Publicado el 2012-07-15 In Vida en alianza

“La Iglesia necesita que Schoenstatt le aporte el Santuario Hogar…”

CHILE, Mario Münzenmayer. Mario, ¡hasta cuándo los schoenstattianos se guardan el Santuario Hogar…! Degustábamos una noche en Roma una buona pasta italiana, en compañía de Anita, mi esposa, y algunos Obispos y Cardenales. Llevábamos ya algunos días trabajando en la transmisión de la fe desde los hogares y, en la cálida informalidad de la mesa compartida, visualizábamos el aporte de la familia a la reevangelización de la cultura de la Europa del siglo 21.

Aún así, en ese contexto, el “hasta cuándo…” no dejó de asombrarnos. ¡Se nos estaba urgiendo para regalar algo de la riqueza de Schoenstatt! Y era una interpelación, directa y sin rodeos: Santuario Hogar… Era Monseñor Jorge Medina Estévez, a la sazón Obispo de Valparaíso, quien nos urgía a responder desde la riqueza de Schoenstatt. “Hasta cuándo (…) La Iglesia necesita que Schoenstatt le aporte el Santuario Hogar (…) es un tesoro que ustedes lo tienen guardado, ¿hasta cuándo? Y, contextualizando, para los demás comensales, hizo una breve reseña de Kentenich y de sus aportaciones pedagógicas para la formación del hombre contemporáneo, su lúcido aporte a la formación del hombre moderno; la Alianza y el trabajo con la familia como sujeto y objeto de la evangelización, incluido el Santuario Hogar.

Una puerta que se estaba abriendo

En esa oportunidad, en ese hecho vimos ante nosotros una puerta que se estaba abriendo. Ahí estábamos, en ardiente escucha y asombrado entendimiento, siendo testigos cómo en pleno corazón del Vaticano, se valoraba el aporte del Padre Kentenich a la Iglesia de las Nuevas Playas. Nos pidieron que explicáramos los elementos centrales del Santuario Hogar y nuestra vivencia personal. Aprovechamos de agregar las corrientes de vida y la “red de santuarios” y su impacto social…

¿Hasta cuándo…? Es la pregunta que ha dinamizado nuestra vida desde que empezamos a intuir el legado profético del Padre Kentenich y su misión. Nos unimos a ésta desde nuestro Santuario Hogar, fundamento de toda nuestra vida matrimonial, familiar, profesional y apostólica e inspirados en las leyes pedagógicas y la radicalidad del Padre Fundador, faros que nos iluminan el sendero.

La elaboración de una espiritualidad auténticamente matrimonial

Así, cada vez que la ocasión lo permitió, a lo largo de los 15 años que trabajamos en el Pontificio Consejo para la Familia, tuvimos la especial preocupación por iluminar y fundamentar desde el mundo del Padre todas las reflexiones, estudios, ponencias y orientaciones pastorales que allí desarrollamos. Lo mismo hicimos durante nuestro trabajo en la Arquidiócesis de Concepción.

A modo de ejemplo, recuerdo una conferencia que dimos un 18 de noviembre en el Aula del Sínodo, al interior del Vaticano. Presentábamos a la Asamblea los resultados de una investigación que hicimos con Anita sobre el trabajo de los Movimientos Apostólicos a favor del matrimonio y la familia. Luego de bosquejar las experiencias y logros alcanzados en los cinco continentes, planteamos que, no obstante lo avanzado, en los Movimientos y la Iglesia era tarea pendiente la elaboración de una espiritualidad auténticamente matrimonial.

Planteamos que en los albores del siglo XXI, en medio de una creciente secularización de la cultura y la consecuente crisis de lo humano y la banalización de la sexualidad, la vocación de los laicos a la santidad necesita un camino específico, con sus propias acentuaciones, expresiones y leyes de desarrollo, distintas a la santidad de los consagrados virginalmente, de modo que los esposos puedan asumir e integrar en forma orgánica su propio amor conyugal y paternal con todas las realidades que les corresponde vivir diariamente.

La pedagogía matrimonial del Padre Kentenich

Que, desde esa perspectiva, el Fundador del Movimiento de Schoenstatt había desarrollado a lo largo de su vida una pedagogía; los medios y un modelo; o, dicho de otro modo, una pedagogía matrimonial, el Santuario Hogar y una comunidad internacional de matrimonios para que fuera modelo y garante de la vivencia del ideal matrimonial católico.

Respecto de los lineamientos para una espiritualidad conyugal orgánica, de las enseñanzas del P. Kentenich podíamos deducir los siguientes elementos:

1. El matrimonio es el camino a la santidad de los laicos casados, por lo que éstos tienen el deber de cuidarlo y desarrollarlo en lo natural y en lo sobrenatural hasta el fin de sus días.

2. El hombre y la mujer son imagen de Dios Trino y el plan de Dios es que en el matrimonio ambos sexos se complementen mutuamente en el nivel corporal, espiritual y sobrenatural para la mutua perfección y crecimiento.

3. El amor de los esposos tiene la particularidad de ser un amor entre dos personas que se aman en su totalidad, por lo que la vida conyugal sexual es parte central y no un mero accesorio o debilidad que se vive al margen del ser esponsal.

4. Que el camino de santidad en la vida diaria del casado pasa por la integración de todas las formas del amor matrimonial .

