Publicado el 2014-02-11 In Francisco - Mensaje

¡No tengáis miedo de la fragilidad!

org. Todos los estamentos de la Iglesia, y otros muchos de fuera de ella, creyentes o no, han recibido las palabras claras y esperanzadoras, a la vez que motivadoras de Francisco, para asumir la responsabilidad que todos tenemos de construir un mundo de acuerdo al querer de Dios, en la fuerza del Espíritu y por la senda de Cristo. Cardenales y obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, novicios y seminaristas, familias, jóvenes y ancianos, comunidades e instituciones han recibido esta propuesta de salir “a la calle”, a llevar no una esperanza utópica, sino en hechos concretos, en proyectos evangelizadores de vida al hombre, esté este donde esté, y si es en la “periferia”, allí mismo, con todos los riesgos y peligros que conlleva. Prefiero una iglesia accidentada porque sale a servir, que enferma por ensimismamiento, nos repite constantemente. Testimonio de todo esto está en el apartado de Schoenstatt.org, donde se van seleccionando semana a semana, textos que nos impulsan en nuestra propia peregrinación hacia el Jubileo 2014. Sin duda, que siendo nosotros Iglesia, también estas palabras van dirigidas a nosotros. ¡Cómo se alegraría el Padre con este impulso misionero que se nos regala desde el corazón mismo de la Iglesia! (P. José María García)

SEMANA 7/2014

 

Cuando nos inunda el amor de Dios, la vida adquiere otro sabor.

Tweet del 7.2.

En el Evangelio de este domingo, que viene inmediatamente después de las Bienaventuranzas, Jesús dice a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5, 13-14). Esto nos sorprende un poco, si pensamos en los que tenía delante Jesús cuando decía estas palabras. ¿Quiénes eran aquellos discípulos? Eran pescadores, gente sencilla… Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y su afirmación se entiende precisamente como consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir: si seréis pobres de espíritu, si seréis mansos, si seréis puros de corazón, si se seréis misericordiosos… ¡Vosotros seréis la sal de la tierra y la luz del mundo!

Angelus 9.2.2014

Para comprender mejor estas imágenes, tengamos en cuenta que la ley judía prescribía poner un poco de sal sobre cada oferta presentada a Dios, como un signo de alianza. La luz, entonces, para Israel era el símbolo de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo. Los cristianos, el nuevo Israel, reciben, entonces, una misión para con todos los hombres: con la fe y la caridad pueden orientar, consagrar, hacer fecunda la humanidad. Todos los bautizados somos discípulos misioneros y estamos llamados a convertirnos en un Evangelio vivo en el mundo: con una vida santa daremos «sabor» a los diferentes ambientes y los defenderemos de la corrupción, como hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo a través del testimonio de una caridad genuina. Pero si los cristianos perdemos sabor y apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perdemos la efectividad.

Angelus 9.2.2014

¡Pero que hermosa es esta misión de dar luz al mundo! Pero es una misión que nosotros tenemos. Es hermosa… También es hermoso conservar la luz que hemos recibido de Jesús. Custodiarla, conservarla. El cristiano tendría que ser una persona luminosa, que lleva luz, siempre da luz, una luz que no es suya, sino que es un regalo de Dios, un regalo de Jesús. Y nosotros llevamos esta luz adelante. Si el cristiano apaga esta luz, su vida no tiene sentido. Es un cristiano solo de nombre, que no lleva la luz. Una vida sin sentido. Pero yo quisiera preguntaros ahora: ¿Cómo queréis vivir vosotros? ¿Como una lámpara encendida o como una lámpara apagada? ¿Encendida o apagada? ¿Cómo queréis vivir? Pero no se escucha bien aquí. ¡Lámpara encendida!, ¿eh? Y es precisamente Dios el que nos da esta luz y nosotros se la damos a los demás. ¡Lámpara encendida! Esta es la vocación cristiana.

Angelus 9.2.2014

El  11 de febrero, celebraremos la memoria de la Bienaventurada Virgen de Lourdes, y viviremos la Jornada Mundial del Enfermo. Es la ocasión propicia para poner en el centro de la comunidad a las personas enfermas, orar por ellas y con ellas, estar junto a ellas. El mensaje para este jornada está inspirado en una expresión de san Juan: fe y caridad. También nosotros «debemos dar nuestras vidas por los hermanos» (1 Jn 3, 16). En particular, podemos imitar la actitud de Jesús hacia los enfermos, enfermos de todo tipo. El Señor cuida de todos, comparte su sufrimiento y abre el corazón a la esperanza.

