Misiones Saladillo

Publicado el 2023-02-19 In Francisco - Mensaje, Iglesia - Francisco - Movimientos

El primer apostolado… ¿es estar o ir?

FRANCISCO SOBRE EL APOSTOLADO •

Después de su viaje apostólico a la República Democrática del Congo y a Sudán del Sur, el Papa Francisco siguió con la serie de catequesis sobre el tema tan schoenstattiano: “Pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente”. Este 15 de febrero, nos motivó a mirar a los primeros en hacer apostolado, los apóstoles mismos, llamando la atención sobre un aspecto que parece contradictorio y que, en verdad, desafía a todos los cristianos de todos los tiempos: el desafío de estar o ir. —

“Hay un aspecto que parece contradictorio: los llama para que estén con Él y para que vayan a predicar. Se podría decir: o una cosa o la otra, o estar o ir. En cambio, no: para Jesús no hay ir sin estar y no hay estar sin ir”.

En verdad, “estar o ir” son los dos polos de la vocación de los que quieren seguir a las huellas de Jesús, pues son los dos polos del mismo Señor: estar con el Padre y en el Padre, e ir desde la gloria y la alegría del estar en y con el Padre hacia las periferias, hacia los hombres, para anunciarles y mostrarles el camino hacia el Padre, la alianza con él.

En la historia de la Iglesia, y de cada cristiano, se trata siempre de vivir estos dos polos en una unidad de tensión creativa; sin embargo, en el gran abanico de opciones vocacionales, surgieron propuestas de vida en la iglesia que se concentran en vivir fecundamente uno u otro polo, desde las vocaciones al claustro, soledad y oración (como Carmelitas o Cartujos) hasta las de misión y apostolado (como Schoenstatt) – sin olvidarse de la complementación por el otro polo.

“Notamos que en el Evangelio el Señor envía a los discípulos antes de haber completado su preparación: pocos después de haberlos llamado, ¡ya les envía! Esto significa que la experiencia de la misión forma parte de la formación cristiana. Recordemos entonces estos dos momentos constitutivos para todo discípulo: estar con Jesús e ir, enviados por Jesús”.

Nos hace recordar a los primeros apóstoles de Schoenstatt, aquellos jóvenes que comenzaron su “estar” en la “capilla de gracias”, “en alianza con su Madre celestial” y “en autoeducación” desde el 18 de octubre de 1914… y que fueron llamados a ir a las trincheras de la Primera Guerra Mundial desde 1916, para nada más y nada menos que fundar allí, en la realidad más dura, el Movimiento de Schoenstatt. Apenas dos años de “estar”, de preparación, de formación. Un año menos que aquellos primeros apóstoles, que fundaron la Iglesia. Según Jesús, bastaban… pues se quedaron, misionando, con y en él.

Primer apostolado

El primer apostolado


Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente

4. El primer apostolado

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Seguimos con nuestras catequesis. El tema que hemos elegido es: “La pasión de evangelizar, el celo apostólico”. Porque evangelizar no es decir: “Mira, bla, bla, bla” y nada más; hay una pasión que te involucra completamente: la mente, el corazón, las manos, los pies… todo, toda la persona está involucrada con la proclamación del Evangelio, y por esto hablamos de pasión de evangelizar. Después de haber visto en Jesús el modelo y el maestro del anuncio, pasamos hoy a los primeros discípulos, lo que han hecho los discípulos. El Evangelio dice que Jesús «instituyó a Doce — que llamó apóstoles—, para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14), dos cosas: para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar. Hay un aspecto que parece contradictorio: los llama para que estén con Él y para que vayan a predicar. Se podría decir: o una cosa o la otra, o estar o ir. En cambio, no: para Jesús no hay ir sin estar y no hay estar sin ir. No es fácil entender esto, pero es así. Tratemos de entender un poco cuál es el sentido con el que Jesús dice estas cosas.

