Publicado el 2016-11-10 In Schoenstatt en salida

Unos curas “locos” por María en un encuentro que aún no termina…

ITALIA,  P. Rolando G. Montes de Oca Valero •

Ser misionero de la Mater Peregrina supone dejarla a Ella elegir los métodos. Yo esperaba que mi hermano Marwan –sacerdote de rito maronita con quien comparto en la Universidad- me devolviese la imagen con más “solemnidad”. Ella lo había visitado la semana anterior, lo había acompañado en un momento importante y él agradecido, estaba dispuesto a “devolverle la visita”. Cuando sacó de su mochila de libros la Peregrina y la puso en mis manos con un “Muchas gracias”, quedé sorprendido, preguntándome mientras disimulaba mi perplejidad: ¿Cómo alguien de rito oriental no escoge un escenario más sacro?

Ofrecerles algo mejor que una conferencia: una experiencia

La respuesta me vino de la Mater misma cuando el P. Gintaras, sacerdote lituano compañero de estudios la reconoció con alegría y me dijo ¡Schoenstatt! Sí, lo he conocido en Suiza, hermoso… el polaco P. Grzegorz, preguntó y eso ¿qué es?.. -“Eeeh, un movimiento apostólico mariano, una familia espiritual de la Iglesia, hacemos una alianza de amor con la Virgen… eeeh”, traté de improvisar una respuesta en los dos minutos que restaban hasta que comenzara el profesor, pero me quedé convencido de que faltaba demasiado por decir…

Fue en el siguiente break de clases donde se empezó a cocinar un plan para que la Mater misma ofreciera algo mejor que una conferencia: una experiencia.

Así, poco a poco, se unieron el brasileño P. Rodrigo, el filipino P. Nathaniel y el colombiano P. Edgar Darío. Luego, el P. Gintaras preguntó si podrían venir otros dos lituanos: el diácono (en tránsito) Elías y el P. Andrés. Todo el plan asumió el nombre y el desafío de ser una “mañana mariana”.

Ella incluso organizó el viaje en coche

Aún quedaba otra dificultad: el acceso sin auto al Santuario Cor Ecclesiae es muy difícil y hasta un poco peligroso porque la vía no tiene aceras, es estrecha y el tráfico abundante y acelerado. Así que volví con mis deficientes planes y, mientras le contaba al P. Eduardo, del Colegio Español, lo que preparábamos, le comenté: “Estoy pensando que lo mejor sería tomarnos un taxi y… -No, -me interrumpió- si quieres los llevo en mi coche». Él también estaba en los planes de “La Misionera”.

Entre estudiantes de Comunicación de la “Universidad della Santa Croce” y amigos fuimos diez quienes en la mañana del 5 de noviembre partimos hacia el hogar donde nos esperaba la Mater. El impacto estético fue notable, “¡Qué lugar hermoso!..” y así también el asombro frente a la pequeñez material del Santuario.  Antes de entrar al Santuario, nos reunimos en un salón que nos prepararon las Hermanas de María, para compartir un poco sobre qué es Schoenstatt, qué sentido tiene “otro santuario” y preparar el espíritu para el encuentro.

Lo que nos une es el Rosario

Volví a revivir mis primeros pasos cuando escuchaba, de boca de mis hermanos, las mismas preguntas que un día hice yo. Aclaradas las dudas pasamos al Santuario, y nos regalamos unos 15 minutos de coloquio personal con la Madre y luego comenzamos a sacar nuestros rosarios.

La meditación de cada misterio estuvo presidida por un canto mariano propio de los pueblos por nosotros representados. Aunque no se entendieran las letras, el amor a María y la acogida que la Madre daba a la devoción de sus  pueblos se expresaron en una atmósfera preñada de la belleza de Dios, que movió las razones del corazón.

Luego, tomando conciencia de que éramos diez, rezamos cada uno el Ave María siempre empezando en nuestra lengua originaria y concluyéndola todos en italiano. Al final ofrecimos el capital de gracias que durante la semana habíamos preparado y cerramos este momento de gracias con la oración de consagración.

Una comunidad sacerdotal reunida en torno a la Madre

Viendo que nos quedaba algún tiempo, nos sentamos a compartir la experiencia de lo que en nuestras vidas había obrado la Madre del Señor. ¡Cuánta riqueza y diversidad! A este momento se unió el P. Valentín, un uruguayo del Colegio Pío Latinoamericano, que hizo la alianza y peregrina todos los sábados al Santuario. Una comunidad sacerdotal reunida en torno a la Madre, compartiendo la riqueza invaluable de la propia experiencia: Unos, como Isabel, llegamos a Jesús porque nos visitó María; otros como Juan, conocieron a María porque Jesús se la entregó y luego se la quedaron para siempre, pero todos reconocemos que no es posible, al día de hoy, seguir y serle fiel al Señor sin la mano amiga de nuestra Madre y Educadora.

Otra vez me equivoqué al pensar que nuestra “mañana mariana”  había terminado con la pizza y el espacio de fraternidad, alegría y risas que se sucedió. Pero no, un rato después de la despedida, el P. Rodrigo me manda un Whatsapp: “Gracias por hoy, mi corazón está lleno de la presencia de María…”, el P. Grzegorz dice en otro mensaje “Gracias… qué buena idea ha sido este encuentro…”. Nathaniel y Gíntaras me ven dos días después en la Universidad y agradecen, mientras algún otro sugiere: se debería repetir… Creo que no, que nuestra “mañana mariana” aún no ha terminado, la dejo a Ella que diga la última palabra.

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