Angelus 9.2.

La dignidad de la persona no se reduce jamás a sus facultades o capacidades, y no es menor cuando la persona es débil, invalida y necesitada de ayuda. También pienso en las familias, donde es normal que cuiden de aquellos que están enfermos. Pero a veces las situaciones pueden ser más pesadas. Muchos me escriben y hoy me gustaría asegurar una oración para todas estas familias, y les digo: ¡No tengáis miedo de la fragilidad! ¡No tengáis miedo de la fragilidad! Ayudaros los unos a los otros con amor y sentiréis la presencia consoladora de Dios. El comportamiento generoso y cristiano hacia los enfermos es la sal de la tierra y la luz del mundo. Que la Virgen María nos ayude a practicarlo, y obtenga paz y consuelo por todos los que sufren.

Angelus 9.2.2014

Cuando nosotros celebramos la Misa, no hacemos una representación de la Última Cena: no, no es una representación. Es otra cosa: es justamente la Última Cena. Es justamente vivir de nuevo la Pasión y la muerte redentora del Señor. Es una teofanía: el Señor se hace presente sobre el altar para ser ofrecido al Padre para la salvación del mundo. Nosotros escuchamos o decimos: ‘Pero, yo no puedo, ahora, debo ir a la Misa, debo ir a escuchar Misa’. La Misa no se ‘escucha’, se participa, y se participa en esta teofanía, en este misterio de la presencia del Señor entre nosotros”.  El pesebre, el Vía Crucis, son representaciones, la Misa, en cambio, es una conmemoración real, o sea es una teofanía: Dios se acerca y está con nosotros, y nosotros participamos del misterio de la Redención”. Lamentablemente –subrayó – tantas veces en la Misa miramos el reloj, “contamos los minutos”: “no es precisamente la actitud que nos pide la liturgia: la liturgia es tiempo de Dios y espacio de Dios, y nosotros debemos entrar allí, en el tiempo de Dios, en el espacio de Dios y no mirar el reloj.

Santa Marta, 10.2.

Dios también llora: su llanto es como aquel de un padre que ama a los hijos y jamás los reniega incluso si son rebeldes, sino que los espera siempre… En los momentos difíciles el Padre responde. Recordamos a Isaac, cuando va con Abraham a hacer el sacrificio: Isaac no era tonto, se dio cuenta que llevaban leña, el fuego, pero no la oveja para el sacrificio. ¡Tenía temor en el corazón! ¿Y qué cosa dice? ‘¡Padre!’. Y de inmediato: ‘¡Aquí estoy hijo!’”. El Padre responde. Así, Jesús, en el Huerto de los Olivos, dice “con aquella angustia en el corazón: ‘Padre, si es posible, ¡aparta de mí este cáliz!’. Y los ángeles vinieron a darle fuerza. Así es nuestro Dios: ¡es Padre! ¡Es un Padre!. Un Padre como aquel que espera al hijo prodigo que se ha ido con todo el dinero, con toda la herencia. Pero el padre lo esperaba todos los días y lo vio desde lejos. Ese es nuestro Dios!  y nuestra paternidad – aquella de los padres de familia así como la paternidad espiritual de obispos y sacerdotes – debe ser como ésta. El Padre tiene como una unción que viene del hijo: ¡no entenderse a sí mismo sin el hijo! Y por esto tiene necesidad del hijo: lo espera, lo ama, lo busca, lo perdona, lo quiere cercano a sí, tan cercano como la gallina quiere a sus pollitos … ¡Es una gracia! Poder decir a Dios ‘¡Padre!’ con el corazón es una gracia del Espíritu Santo. ¡Pedirla a Él!

Santa Marta 4.2.

Juan era  el hombre  que  Dios había enviado para preparar el camino a su Hijo. Y Juan termina mal su vida, en la corte de Herodes que se encontraba en un banquete. Cuando existe la corte es posible todo: la corrupción, los vicios, los crímenes. Las cortes favorecen estas cosas. ¿Qué cosa hizo Juan? Ante todo anunció al Señor. Anunció que el Salvador estaba cerca, el Señor, que el Reino de Dios estaba cerca y lo había hecho con fuerza. Y bautizaba. Exhortaba a todos a convertirse. Era un hombre fuerte. Y anunciaba a Jesucristo. 

