Publicado el 2014-02-04 In Francisco - Mensaje

Siempre abiertos a la voz de Dios que habla, que abre, que conduce, que nos invita a ir hacia el horizonte

org. Todos los estamentos de la Iglesia, y otros muchos de fuera de ella, creyentes o no, han recibido las palabras claras y esperanzadoras, a la vez que motivadoras de Francisco, para asumir la responsabilidad que todos tenemos de construir un mundo de acuerdo al querer de Dios, en la fuerza del Espíritu y por la senda de Cristo. Cardenales y obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, novicios y seminaristas, familias, jóvenes y ancianos, comunidades e instituciones han recibido esta propuesta de salir “a la calle”, a llevar no una esperanza utópica, sino en hechos concretos, en proyectos evangelizadores de vida al hombre, esté este donde esté, y si es en la “periferia”, allí mismo, con todos los riesgos y peligros que conlleva. Prefiero una iglesia accidentada porque sale a servir, que enferma por ensimismamiento, nos repite constantemente. Testimonio de todo esto está en el apartado de Schoenstatt.org, donde se van seleccionando semana a semana, textos que nos impulsan en nuestra propia peregrinación hacia el Jubileo 2014. Sin duda, que siendo nosotros Iglesia, también estas palabras van dirigidas a nosotros. ¡Cómo se alegraría el Padre con este impulso misionero que se nos regala desde el corazón mismo de la Iglesia! (P. José María García)

SEMANA 6/2014

 

Es importante tener amigos en quien poder confiar. Pero es esencial tener confianza en el Señor, que nunca falla.

Ser iglesia no significa administrar, sino ir más allá, ser misionero, llevarle a la gente la luz de la fe y la alegría del Evangelio. No olvidemos que la fuerza impulsora detrás de nuestro compromiso como cristianos en el mundo, no es la idea filantrópica, la de un humanismo indeterminado, sino que es un don de Dios, es decir, el ser hijos de Dios, regalo que hemos recibido en el bautismo. Y este don es también un encargo. Los hijos de Dios no se esconden, llevan al mundo la alegría de ser hijos de Dios.

A los obispos de Austria

En nuestras ciudades y pueblos hay personas valientes y tímidos, hay misioneros y cristianos que duermen. Y hay muchos que están buscando, aunque no lo admitan. Cada uno es  llamado, cada uno es enviado. Ésto no quiere decir, que el lugar del llamado sea sólo el centro parroquial. No se puede decir que su momento justo sea el ameno encuentro parroquial. El llamado de Dios nos puede llegar de igual manera al encontrarnos en la cinta transportadora o en la oficina, en el supermercado o en la escalera, o sea, en los lugares de la vida cotidiana.

A los obispos de Austria

La fiesta de la Presentación de Jesús al Templo es llamada también la fiesta del encuentro: el encuentro entre Jesús y su pueblo; cuando María y José llevaron a su niño al Templo de Jerusalén, ocurrió el primer encuentro entre Jesús y su pueblo, representado por dos ancianos Simeón y Ana (…)Es un encuentro entre los jóvenes llenos de alegría en el observar la Ley del Señor y los ancianos llenos de alegría por la acción del Espíritu Santo. ¡Es un encuentro singular entre observancia y profecía, donde los jóvenes son los observantes y los ancianos son los proféticos! En realidad, si reflexionamos bien, la observancia de la Ley está animada por el mismo Espíritu, y la profecía se mueve en el camino trazado por la Ley. ¿Quién más que María está llena de Espíritu Santo? ¿Quién más que ella es dócil a su acción?  A la luz de esta escena evangélica miremos a la vida consagrada como a un encuentro con Cristo: es Él que viene a nosotros, traído por María y José, y somos nosotros los que vamos hacia Él, guiados por el Espíritu Santo. Pero al centro está Él. Él mueve todo, Él nos atrae al Templo, a la Iglesia, en donde podemos encontrarlo, reconocerlo, acogerlo, abrazarlo.

Santa Misa 2.2.

Y también en la vida consagrada se vive el encuentro entre los jóvenes y los ancianos, entre observancia y profecía. ¡No las veamos como dos realidades que se contraponen! Dejemos más bien que el Espíritu Santo anime a ambas, y la señal de esto es la alegría: la alegría de observar, de caminar en una regla de vida; y la alegría de estar guiados por el Espíritu, jamás rígidos, jamás cerrados, siempre abiertos a la voz de Dios que habla, que abre, que conduce, que nos invita a ir hacia el horizonte.

Santa Misa 2.2.

