enhiesto ante los embates,
y si un ataque más furioso da por tierra con él,
más segura es la caña, flexible y resistente.
El anhelo es que no sólo construyamos
materialmente una casa,
sino que forjemos un hogar espiritual.
¡Reinecita, ruego por tu Chile!
ahora que tiembla bajo estas embestidas.
Úsame como tu instrumento y hazme dócil,
para llevar a otros el amor magnánimo
con serenidad, en paz interior y exterior,
a imagen tuya, siendo una luz,
un fuego que muestra el camino
como un cáliz de fe, esperanza y amor.
«Ven y construye…» en tu Chile,
la gracia de vivir en la santa esperanza.
Virgen del Carmen: «Tú, honra nuestra nación».

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