En primer lugar, no hay ir sin estar: antes de enviar a los discípulos en misión, Cristo —dice el Evangelio— los “llamó” (cfr. Mt 10,1). El anuncio nace del encuentro con el Señor; toda actividad cristiana, sobre todo la misión, empieza ahí. No se aprende en una academia: ¡no! Empieza por el encuentro con el Señor. Testimoniarlo, de hecho, significa irradiarlo; pero, si no recibimos su luz, estaremos apagados; si no lo frecuentamos, llevaremos nosotros mismos a los demás en vez de a él —me llevo a mí y no a Él—, y todo será en vano. Por tanto, puede llevar el Evangelio de Jesús solo la persona que está con Él. Alguien que no está con Él no puede llevar el Evangelio. Llevará ideas, pero no el Evangelio. Igualmente, sin embargo, no hay estar sin ir. De hecho, seguir a Cristo no es un hecho intimista: sin anuncio, sin servicio, sin misión la relación con Jesús no crece. Notamos que en el Evangelio el Señor envía a los discípulos antes de haber completado su preparación: pocos después de haberlos llamado, ¡ya les envía! Esto significa que la experiencia de la misión forma parte de la formación cristiana. Recordemos entonces estos dos momentos constitutivos para todo discípulo: estar con Jesús e ir, enviados por Jesús.

Tras llamar a los discípulos y antes de enviarlos, Cristo les dirige un discurso, conocido como “discurso misionero” —así se llama en el Evangelio. Se encuentra en el capítulo 10 del Evangelio de Mateo y es como la “constitución” del anuncio. De este discurso, que os aconsejo leer hoy — solamente es una página del Evangelio—, extraigo tres aspectos: por qué anunciar, qué anunciar y cómo anunciar.

Por qué anunciar. La motivación está en cinco palabras de Jesús que nos hará bien recordar: «Gratis lo recibisteis; dadlo gratis» (v. 8). Son cinco palabras. ¿Pero por qué anunciar? Porque gratuitamente yo he recibido y debo dar gratuitamente. El anuncio no parte de nosotros, sino de la belleza de lo que hemos recibido gratis, sin mérito: encontrar a Jesús, conocerlo, descubrir que somos amados y salvados. Es un don tan grande que no podemos guardarlo para nosotros, sentimos la necesidad de difundirlo; pero con el mismo estilo, es decir con gratuidad. En otras palabras: tenemos un don, por eso estamos llamados a hacernos don; hemos recibido un don y nuestra vocación es hacernos nosotros don para los otros; está en nosotros la alegría de ser hijos de Dios, ¡debe ser compartida con los hermanos y las hermanas que todavía no lo saben! Este es el porqué del anuncio. Ir y llevar la alegría de lo que nosotros hemos recibido.

Segundo: ¿qué anunciar? Jesús dice: «Id proclamando que el Reino de los cielos está cerca» (v. 7). Esto es lo que hay que decir, ante todo y siempre: Dios está cerca. Pero, nunca olvidemos esto: Dios siempre está cerca del pueblo, Él mismo lo dijo al pueblo. Dijo así: “Mirad, ¿qué Dios está cerca de las Naciones como yo estoy cerca de vosotros?”. La cercanía es una de las cosas más importantes de Dios. Son tres cosas importantes: cercanía, misericordia y ternura. No olvidar esto. ¿Quién es Dios? El Cercano, el Tierno, el Misericordioso. Esta es la realidad de Dios. Nosotros, predicando, a menudo invitamos a la gente a hacer algo, y esto está bien; pero no nos olvidemos que el mensaje principal es que Él está cerca: cercanía, misericordia y ternura. Acoger el amor de Dios es más difícil porque nosotros queremos estar siempre en el centro, nosotros queremos ser protagonistas, estamos más inclinados a hacer que a dejarnos moldear, a hablar más que a escuchar. Pero, si ponemos en primer lugar lo que hacemos, los protagonistas seguiremos siendo nosotros. En cambio, el anuncio debe dar el primado a Dios: dar el primado a Dios, en el primer lugar Dios, y dar a los otros la oportunidad de acogerlo, de darse cuenta que Él está cerca. Y yo, detrás.

Tercer punto: cómo anunciar. Es el aspecto sobre el cuál Jesús se explaya más: cómo anunciar, cuál es el método, cuál debe ser el lenguaje para anunciar. Es significativo: nos dice que la forma, el estilo es esencial en el testimonio. El testimonio no involucra solamente la mente y decir alguna cosa, los conceptos: no. Involucra todo, mente, corazón, manos, todo, los tres lenguajes de la persona: el lenguaje del pensamiento, el lenguaje del afecto y el lenguaje de la acción. Los tres lenguajes. No se puede evangelizar solamente con la mente o solamente con el corazón o solamente con las manos. Todo se involucra. Y, en el estilo, lo importante es el testimonio, cómo nos quiere Jesús. Dice así: «Yo os envío como ovejas en medio de lobos» (v. 16). No nos pide que sepamos afrontar a los lobos, es decir, que seamos capaces de argumentar, contraatacar y defendernos: no. Nosotros pensaríamos así: llegamos a ser relevantes, numerosos, prestigiosos y el mundo nos escuchará y nos respetará y ganaremos a los lobos: no, no es así. No, os mando como ovejas, como corderos, esto es lo importante. Si tú no quieres ser oveja, el Señor no te defenderá de los lobos. Arréglatelas como puedas. Pero si tú eres oveja, está seguro que el Señor te defenderá de los lobos. Ser humildes. Nos pide que seamos así, mansos y con las ganas de ser inocentes, estar dispuestos al sacrificio; de hecho, el cordero representa esto: mansedumbre, inocencia, entrega, ternura. Y Él, el Pastor, reconocerá a sus corderos y les protegerá de los lobos. En cambio, los corderos disfrazados de lobos son desenmascarados y devorados. Escribía un Padre de la Iglesia: «Porque mientras somos ovejas, vencemos; aun cuando nos rodeen por todas partes manadas de lobos, los superamos y dominamos. Pero si nos hacemos lobos, quedamos derrotados, pues nos falta al punto mismo la ayuda del pastor. Como quiera que Él apacienta ovejas y no lobos» (S. juan Crisóstomo, Homilía 33 sobre el Evangelio de Mateo). Si yo quiero ser del Señor, debo dejar que Él sea mi pastor y Él no es pastor de lobos, es pastor de corderos, mansos, humildes, agradables con el Señor.

También sobre el cómo anunciar, llama la atención que Jesús, en vez de prescribir qué llevar durante la misión, dice qué no llevar. A veces, uno ve algún apóstol, alguna persona que se muda, algún cristiano que dice que es apóstol y ha dado la vida al Señor, y se lleva muchas maletas: pero esto no es del Señor, el Señor te hace ligero de equipaje y dice qué no llevar: «No os procuréis oro, ni plata, ni cobre en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón» (vv. 9-10). No llevar nada. Dice que no nos apoyemos en las certezas materiales, ir al mundo sin mundanidad. Esto es lo que hay que decir: yo voy al mundo no con el estilo del mundo, no con los valores del mundo, no con la mundanidad —que para la Iglesia, caer en la mundanidad es lo peor que puede suceder—. Voy con sencillez. Así se anuncia: mostrando a Jesús más que hablando de Jesús. ¿Y cómo mostramos a Jesús? Con nuestro testimonio. Y finalmente, yendo juntos, en comunidad: el Señor envía a todos los discípulos, pero nadie va solo. La Iglesia apostólica es enteramente misionera y en la misión encuentra su unidad. Por tanto: id mansos y buenos como corderos, sin mundanidad, e ir juntos. Aquí está la clave del anuncio, esta es la clave del éxito de la evangelización. Acojamos estas invitaciones de Jesús, que sus palabras sean nuestro punto de referencia.

 

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