El cristiano no es un bautizado que recibe el bautismo y luego va adelante por su camino. El primer fruto del bautismo es hacerte pertenecer a la Iglesia, al pueblo de Dios. No se entiende a un cristiano sin Iglesia. Y por esto el gran Pablo VI decía que es una dicotomía absurda amar a Cristo sin la Iglesia; escuchar a Cristo pero no a la Iglesia: estar con Cristo al margen de la Iglesia. No se puede. Es una dicotomía absurda. Nosotros recibimos el mensaje evangélico en la Iglesia y hacemos nuestra santidad en la Iglesia, nuestro camino en la Iglesia. Lo demás es una fantasía o, como él decía, una dicotomía absurda.

Santa Marta 30.01.

El «sensus ecclesiae» es precisamente el sentir, pensar, querer, dentro de la Iglesia. Hay tres pilares de esta pertenencia, de este sentir de la Iglesia.  El primero es la humildad, en la conciencia de estar dentro de una comunidad como una gracia grande:  Una persona que no es humilde, no puede sentir con la Iglesia, sentirá lo que a ella le gusta, lo que a él le gusta. Y esta humildad que se ve en David. ‘¿Quién soy yo, Señor Dios, y qué cosa es mi casa?’ Con esa conciencia de que la historia de salvación no comenzó conmigo y no terminará cuando yo muera. No, es toda una historia de salvación: yo vengo, el Señor te toma, te hace ir adelante y después te llama y la historia continúa. La historia de la Iglesia comenzó antes de nosotros y seguirá después de nosotros. Humildad: somos una pequeña parte de un gran pueblo, que va por el camino del Señor».

El segundo pilar es la fidelidad, «que va unida a la obediencia». Fidelidad a la Iglesia, fidelidad a su enseñanza, fidelidad al Credo, fidelidad a la doctrina, mantener esta doctrina. Humildad y fidelidad. También Pablo VI nos recordaba que nosotros recibimos el mensaje del Evangelio como un don y debemos transmitirlo como un don, pero no como una cosa nuestra: es un don recibido que damos. Y en esta transmisión ser fieles. Porque nosotros hemos recibido y debemos dar un Evangelio que no es nuestro, que es de Jesús, y no debemos – decía él – convertirnos en propietarios del Evangelio, propietarios de la doctrina recibida, para utilizarla a nuestro gusto».

El tercer pilar es un servicio particular, ‘rezar por la Iglesia’. «¿Cómo va nuestra oración por la Iglesia? ¿Rezamos por la Iglesia? ¿En la misa todos los días, pero en nuestra casa, no? ¿Cuándo hacemos nuestras oraciones?». Rezar por toda la iglesia, en todas partes del mundo. Que el Señor nos ayude a ir por este camino para profundizar nuestra pertenencia a la Iglesia y nuestro sentir con la Iglesia”.

Santa Marta 30.01.

A nosotros nos es fácil entender la oración para pedir una cosa al Señor, también para agradecer al Señor. También entender la oración de adoración no es tan difícil. Pero la oración de alabanza la dejamos de lado, no nos viene espontáneamente. ‘Pero, Padre, ¡esto es para aquellos de la Renovación en el Espíritu, no para todos los cristianos!’. No, la oración de alabanza es una oración cristiana ¡para todos nosotros! En la Misa, todos los días, cuando cantamos el Santo… Esta es una oración de alabanza: alabamos a Dios por su grandeza, ¡porque es grande! Y le decimos cosas hermosas, porque nos gusta que sea así. ‘Pero, Padre, yo no soy capaz… Yo debo…’. Pero ¿eres capaz de gritar cuando tu equipo de fútbol hace un gol y no eres capaz de cantar las alabanzas al Señor? ¿De salir un poco de tu contención para cantar esto? ¡Alabar a Dios es totalmente gratuito! ¡No pedimos, no agradecemos: alabamos! Debemos rezar con todo el corazón. Es también un acto de justicia, ¡porque Él es grande! ¡Es nuestro Dios.  Una buena pregunta que podemos hacernos hoy: ‘¿Cómo está mi oración de alabanza? ¿Yo sé alabar al Señor? Sé alabar al Señor, o cuando rezo el Gloria o rezo el Santo lo hago sólo con la boca y no con todo el corazón?’ ¿Qué me dice aquí David, danzando? ¿Y Sara, bailando de alegría? Cuando David entra a la ciudad comienza otra cosa: ¡una fiesta! La alegría de la alabanza  nos lleva a la alegría de la fiesta. La fiesta de la familia.

Santa Marta, 29.01.2014

El objetivo de la peregrinación
es la renovación de la Alianza de Amor
en su fuerza plasmadora y misionera;
la que se manifestará -hacia dentro de Schoenstatt-,
en la renovación de la Familia
y -hacia fuera-, en la plasmación de una Cultura de Alianza.

Documento de Trabajo 2014


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Siempre abiertos a la voz de Dios que habla, que abre, que conduce, que nos invita a ir hacia el horizonte

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