Publicado el 2010-05-18 In Vida en alianza

Mi Virgencita

Maria Tedeschi. Soy una antigua misionera, que desde hace 20 años llevo «mi Peregrina» de familia en familia. Hoy deseo contar cómo María me acompaña siempre y cómo estuvo siempre junto a mí en las dificultades para que no me sintiera sola.

 

 

 

La Madonna PellegrinaEse año era un tiempo muy difícil para dos de mis hijos y yo me llegaba cada día al Santuario para que la Virgencita los iluminara y me diera la fuerza de soportar mi impotencia frente a sus problemas.

Hacía varios días que veía una imagen de la Virgen Peregrina apoyada en la balaustrada delante del altar. Por lo tanto se me ocurrió preguntar a la Hermana Andrea, en aquel entonces nuestra asistente espiritual, a quién pertenecía esa imagen. Me miró perpleja y me contestó: «No sé. Está aquí desde el día que la han bendecido y nadie la retira». «¿La puedo hacer caminar yo?», pregunté y ella me contestó con entusiasmo que sí. Y es así que la llevé apretada junto a mi corazón, desde ese momento me acompaña y juntas transcurrimos dificultades y alegrías.

Durante mi jornada a cada momento hablo con Ella, aún cuando está visitando las familias… Quién sino Ella sabría escucharme con tanto amor y paciencia, quién sabría responderme en lo íntimo de mi corazón, calmar mi temperamento explosivo, mi rebelión frente a un mundo tan diferente a mi mentalidad. Quién mejor que Ella lograría hacerme callar, enseñándome que solo con el ejemplo, la dulzura, la comprensión se puede corregir y sobre todo hacer reflexionar a los jóvenes, muchas veces alejados del valor verdadero de la vida. Vida que Dios nos regala, no para ser desperdiciada, ensuciada, sino para vivirla buscando mejorarnos, ser modelos con hechos no con palabras y disquisiciones inútiles, demostrar que el amor al prójimo, comenzando por nuestra familia, es la misión que Dios nos encomienda.

Así fue que logré seguir adelante

Hace veinte años que caminamos juntas, hace once que enviudé, fue en un viaje junto a mi esposo a nuestra ciudad natal, Italia; allí desde el 1300, sobre una colina está el hermoso Santuario de la Virgen María. Cada vez que iniciábamos el regreso a «casa» corríamos a visitarla. Era la Virgencita de la infancia, de la adolescencia cuando subía al amanecer tres kilómetros a pie rezando el rosario completo para asistir a la primera Misa del día y pedir ayuda en tiempo de exámenes o bien agradecer haberlos aprobado.

También ese día, en auto (ya ancianos) nos dirigíamos a saludarla. A mitad de camino, por un infarto masivo, nuestra Virgencita lo llevó junto a Ella. Pero supo abrazarme en mi dolor muy junto a Ella y darme mucha fuerza para caminar sola sin el compañero maravilloso que Dios había elegido para mí. Me enseñó entonces a dedicarme aún más a mi familia, mis hijos y mis nietos. Así fue que logré seguir adelante, con momentos de tristeza, pero rodeada por un gran cariño y por mi Virgencita reencontré la razón de vida que me pareció haber perdido con la muerte repentina de mi esposo.

A veces quisiera decir en alta voz a las jóvenes que encuentro en el Santuario: Amen a María y escúchenla. Recuerden que Ella, como nosotros, sufrió tantas pruebas en la vida, pero siempre siguió hacia adelante con la cabeza en alto y una sonrisa, una palabra justa y una mano tendida para ayudar.

¡Gracias,Virgencita!

1 Responses

  1. Hna. M. Andrea - Argentina dice:

    ¡Gracias, María, por tan hermoso testimonio! ¡Gracias por los muchísimos años que se ocupó silenciosamentede que siempre hubiera purificadores, corporales, manutergios, impecablemente limpios en el Santuario de La Plata! Gracias por su entrega, por haber regalado a uno de sus hijos a los Padres de Schoenstatt, y por seguir acompañando su fecunda labor sacerdotal con sus aportes al Capital de Gracias. Su "Madonnina" fue llevada por hijo – el P. Ludovico – a su tierra natal y allí sigue obrando maravillas gracias a tantas personas generosas que se ofrecen a llevarla.
    ¡Que ella la acompañe siempre y bendiga a su familia!

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