Publicado el 2009-12-21 In Vida en alianza

Una profunda experiencia del Adviento…

"Trae una luz al mundo"...ALEMANIA, Hna. M. Anrika Dold. «Trae una luz al mundo»… Estas palabras fueron tomadas realmente al pie de la letra por la juventud femenina de Schoenstatt de Dietershausen y Oberkirch en sus diversos encuentros de Adviento. ¡Pues no solo se habló del tema, sino que salieron a las calles llevando la luz del Santuario a la gente. Fueron las primeras «mini – misiones» en Alemania…

 


¿Cómo se les ocurrió a estas chicas a transformar en hechos esta idea? Una de ellas cuenta:

«En el Adviento del año pasado tuve que hacer frecuentes viajes en auto. Y nunca me había llamado tanto la atención como muchas casas, jardines y calles estaban adornadas con guirnaldas luminosas. Recuerdo una casa que estaba totalmente enmarcada, por fuera, por guirnaldas luminosas. Y pensé ¡qué enorme es el anhelo por la luz!».

¡Llevar la luz a la gente! un gesto sencillo, un humilde regalo, pero muy eficaz. Así debe ser la respuesta de los jóvenes a los anhelos de la humanidad.

Así se hizo en Dietershausen. Por ejemplo, un grupo de chicas de 13 a 15 años hizo lamparitas con vasos a los que les pegaron vidrios de colores, para llevar la luz del Santuario a otras personas. Así tenían una introducción adecuada para cuando llamaban a las puertas de las casas para presentarse y decir lo que querían. En el Santuario ya habían rezado un Padrenuestro por todos los encuentros que tendrían ante las puertas. Las chicas se sorprendieron al ver cuántas personas escribían sus intenciones en los «vales de oración» que habían llevado. Un hombre escribió: «Que en esta Navidad se cumpla mi sueño dorado».

Un destello de luz en todas partes

Las chicas escuchaban repetidas veces la pregunta: «¿Y cuanto cuesta esto?», y cada vez repetían que ellas, de verdad, «solo» querían proporcionarles un motivo de alegría en el Adviento y que no aceptaban dinero. Ni siquiera un frío polar les impidió peregrinar de casa en casa con gran fervor y alegría, como portadoras de una gran misión: regarle luz a la gente. Y la recibían sorprendidos, abiertos, agradecidos, alegres… un destello de luz en todas partes…

Sentían que irradiaban algo que no nacía de ellas mismas

También en la diócesis de Friburgo se pusieron en marcha cuatro grupos de niñas de 9 a 12 años para llevar la luz al mundo, concretamente a los habitantes de Oberkirch. Como a uno de los grupos al principio nadie les quería abrir la puerta, una de ellas dijo: «Así les debe haber sucedido a María y a José…».Fue una profunda experiencia de Adviento para todas las participantes. Llamaron a las puertas, tocaron los timbres, sin éxito. Una experiencia difícil….. Y entonces tuvieron una experiencia tan conmovedora que muy pronto nadie más pensó en las primeras puertas que se les cerraron. Una mujer, con ambas manos aún llenas de masa porque justamente estaba preparando las masitas para Navidad, les dijo: «Uds. llegan en el momento oportuno. ¿Quieren cantar algo?». El grupo cantó para ella: «Trae una luz al mundo…» antes de entregarle un pequeño regalo: masitas de Navidad en una bolsita con una frase del Padre Kentenich. La señora comenzó a llorar, no pudo decir ni una palabra más y les agradeció en silencio… Las niñas quedaron muy conmovidas, sintieron que irradiaban algo que no nacía de ellas mismas.

Una señal de la cruz sobre el botón del timbre

En la casa siguiente encontraron a un hombre que ya antes habían visto en la calle, que se alejó rápidamente y no quiso saber nada de ellas. Pero ahora tenía curiosidad por saber lo que las niñas realmente querían. Proporcionar alegría ¿algo más?. No, esto es todo. Una leve sonrisa apareció en su rostro cuando les dio las gracias. El grupo estaba motivado, un par de niñas corrían siempre adelante, hacia la próxima casa. «¡Aquí, aquí!…» señaló una de ellas una casa nueva, magnífica. Antes de tocar el timbre, siempre hacían una señal de la cruz sobre él, esto formaba parte del rito. Había un portero eléctrico, adentro vieron un hombre desconfiado, acercándose desde el living hacia la puerta. Llamó a su esposa, que apareció en la puerta: «¿Qué quieren?», preguntó al grupo. «Regalarle una pequeña alegría de Adviento», dijo una de las niñas, radiante de alegría, ofreciéndole la bolsita con las masitas de Navidad. La mujer fijó su atención en la frase del Padre Kentenich: «La Sma. Virgen me cuida en todas las situaciones». «Oh, sí, Ella lo hace. ¡Actualmente le rezo todos los días!». «Nosotras también lo hacemos», respondió todo el grupo. Luego agregó la señora: «¿Podemos hacerlo ahora todas juntas?». Así se hizo. Delante de la puerta de la casa le rezaron a la Sma. Virgen. La señora se interrumpió en el medio, luchando con las lágrimas: «Uds. me han dado una gran alegría, por favor, recen por mí y por Desirée». Las niñas se lo prometieron. Todas estaban conmovidas por el encuentro y llevaron lo vivido de vuelta al Santuario. Al final de estos encuentros quizás resonaba aún en los oídos de algunas lo que una mujer atestiguó ante la puerta de su casa:

«Hace mucho tiempo que vivo aquí, pero nunca me sucedió algo semejante».

Desde al Santuario: Misiones "mini"

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