Por Manuel de la Barreda, Madrid, España •
Antes que nada, y dado que van a leer este artículo personas de distintos continentes, pido disculpas, pues me baso sobre todo en la situación española, que en algunos casos puede ser extrapolada a otros países, pero en otros casos no. Creo, sin embargo, que, a pesar de estas inexactitudes, el mensaje es válido para todos. Y perdón también por alguna frase que, queriendo “globalizar” el texto, cause más confusión que otra cosa. —
Seguramente no es la primera vez que al lector le hacen referencia al síndrome que le da título a este escrito. Por si eres de los que no habían oído hablar nunca del mismo, te resumo. El escritor y filósofo Oliver Clerc, nacido en Suiza en 1961, es quien primero utilizó esta analogía en uno de sus libros. En ella establece que la mejor manera para hervir a una rana viva es echarla en agua fría e ir calentando el agua poco a poco. Para cuando la rana se da cuenta de que el agua está demasiado caliente, está débil por el calor y sin fuerzas para escapar, por lo que muere hervida. Si echas a la rana directamente en agua caliente, por el impacto y la quemadura salta y escapa. Como curiosidad, esta teoría fue comprobada en 1998, cuando se determinó que se cumplía si el agua subía la temperatura a una velocidad menor a 0,02 grados centígrados por minuto.
El pensamiento único
Esta analogía, este síndrome, define a la perfección lo que está pasando en la sociedad occidental hoy en día. Se están atacando, se están dinamitando, los valores de la sociedad greco-romano-cristiana sobre la que se sustentó el desarrollo de Europa hasta el siglo XX y que fueron exportados a América y otras latitudes a lo largo de los últimos veinte siglos. Y se está haciendo de una manera sutil, sin grandes cambios. Se ha primero preparado la acción a través de nuevo conceptos como “lo políticamente correcto”, donde a través de la generación de unos valores de “pensamiento único” se condena y demoniza a quién ose pensar de manera diferente. Primera paradoja de nuestros tiempos: ya no se puede pensar libremente. O piensas como el sistema quiere que pienses, o eres un paria.
A partir de aquí, el desarrollo de ese “pensamiento único” poco a poco se va construyendo, alejándonos de los valores que hasta ahora nos habían mantenido unidos. Lo que empezó, por ejemplo, siendo un feminismo ciertamente lógico, como la defensa de los derechos de la mujer, se ha ido manipulando y tergiversando hasta la actual Ideología de Género, donde el sexo se puede elegir libremente por las personas, y si dices lo contrario te quitan de en medio. Vale la pena citar el caso del profesor de un instituto de Alcalá de Henares, en Madrid, que ha sido suspendido por decir a sus alumnos “los hombres nacen con cromosomas XY y las mujeres con cromosomas XX” y que, aunque se puedan transformar con operaciones, “genéticamente siempre van a seguir teniendo los cromosomas XY o XX”. Llega hasta el absurdo de la última ley al respecto en España, donde, como decía un meme en WhatsApp, “Ahora en España es más fácil cambiar de sexo que tenerlo”, y que las mismas feministas están en contra de dicha ley, porque, por ejemplo, ¿Qué pasa si un maltratador se declara mujer? ¿Y si un deportista de genes XY, por no decir hombre, decide sentirse mujer y presentarse a cualquier competición donde se prime más la fuerza? Caerán todos los récords mundiales que numerosas mujeres con esfuerzo y renuncia han logrado a manos de XY que de manera real o no tomen la opción de sentirse mujer. ¿O cambiarán la denominación de las competiciones pidiendo tu información genética, para seguir habiendo competiciones masculinas y femeninas, aunque se llamen competiciones XX y XY?
El hijo con Síndrome de Down
Pero hay más, mucho más. Una amiga, trabajadora en una institución de la Administración en España, solicitó unas horas de “conciliación familiar” para poder ir a recoger a su hijo con Síndrome de Down del autobús del colegio. He de decir que dichas horas no es que las pierdan, sino que se redistribuyen a lo largo de la semana para que el número total de horas trabajadas sea el mismo. Pues bien, la respuesta de su ilustre jefatura fue que, porque ella había decidido tener a su hijo con una discapacidad y no abortar, ellos no tenían que sufrir las consecuencias. Y no le dio la autorización. En 2019 hubo un conflicto en un programa de TV en España, donde uno de los invitados opinó que el Estado no debería costear los tratamientos de salud para las personas que tienen Síndrome de Down, sino que deberían hacerlo los propios padres de los afectados por decidir tenerlos. Se levantó una gran polémica dentro de los distintos sectores afectados. Pero el tema ahí quedó dicho. Y hecho, como lo vemos en lo ocurrido a mi amiga.
Violencia de género
Tirando de opiniones de amigos, la semana pasada otro, que es procurador judicial, que en España es un profesional, licenciado en Derecho, especializado en el procedimiento judicial, o lo que es lo mismo, en el derecho procesal y que ostenta la representación de los particulares y empresas que se ven en la necesidad de acudir a los tribunales, me compartió la reflexión de que están atacando a la familia de manera inmisericorde. Por ejemplo, con toda la legislación que hay en España sobre la violencia de género en los tribunales, se comprueba que el 90% de las denuncias son falsas. Pero, aunque la denuncia sea falsa, el marido o pareja masculina denunciado pasa la primera noche en la cárcel, sí o sí. ¿Qué familia no se rompe ante tamaña tropelía? Si tu mujer, o pareja, te hace pasar en la cárcel una noche por una denuncia falsa, hace falta mucha generosidad para perdonar y reconciliarse. Y la reflexión final que mi amigo procurador me trasladó, también es importante. Es que la familia es la única institución que hace frente al adoctrinamiento y “pensamiento único” que intentan poner en la educación a nuestros hijos.
