ALEMANIA/EE.UU., Raimund Stockinger. Vuelo de Chicago a Varsovia, entre el 31 de agosto y el 1º de septiembre. Debajo de nosotros el océano, el sol va descendiendo. Hay luna llena. Más de 25 pasajeros de ese avión han experimentado, durante dos semanas, profundas vivencias en el lugar del exilio del Padre José Kentenich. Dos semanas en los que se engrandeció la imagen que tenían del Fundador el Movimiento de Schoenstatt.
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Raimund Stockinger, Norbert Becker y Carla Riechel son tres de los «Peregrinos de Milwaukee» que participaron en los ejercicios espirituales de Milwaukee y transmiten aquí sus impresiones de las vivencias: en el lugar donde el Padre José Kentenich vivió durante los catorce años que permaneció exiliado por la Iglesia y donde – especialmente por la modalidad de estos ejercicios de peregrinos – mucha gente, sobre todo de Alemania, donde surgió esta iniciativa, ha experimentado al Padre Kentenich en una nueva forma.
El Fundador como Padre
Por medio del equipo formado por el P. Rainer Birkenmaier, el P. Stephan Müller, Alicia Kostka y la Hna. Carol Winkler, que relataron muy personalmente sus encuentros con el Padre Kentenich, se nos hizo experimentable un aspecto distinto: el Fundador como Padre. Muchos testimonios de familias, sacerdotes y Hermanas nos mostraron esto en lo pequeño y concreto: José Kentenich, el Padre que se interesaba por todo lo que movía a sus «hijos»: problemas familiares, enfermedades, dificultades con el idioma en las jóvenes Hermanas.
Él podía ver en lo más profundo de las almas
El Padre Kentenich, un Padre que ayudaba en las crisis de la vida, problemas con alcohol, preocupaciones cotidianas. El que estaba en todo lo cotidiano, que ocasionalmente también se ocupaba de proveer vestimentas adecuadas o alimentos.
El Padre Kentenich como el «sanador maravilloso» que veía en lo más profundo del alma, que ayudaba a curar las heridas y a encontrar el camino en la vida.
En los testimonios nunca se escuchó que manifestara amargura por los catorce años de exilio, con restricciones en sus relaciones con los responsables de la Familia de Schoenstatt. Fue un Padre para los suyos. Consideró esos años como un encargo de la Sma. Virgen y acompañó como un padre cariñoso a muchas familias de origen alemán, pero también algunos norteamericanos pudieron sentir, a través de él, la cercanía de un Dios lleno de amor.
Un lugar santo, gente conmovida
Las personas con las que nos encontramos nos pusieron en contacto con un hombre que en esa etapa del desarrollo de la Obra de Schoenstatt, generó nuevas corrientes de vida.
Regresamos de Milwaukee sumamente enriquecidos. Con las impresiones de un país magnífico. Con la impresión de un lugar santo y de gente conmovida. Con las impresiones de un grupo de peregrinos muy variado, con españoles, suizos, polacos, chilenos y alemanes, de los Institutos, Federaciones y Ligas. Sacerdotes, familias, laicos, que se conocieron mutuamente y quedaron asombrados. Pero sobre todo regresamos con la vivencia de tener el mismo Padre que nos ha cobijado aún más en su corazón.
Entretanto transcurren las últimas horas de este viaje a Milwaukee. Hicimos de nuevo una escala en Varsovia. Un momento para lo trivial: un helado y bebida cola. Asimismo, temas sobre los cuales ha opinado nuestro Padre. Ahora nos acercamos a nuestra patria. Pero el aterrizaje desde las alturas a las que nos ha llevado el Padre Kentenich en estas semanas, aún puede esperar un poco…
Original: alemán. Traducción: aat, Argentina
