Publicado el 2010-02-17 In Temas - Opiniones

Llamados a ser coautores de la vida

Called to become co-authors of lifeSarah-Leah Pimentel. Cuando éramos niños, nuestros maestros de catecismo nos enseñaban a renunciar a algo en Cuaresma como una manera de recordar a cuánto renunció Jesús por nosotros muriendo en la cruz. Este es un buen hábito de Cuaresma que la mayoría de nosotros ha conservado en la edad adulta porque nos permite practicar la autodisciplina. ¿Pero qué tan frecuentemente durante la Cuaresma consideramos el milagro de de la nueva vida que recibimos a través del sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús? Más precisamente ¿cuándo fue la última vez que reflexionamos sobre el milagro de la nueva vida que Dios comparte con nosotros?


Foto: Pixelio/Ingo HeermeierDios es el autor de todos los aspectos de la vida que vemos alrededor de nosotros. El Creador ha querido que todo exista – el glorioso espectáculo de color en cada amanecer, la asombrosa majestad de una cumbre montañosa perfectamente esculpida o la maravilla del primer aliento de un bebé. Todos estos son pequeños signos del poder creativo de Dios que se renueva cada día.

Él quiere que todos seamos partícipes de su poder creativo

Pero Dios nunca quiso que ese don creativo fuera sólo para él – Él quiere que todos lo compartamos. Esta es la razón por la que Dios nos regala la capacidad de crear nueva vida. Tal vez nadie experimenta este don más personalmente que la madre embarazada mientras siente a su hijo crecer dentro de su vientre, esperando ansiosa y emocionadamente el día en que dará a luz para finalmente conocer a este milagro de vida nueva. Hay que imaginar entonces la alegría de Dios cada vez que una nueva vida entra a este mundo, especialmente el nacimiento de un ser humano.

Sin embargo, no podemos crear nada duradero si está divorciado del espíritu creador de Dios. Participamos en el acto de la creación a través de la unidad con Dios. Él no puede crear vida humana sin nuestra participación voluntaria, y mientras que nosotros, como seres humanos, podemos crear vida sin reconocer el involucramiento de Dios, la ciencia todavía no puede crear una vida humana perfecta fuera del vientre materno. Cuando pensamos en todo lo que puede salir mal en un embarazo (como ocurre ocasionalmente), no podemos menos que reconocer que dar a luz a un bebé perfecto es un milagro sobre el que no tenemos control.

Promoviendo el milagro de la creación

¿Cómo, entonces, promovemos este milagro de creación y de nueva vida en nuestra existencia, en nuestras familias? A veces es difícil pensar en nuestras familias de esta manera, especialmente cuando sufrimos frecuentemente de la diaria batalla de voluntades entre sus miembros, numerosas dificultades que van desde la enfermedad a la inestabilidad financiera, al dolor que crece cuando nos desencantamos de los demás. Pero aun así Dios nos llama a cada uno a traer vida en nuestras familias. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que «llamados a dar vida, los esposos comparten el poder creativo de la paternidad de Dios» (2367). Permitir que la vida eche raíces en nuestras familias requiere que aceptemos el regalo de vida que Dios quiere compartir con nuestras familias. En particular yo quisiera enfocarme en una barrera silenciosa a la vida familiar moderna – los anticonceptivos.

Muchos de nosotros nos indignamos cuando el estado determinó que una de las maneras de controlar la propagación del virus del HIV/Sida en Sudáfrica era a través de la distribución gratuita de condones a nuestros jóvenes para asegurar que practiquen ‘sexo seguro.’ Algunos de nosotros ciertamente hubiéramos dicho que no hay tal cosa como ‘sexo seguro’ a menos de que ocurra dentro del contexto de un matrimonio leal y monógamo. Unos cuantos de nosotros incluso recordamos las enseñanzas de la Iglesia sobre la anticoncepción, que es ‘intrínsecamente mala’ (Catecismo de la Iglesia Católica, 2370) porque destruye la vida y amenaza a la vida familiar. Sin embargo, la anticoncepción es el método de planificación familiar más comúnmente usado en nuestras familias hoy.

Pero para mí, no es tanto cuestión de los medios de anticoncepción (condones, la píldora o los otros numerosos dispositivos usados para el control de la natalidad, que en algunos casos son abortivos y en otros casos evitan la concepción) sino la mentalidad anticonceptiva la que amenaza a nuestras familias.

Abriendo puertas

El Papa Juan Pablo II dijo que la «mentalidad anticonceptiva» (Evangelium Vitae, Cap. 1, 13) es el producto del egoísmo del hombre moderno. Es la mentalidad que lleva a las parejas casadas a decidir cuándo debería ocurrir la vida. Se dicen uno al otro: «Todavía no estamos listos para iniciar un familia. Queremos viajar, no estamos en una posición para hacerlo, estamos demasiado jóvenes, demasiado viejos, queremos avanzar primero en nuestras carreras para proveer todo lo que necesiten nuestros hijos.» La pobreza también puede ser un factor determinante. Las familias frecuentemente están de acuerdo en que «no podemos darnos el lujo de educar más de uno o dos hijos. No es correcto traer a otra boca hambrienta a esta familia.» No quiero sugerir, ni por un minuto, que estos no son argumentos válidos, pero ponen un límite al poder creativo de Dios. Donde las familias usan anticonceptivos, Dios no puede actuar.

Cuando decimos ‘no’ a compartir el regalo divino de la creación, estamos diciendo ‘no’ a compartir la vida con él, y si rechazamos la vida con él, evitamos que Dios entre por la puerta de nuestros hogares, familias y corazones. Si Dios no tiene un lugar en nuestros hogares, a los cuales también llamamos ‘iglesias domésticas,’ ¿cómo podemos decir honestamente que Dios tiene un lugar en nuestras iglesias, donde las ‘iglesias domésticas’ se reúnen en adoración? ¿Qué esperanza tenemos entonces de que Dios tendrá un lugar en nuestra sociedad, cuando le cerramos nuestros corazones a Él y a sus regalos?

En contraposición a esta mentalidad anticonceptiva que no promueve la vida o la vida con Dios, está lo que el fallecido Papa Juan Pablo II llamaba ‘una cultura de vida’ que promueve la vida en todas sus dimensiones. El Papa enfatizaba que «el rol de la familia en la construcción de una cultura de vida es decisiva e irremplazable» (Evangelium Vitae, Cap. IV, 92) porque «confrontará y resolverá los problemas inéditos actuales que afectan a la vida humana» y por mediante nuestro ejemplo contribuiremos a «un diálogo cultural serio y valeroso» (Evangelium Vitae, Cap. IV, 95) tanto entre cristianos como no-cristianos.

Al iniciar la Cuaresma

Tal vez en esta Cuaresma estemos llamados a examinar nuestras propias situaciones familiares y determinar cómo podemos promover la vida humana en todos sus aspectos con los medios a los que tenemos acceso. Podríamos sentarnos con nuestras familias y tener una conversación abierta y honesta acerca de la vida familiar y responder a la invitación de Dios para promover la vida de acuerdo a las circunstancias específicas de nuestras familias. Esto podría significar el uso de una planeación familiar natural (que la Iglesia permite y alienta) en vez del uso de anticonceptivos, ayudando a miembros de nuestra familia que puedan requerir apoyo para criar familias grandes o simplemente pasar más tiempo jugando con nuestros niños y mostrándoles cómo vencer a los retos de la vida y estar «totalmente vivos» (Juan 10:10).

Foto: Pixelio/Karl Strebl

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