Por miedo a perder lo que uno tiene
Como se habrán dado cuenta, salvo cuando en el inicio he nombrado a nuestros valores de sociedad greco-romano-cristiana, no he nombrado a la religión, ni a Dios, ni a la Iglesia. Esto ocurre simplemente en nuestra sociedad civil.
¿Qué es lo que nos pasa entonces? ¿Por qué la sociedad no salta como en anteriores ocasiones, en las que se rompían sus valores más innatos? La única respuesta que se me ocurre es que la historia ha enseñado a estos revolucionarios manipuladores que lo más importante es calentar el agua poco a poco. Y no solo eso, sino que, además, la rana, la sociedad, tenga algo que sea suyo propio y que le de miedo perder. Hoy en día, en la mayoría de los países occidentales se puede decir que se vive en una sociedad del bienestar. Sé que esta afirmación puede ser dolorosa para muchos países de América del Sur y algún otro continente y me disculpo por ello, pero creo que es válida para la argumentación que sostengo. Hoy en día las leyes han ido acotando el poder adquisitivo de las clases medias sin quitarles la sensación del todo de que algo tienen. Tienen su casa y una segunda residencia. Tienen coche. Pueden ir de vacaciones algunos días al año (cada vez menos). Pueden llevar todavía a sus hijos a colegios privados (aunque esto también se está limitando para asegurar que todos los niños sean igualmente adoctrinados, pues como decía la ministra Celaá en España, “Los niños no pertenecen a los padres”. ¿A quién entonces? ¿Al Gobierno?). Y lo que denomino clase media, en España, es un abanico muy, muy grande de toda la sociedad.
Pues bien, en épocas pasadas, ya sea en 1934 en España, o en 1910 en México, o en 1917 en Rusia, o en muchas otras revoluciones, el pueblo estaba en la miseria y no tenía nada que perder. Ante una promesa de algo mejor, se lanzaba a la calle y pasaba por encima de quien fuese. Luego, con el tiempo, la verdad de las revoluciones salía a relucir y por eso a la larga fracasaban. Actualmente, en cambio, el pueblo sí tiene algo que perder: su casa, su coche, sus vacaciones, su cuenta corriente por muy vacía que esté… Y por eso, paso a paso, van metiendo las mismas ideas que antaño, convenientemente actualizadas para no parecer antiguas, y que lo único que buscan es el formar una sociedad aborregada fácil de manejar. Más que nunca se ven conexiones entre el capital, el Gran Capital y la izquierda más totalitaria, porque entre el tener de uno y la revolución aborregadora de otro, ven qué más pueden sacar de beneficio mutuamente.
Hay mucha más legislación que, por lo menos en España, nos pone en jaque con respecto a nuestros valores de siempre. La ley de la eutanasia, sin ir más lejos, de la que mi amigo Javier comenta que con ella es más fácil en España pedir que te maten que lograr nacer. Esto solo pretende ser una pequeña muestra de lo que tenemos a nuestro alrededor.
Y ante todo esto, ¿qué debemos hacer los cristianos, los católicos?
La respuesta no es única. Cada uno, conforme a su situación, tiene que valorar lo que puede o no hacer.
Pero lo que si tengo claro es cuál NO debe ser nuestra respuesta. No podemos no hacer nada. No podemos dejar que nos manipulen. No podemos renunciar a nuestra libertad. No podemos renunciar a la educación de nuestros hijos. No podemos renunciar a ser críticos, a analizar la información que nos llega y tener nuestro propio juicio. No podemos juzgar a las personas por lo que piensan. No podemos quedarnos quietos de manos cruzadas, no vaya a ser que pierda lo que tengo. Atento. Ya lo estás perdiendo. Estás perdiendo además lo más importante, tu dignidad como persona y esa libertad que Dios te ha regalado. Y no te estás dando cuenta.
Si ha logrado leer hasta aquí solo quiero comentar una cosa más. Como se habrá dado cuenta el lector, no he dicho nada nuevo. Seguro que lo que he escrito lo ha oído mil veces, si no igual, de manera muy parecida. Mi intención, por tanto, no es aportar novedad, sino gritarlo una vez más para que no se nos olvide, para que no nos dejemos arrastrar hacia ese “pensamiento único” que solo pretende matarnos interiormente. Es mi humilde respuesta a ese intentar hacer algo que el mandato de “amar al prójimo” me exige.
Guardemos nuestras energías para luchar contra el verdadero enemigo, y no gastándolas en luchas internas dentro de la Iglesia de si el Papa me gusta más o menos, o si la Conferencia Episcopal de Alemania tira por un lado y la de Estados Unidos por otro.
Un artículo para pensar, incluiría la migración como huida del agua tibia de la necesidad económica del bienestar básico del ser humano.
Nos deshumanizamos (Ortega y Gasset)
Para el análisis ¿cómo volvemos para atrás? ¿Que haría o hizo el PJK? El pudo mirar hacia a América como esperanza y que vuelva a Europa. Pero la brecha económica entre Norte y Sur, cada vez es más grande.
Por algo debemos empezar.
Mil gracias Manuel por un artículo tan bueno. Ojalá seamos muchos los que gritemos, para no olvidarnos de lo que es más importante en nuestra vida y cambiar ésta sociedad que pretende «matarnos» anulandonos como personas. Concha Monedero