“Amanecer en el corazón de María”

María

Durante el tiempo de preparación ampliaron sus conocimientos sobre la vida de la Santísima Virgen, sobre su grandeza, reflexionando en los textos bíblicos referidos a Ella, en oraciones, en canciones, meditando en sus siete dolores, y estudiando los cuatro dogmas proclamados por la Iglesia: su Inmaculada Concepción, su Maternidad Divina, su virginidad antes, durante y después del parto, su Asunción en cuerpo y alma a los cielos, donde finalmente fue a encontrarse con su amado Hijo. También analizaron y meditaron las seis promesas y las seis exigencias de la Mater contenidas en el acta de fundación de Schoenstatt, por así decirlo, las condiciones de la Alianza de Amor, eje de toda la espiritualidad de Schoenstatt. Constataron una clara iniciativa humana y la aceptación de la Santísima Virgen. De allí dedujeron la importancia esencial de la vinculación al Padre y Fundador.

La personalidad del Padre Kentenich

Fueron descubriendo más aspectos de su vida y de su personalidad. Percibieron que fue un hombre

• Desinteresado: al servicio de la misión, regalado por entero a las personas.

• Perseverante: Con una constancia y coherencia total a lo largo de su vida.

• Lleno de esperanza: confiado como un niño en la victoria final de Dios, su Padre.

• Paciente-constante: La Madre del Señor bendice los pequeños comienzos, el tejer con puntos pequeños. Santidad de la vida diaria.

• Solitario-uno con Dios: El secreto de su vida: yo rezo siempre, sumergido en Dios, ninguna persona humana influyó decisivamente en su educación.

• Confiado: Una fe extraordinaria e inconmovible en la Divina Providencia.

Vinculados al Santuario

Y para completar la reflexión sobre los tres «puntos de contacto» de Schoenstatt, descubrieron la importancia de estar siempre vinculadas al Santuario, porque allí se reciben las tres gracias prometidas por Ella: el cobijamiento espiritual, la transformación interior y el envío apostólico, es decir, ser instrumentos en sus manos. Estas tres gracias no se pueden separar, una está relacionada con las otras.

Contemplaron los cuatro hitos de la historia de Schoenstatt y captaron mensajes de la vida del Padre y Fundador: nunca pidió a su Familia algo que él no hubiera hecho primero. Durante el día se dirigía a Dios con pequeñas jaculatorias. La fe en que Dios ha trazado desde la eternidad un plan específico para la vida de cada persona. Es su tarea descubrirlo: es el ideal y la misión personal. Ante un inconveniente solía decir: «ahora vamos a ver cómo la Madre del Señor soluciona este asunto».

Ante el pecado animaba siempre a no desanimarse, por el contrario, a través de ello debe producirse un fuerte impulso ascendente en el alma por el anhelo de reparación. Ante problemas de fe: María es el imán que atrae nuevamente hacia ella.

Ante problemas con autoridades eclesiásticas por aspectos humanos y materiales: no olvidar que Cristo es el verdadero valor de la Iglesia, que para buscar la paz – un estado que todos anhelan y que tan pocos encuentran – hay que valorar a cada ser por su dignidad, y decirle, con los hechos: «me pongo por entero a tu disposición con todo lo que soy y tengo, con mi sabiduría y mi ignorancia, mi poder y mi debilidad, pero por sobre todo, con mi corazón». Sólo así el mundo se pacificará, comenzando por el propio entorno.

Un camino práctico

Cada una se dispuso para un intercambio de corazones, de bienes, y de intereses, convencidas que para aportar al capital de gracias no basta la buena voluntad, sino que hay manifestar la aspiración a la santidad mediante hechos concretos. En eso es de vital importancia la práctica de los medios pedagógicos de Schoenstatt: el Horario Espiritual y el Examen Particular, que es un camino práctico que conduce a la conquista del ideal.

Esta preparación culminó el 9 de diciembre con la formulación de un hermoso nombre para su grupo: «Amanecer en el Corazón de María». El sábado 11 sellaron la Alianza en el Santuario a las 9 de la noche, acompañadas por el Padre Paúl Jaimes, sacerdote diocesano que ha hecho la Alianza de Amor.

Te acompañamos

Estas optimistas y alegres señoras leyeron su oración, la depositaron sobre el altar y ante la afirmación del Padre Paúl, «Quedamos en eso», contestaron con firmeza «Permanecemos fieles» y recibieron la medalla que será el recuerdo visible de su «Si» a la Mater.

«Ite, Missa est», «Idos, la Misa ha terminado», fueron las últimas palabras del Padre y Fundador para su Familia, a modo de envío.

Ahora pueden responder: «Sí, Padre, te acompañamos en la preparación al centenario de ese gran desafío que comenzó el 18 de octubre de 1914, te acompañamos en el inmenso amor y confianza en la Madre Celestial, que te condujo al Dios Uno y Trino y al amor a la Iglesia. Nuestros corazones están ardiendo de amor por ello y no olvidaremos que para un «Madre, nada sin ti» corresponde un sincero «Nada sin nosotros».

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