5. La comunidad de vida y de amor de los esposos es profunda y duradera si se alimenta del sacramento que eleva y dignifica la vida matrimonial permitiendo a los esposos sumergirse más hondo en Dios.

6. Los hijos son un don de Dios que los esposos tienen el deber de acoger; darles el tiempo y el amor que necesitan para su sano desarrollo; formarlos en la fe y ayudarles a discernir su vocación.

7. La propia familia es el apostolado principal y prioritario del laico casado. Si el amor mutuo es el don más precioso que reciben los cónyuges para su santificación y la de los demás, entonces ellos tienen la obligación de cuidarlo, cultivarlo y multiplicarlo. Esto significa conquistar continuamente el amor del otro; vivir de ideales sólidos y elaborar un proyecto de vida común; ver siempre a Jesús en el otro; cultivar la fidelidad mutua y asegurar la frecuencia y calidad del diálogo matrimonial.

La alianza esponsal

Para conquistar tal espiritualidad, el Padre Kentenich propone fortalecer la alianza esponsal mediante la profundización de la Alianza de Amor con la Santísima Virgen desde los hogares. El pensaba que la Iglesia necesitaría de hombres profundamente arraigados en Dios para enfrentar los difíciles desafíos en los tiempos venideros. ¿Cómo hacer de la familia el taller fundamental en la gestación del hombre, tanto en su dimensión humana como sobrenatural? Proféticamente, el Padre Kentenich intuyó que la Santísima Virgen también estaría dispuesta a mostrarse victoriosa en medio de las familias en su tarea de Madre y Colaboradora de Cristo. No sólo desde los santuarios, sino también desde los hogares.

Tomando los conceptos del abundante material del que disponemos en el Movimiento, agregamos que, desde el año 1962, algunas familias comenzaron a consagrar sus hogares a la Santísima Virgen. Surgieron así los llamados “Santuarios Hogares”. Esta convicción de fe del Padre Kentenich se demostró inmensamente fecunda a través de los años, extendiendo su acción maternal a tantas familias que le abren las puertas de sus hogares, regalándoles las gracias del arraigo profundo en el corazón de Dios, de la transformación interior en Cristo Jesús y de la fecundidad y envío apostólicos en la fuerza del Espíritu Santo. De este modo, la casa es como un auténtico santuario, porque allí la familia se reúne como pequeña “comunidad eclesial” o “iglesia doméstica”, no sólo para compartir la vida y el amor humano, sino también la vida y el amor de Dios. Es el lugar de la intimidad con El: donde se le reza y ofrece las alegrías y los dolores. Es el “templo” propio de cada familia, el propio Belén o Nazareth, donde, desde el día del Bautismo, Cristo mismo está naciendo y creciendo en el corazón de cada uno, en la medida en que todos se ayudan mutuamente a madurar como personas y cristianos.

El hogar se vuelve en una pequeña casa de Betania

Cada Santuario Hogar quiere ser un lugar de irradiación y de envío a la sociedad. Esa apertura comienza con la hospitalidad que acoge y ayuda. La hospitalidad cristiana se funda en un doble deseo: el de compartir lo que Cristo ha regalado a la propia familia; y el de atender al Cristo que se acerca en la necesidad de los otros como lo hacían Lázaro y sus hermanas. Así, el hogar se vuelve una “pequeña casa de Betania”.

Un Santuario Hogar reconoce básicamente dos hechos. Por una parte, una iniciativa humana, una acción de los esposos y de los hijos, en lo posible, que buscan atraer a María hasta su hogar por medio de una vida de oración y un fiel cumplimiento de los deberes del estado matrimonial y paternal. Esto lleva a realizar esfuerzos conscientes por la santidad y ponerse metas concretas de autoformación en forma personal o como matrimonio.

Pero, por otra parte, el Santuario Hogar supone una acción de parte de María: Ella quiere establecerse en los hogares para regalar a sus miembros las mismas gracias que la Santísima Virgen da desde los Santuarios de Schoenstatt:

  • La gracia del cobijamiento o del arraigo en el corazón de Dios.
  • La gracia de la transformación interior para realizar el plan que Dios tiene con cada uno como persona y familia.
  • La gracia del envío y fecundidad apostólica para ser levadura en la masa.

 

Fuente: Revista Vínculo, Chile, junio de 2012

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“La Iglesia necesita que Schoenstatt le aporte el Santuario Hogar…”

CHILE, Mario Münzenmayer. Mario, ¡hasta cuándo los schoenstattianos se guardan el Santuario Hogar…! Degustábamos una noche en Roma una buona pasta italiana, en compañía de Anita, mi esposa, y algunos Obispos y Cardenales. Llevábamos ya algunos días trabajando en la transmisión de la fe desde los hogares y, en la cálida informalidad de la mesa compartida, visualizábamos el aporte de la familia a la reevangelización de la cultura de la Europa del siglo 21.

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1 Responses

  1. Nora Pflüger dice:

    Formo parte de la Rama de Mujeres Profesionales de Schönstatt. Vivo con mi madre (papá ya murió) y por temporadas también, en la misma casa, con una hermana que también está sola y sin hijos.
    Me pregunto si no podemos tener Santuario Hogar. Aparentemente, por lo que se deprende del discurso schönstattiano habitual, parece una gracia reservada exclusivamente a los matrimonios.
    Me gustaría recibir una respuesta.
    Atentamente
    Nora Pflüger
    La Plata, Argentina

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