La primera gran cosa que hizo Juan fue anunciar a Jesucristo . Otra cosa que hizo fue que ¡no se adueñó de su autoridad moral.  Se le dio la posibilidad de decir ‘Yo soy el Mesías’, porque tenía mucha autoridad moral, toda la gente iba a él. Y el Evangelio narra que Juan instaba a todos a convertirse. Y los fariseos, los doctores veían esta fuerza suya: Era un hombre recto. Le preguntan entonces si es él el Mesías. Y, en aquel momento de la tentación, de la vanidad podía hacer una cara de estampita y decir: No lo sé… con una falsa humildad. En cambio fue claro: ¡No! ¡Yo no lo soy! Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias”. Juan  fue claro, no robó el título. No se adueñó de la misión. Esta, entonces, es la segunda cosa que lo ha hecho un hombre de verdad: No robar la dignidad. La tercera cosa que hizo Juan, es imitar a Cristo. Juan imitó a Jesús sobre todo en el camino del abajarse: Juan se humilló, se abajó hasta el fin, hasta la muerte.
Muertes humillantes. También Juan tuvo su ‘huerto de los olivos’, angustia en la cárcel, cuando creía haberse equivocado, y manda a sus discípulos preguntar a Jesús: ‘Dime, eres tú o me he equivocado y hay otro?’ La oscuridad del alma, aquella oscuridad que purifica como Jesús en el huerto de los olivos. Y Jesús respondió a Juan como el Padre respondió a Jesús, consolando. Aquella oscuridad del hombre de Dios, de la mujer de Dios. Pienso en este momento en la oscuridad del alma de la Beata Teresa de Calcuta, ¿no? Ah, la mujer a la que alababa todo el mundo, ¡Premio Nobel! Pero ella sabía que en un momento de su vida, largo, había solamente la oscuridad”.

Santa Marta, 7.2.2014

Anunciador de Jesucristo, Juan no se adueñó de la profecía, él es el ícono de un discípulo. ¿Dónde estaba la fuente de esta actitud de discípulo?. En un encuentro. El Evangelio nos habla del encuentro de María e Isabel, cuando Juan saltó de alegría en el vientre de Isabel. Eran primos. Quizás – dijo – después se encontraron algunas veces. Y aquel encuentro llenó de alegría, de mucha alegría el corazón de Juan, y lo transformó en discípulo. Juan es el hombre que anuncia a Jesucristo, que no se pone en el lugar de Jesucristo y que sigue el camino de Jesucristo.  Hoy nos hará bien, a nosotros, preguntarnos sobre nuestro discipulado: ¿anunciamos a Jesucristo? ¿Aprovechamos o no aprovechamos de nuestra condición de cristianos como si fuese un privilegio? ¿Juan no se adueñó de la profecía? Tercero: ¿vamos por el camino de Jesucristo? ¿El camino de la humillación, de la humildad, del abajamiento por el servicio? Y si sentimos que no somos firmes en esto, preguntarnos: ‘¿Cuando fue mi encuentro con Jesucristo, aquel encuentro que me llenó de alegría?’. Y regresar al encuentro, regresar a la primera Galilea del encuentro. ¡Todos nosotros tenemos una! ¡Regresar allí! Reencontrarse con el Señor, ir adelante en este camino tan hermoso, en la cual Él debe crecer y nosotros abajarnos.

Santa Marta, 7.2.2014

Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2014: Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicado el In Francisco - Mensaje

¡No tengáis miedo de la fragilidad!

org. Todos los estamentos de la Iglesia, y otros muchos de fuera de ella, creyentes o no, han recibido las palabras claras y esperanzadoras, a la vez que motivadoras de Francisco, para asumir la responsabilidad que todos tenemos de construir un mundo de acuerdo al querer de Dios, en la fuerza del Espíritu y por la senda de Cristo. Cardenales y obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, novicios y seminaristas, familias, jóvenes y ancianos, comunidades e instituciones han recibido esta propuesta de salir “a la calle”, a llevar no una esperanza utópica, sino en hechos concretos, en proyectos evangelizadores de vida al hombre, esté este donde esté, y si es en la “periferia”, allí mismo, con todos los riesgos y peligros que conlleva. Prefiero una iglesia accidentada porque sale a servir, que enferma por ensimismamiento, nos repite constantemente. Testimonio de todo esto está en el apartado de Schoenstatt.org, donde se van seleccionando semana a semana, textos que nos impulsan en nuestra propia peregrinación hacia el Jubileo 2014. Sin duda, que siendo nosotros Iglesia, también estas palabras van dirigidas a nosotros. ¡Cómo se alegraría el Padre con este impulso misionero que se nos regala desde el corazón mismo de la Iglesia! (P. José María García)

(más…)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *