PARAGUAY, Horacio Chávez Tottil •
Es tradicional la visita de la Patrona del Paraguay a la tierra de Schoenstatt en Tupãrendá, que se convierte, realmente, en un Jardín de María con dos Flores tan celestiales: una imagen que cautiva, enamora y abraza, y la otra advocación, una imagen en tres dimensiones tan finamente ornamentada para recibir a sus hijos queridos.
A las nueve de la mañana, en el acceso se escuchan las bombas y la música de la banda que acompaña a los cientos de peregrinos que cargan a la Virgencita de Caacupé. Su presencia impacta a todos a tal punto, que se hace imposible contener las lágrimas, por el amor que todos los paraguayos le tienen y por ver a tantos fieles, la gran mayoría con el rostro sufrido, pero reconfortados a la vez por acompañarla en esta visita.
Esperando ansiosamente al momento del encuentro
Todo se desarrolla en el marco de lo planificado. La Santa Misa la preside el Padre Pedro Kühlcke, con la Iglesia Santa María de la Trinidad, llena de fieles de varias ciudades, que acudieron para presenciar este encuentro tan especial y cercano. Los peregrinos estaban ya tan ansiosos por tocar el cristal que contenía la imagen de la Virgen de Caacupé, que los guardianes y acólitos repetían: «En el Santuario la van a tener más cerca, aguarden por favor». Era tan fuerte la necesidad de sentirla, de rogarle que intercediera por algún pedido, de agradecerle por aquello que, a diario, regala con obsequio precioso a cada uno que tenga la fe puesta en ella.
Así se dio, al culminar la Misa, todos peregrinaron con cánticos y júbilo hasta el Santuario y allí se encontraron las dos advocaciones. Entonces pensé: una paraguaya y la otra… alemana o en verdad italiana, o sinceramente internacional… Mi conclusión fue: Ella es la Reina del universo, no tiene nacionalidad, solo un Amor tan grande que regalar a todos.
