Publicado el 2013-03-16 In Vida en alianza

Vinieron a buscarme al fin del mundo – La Roma del Papa, un hombre valiente y fiel

ROMA, Pamela Fabiano/Federico Bauml. Son pasadas las 19:00 hs., precisamente las 19:06. Las miradas del mundo están concentradas en la chimenea de la Capilla Sixtina. Los estados de ánimo se entrelazan y sobreponen: “es demasiado pronto, cinco escrutinios son muy pocos”; “Según yo,  en cambio, están bien”. Y luego, de pronto, el mundo que espera ansiosamente tiene su respuesta; un eco se esparce por las calles de Roma y en todo el mundo: “es blanca”. Si, es blanca, no hay duda.

 

Estábamos en el auto, embotellados en el tránsito habitual de una Roma caótica y alocada por un poco de lluvia. Una tarde diferente a todas las otras para nosotros, los romanos. Se sabe que cuando hay conclave la ciudad se paraliza, queda detenida. En espera… Estábamos en el auto, yendo a nuestro Santuario de Vía Aurelia al encuentro habitual de los miércoles, un encuentro especial porque debíamos comenzar el curso de Alianza para algunos amigos que quieren hacer Alianza con la Mater. Apenas la radio anunció el humo blanco, no vacilamos: en diez minutos estábamos todos en la Plaza de San Pedro.

La espera, dije. Quizá debería escribir la Espera, con E mayúscula, porque cuando se espera la elección de un Papa, nunca es una espera normal, y quien vive en Roma lo sabe.

Cada vez que se está por elegir un pontífice es todo el mundo que espera. Todos esperan, unos ansiosos, otros solo curiosos, por saber quien será el nuevo Papa. ¡Cómo quisiéramos explicar ese crescendo que en Roma lleva de la curiosidad inicial a la atención, a la tensión!

Porque lo hemos percibido en la calle, en el bar, en el trabajo en los días pasados: la Espera del nuevo obispo de nuestra ciudad, del nuevo jefe de la Iglesia universal. Más o menos conscientemente todos creen que la llegada del nuevo Papa, encarnado en un hombre y un rostro, cambia algo en el mundo real, pero en Roma es mucho mas que eso.

Para esta elección, pues, la atención del mundo fue más explícita, más inquieta: se percibía en seguida el ansia del creyente y la esperanza del no creyente. No se escogía un nuevo Papa que sucede a uno difunto. El trono de Pedro, de hecho, estaba vacante, no por ley de la naturaleza, sino por decisión y sacrificio de un hombre.

Los ojos del mundo apuntan a Roma. La Espera de la alta decisión, de la decisión valiente, de la decisión necesaria para dar esperanza y respiro a los cristianos y hombres de buena voluntad que, angustiados por los hechos, esperan una elección que, con la potencia de un rayo, interrumpa la linealidad de nuestra vida y nos interrogue sobre el cambio.

PLAZA DE SAN PEDRO

La Plaza de San Pedro era un océano de fieles, todos con la mirada vuelta hacia lo alto, hacia esa ventana que sería abierta en breve.

De repente, tras la cortina de la ventana, aparecen sombras; ¡aquí estamos!

El Cardenal Archidiácono Jean-Louis Tauran sale al balcón de la Basílica central y pronuncia ese nombre – con toda la fuerza del testimonio y la fatiga de la enfermedad: “Annuntio Vobis, gaudium magnum, habemus Papam!”. El argentino, de padres piamonteses, Jorge Mario Bergoglio, de ahora en adelante, será para el mundo entero el Papa Francisco.

Los primeros momentos son de incredulidad: un nombre, un rostro que los periodistas “sabelotodo” nunca habían siquiera nombrado en estos últimos días y en quien ni siquiera habían pensado (¡el Cardenal Bergoglio fue uno de los papábiles en el 2005… no podía serlo ahora!).

Sin embargo, después la alegría se hizo incontenible: «Hermanos y hermanas, buenas noches«, son las primeras palabras del Papa Francisco, quien bromeó sobre su elección: «Sepan que el deber del cónclave era dar un obispo a Roma y parece que mis hermanos cardenales fueron a buscarlo al fin del mundo … […] Comenzamos un camino de fraternidad, amor y confianza entre nosotros. Oremos unos por otros, por todo el mundo, para haya una gran hermandad. Espero que este camino de la Iglesia, que ahora comenzamos sea fructífero para la evangelización de esta hermosa ciudad».

El primer pensamiento del nuevo Papa se dirigió a nuestro Papa emérito. Benedicto XVI, “para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie”. Y luego es el turno de un “favor” que el nuevo pontífice pide a Sus fieles: “y ahora, recen por mi”.

Sobre la plaza desciende un silencio completo y profundamente grande: allí, de inmediato, delante del mundo, delante de Dios y en medio de nosotros, el Papa nos hizo rezar. ¡He aquí el primer paso de la evangelización! He aquí el testimonio vivo del coraje de la fe.

“¡FRANCISCO! VE, REPARA MI CASA”

Francisco, un nombre simple, una elección valiente. Simple, como esa mirada alegre y esa sonrisa cautivante que pronto nos conquistaron. Simple, como Francisco de Asís, precisamente. Una elección valiente de los cardenales, que vieron en él al hombre de Dios capaz de llevar la barca de la Iglesia a la orilla del cambio, de la humildad, del servicio a los pobres del mundo, de la fe pura de los sencillos, de la reconstrucción de una Iglesia que colapsa. Una elección valiente la de haber aceptado, ante una historia que exige un ánimo indómito y valiente.

Original: Italiano. Traducción: Lorenzo Cintolesi, Santiago, Chile

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Vinieron a buscarme al fin del mundo – La Roma del Papa, un hombre valiente y fiel

ROMA, Pamela Fabiano/Federico Bauml. Son pasadas las 19:00 hs., precisamente las 19:06. Las miradas del mundo están concentradas en la chimenea de la Capilla Sixtina. Los estados de ánimo se entrelazan y sobreponen: “es demasiado pronto, cinco escrutinios son muy pocos”; “Según yo,  en cambio, están bien”. Y luego, de pronto, el mundo que espera ansiosamente tiene su respuesta; un eco se esparce por las calles de Roma y en todo el mundo: “es blanca”. Si, es blanca, no hay duda.

 

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